Sociedad Havana Blues



La Habana es una ciudad musical por naturaleza, no se le concibe si no es entre las sonoridades del chachachá, los boleros o los danzones. Pero muy pocos sospechan que también existen grupos con otras preferencias musicales, una especie de sociedad secreta musical que lucha a contracorriente por defender una identidad sonora diferente al ritmo tropical.

Uno de los miembros más connotados de esta supuesta secta secreta se llama Sociedad Havana Blues, y su especialidad es el Rock and Roll de los años 60 y 70, y los pegajosos blues, muchos blues norteamericanos, de los clásicos, los inolvidables.

Sin tener en cuenta la calidad de su música, Sociedad Havana Blues ya es muy especial dentro del movimiento musical alternativo cubano, por concentrarse en ritmos netamente norteamericanos dentro de un sistema político donde, durante los últimos 50 años, todos los problemas siempre han sido asociados a los Estados Unidos.

Se trata de una banda de tres, integrada por Miguel “Mike” de Oca; el guitarrista, compositor, cantante y alma del grupo. La batería suena gracias al empeño de Rubiesky y la melodía del bajo es creada por las virtuosas manos de Raúl, “El Pinareño”.

Sociedad Havana Blues solo ha logrado producir un disco, cuyos temas, alguna que otra vez, son radiados por unas pocas emisoras locales sin que por ello se les entregue compensación alguna. Una prueba de que esta unión solo funciona por el amor que le tienen a la música que interpretan.

Tampoco cuentan con muchas facilidades materiales, por lo pronto ensayan al aire libre, en un terreno baldío perteneciente a la Casa de la Cultura de Centro Habana, una institución gubernamental que les permite practicar sus números en un espacio surrealista, delimitado por dos edificios semidestruidos en donde aún viven algunos vecinos. Allí, a la vista de los transeúntes y de algún que otro curioso, el grupo repite una y otra vez sus inusuales acordes con influencias de genios como Jimi Hendrix o Stevie Ray Vaughan, pero con acento criollo.

Otro problema para la banda está asociado a la adquisición de los instrumentos y equipos. Al ser una banda underground no pueden aspirar a que las instituciones estatales les faciliten los medios y como no son un grupo de renombre o con ingresos por sus presentaciones, no tienen acceso a instrumentos importados o traídos por suministradores clandestinos.

Poco es lo que se consigue en el mercado negro, las guitarras y amplificadores se revenden de músicos a músicos. Nada es barato para una persona que gana el equivalente de 15 dólares norteamericanos al mes. Las tiendas de instrumentos son pocas en La Habana Vieja y por causa del embargo económico no puede vender marcas norteamericanas.

Los equipos de la banda son un espectáculo variopinto: Aparatos venidos de la antigua Europa comunista, con más de 30 años de explotación, llenos de remiendos y adaptaciones, con los que, a duras penas, consiguen reproducir un sonido, que nunca es limpio y si lleno de interferencias y feedback.

Las cuerdas de las guitarras son muy difíciles de hallar en Cuba, ellos dependen de los regalos de músicos con mejor suerte y explotan la vida útil de las que tienen hasta límites increíbles.

Pero son felices, llenos de sueños y perseverantes en un mundo cultural que los ve más como una rareza que como un grupo musical alternativo.

Miguel pasa de los 40 años, pero cuando habla parece un joven que acaba de fundar su primera banda; es profesor de música en la Casa de la Cultura, y locutor de un programa blues en la emisora municipal Habana Radio.

Robiesky, el baterista, tiene 24 años y vive en un pequeño cuarto, en un techo, que ha alquilado junto con su novia flautista. Es músico profesional pero no trabaja con bandas mayores porque está cansado de que los directores no le paguen lo acordado. Prefiere tocar gratis la música que le gusta, antes que cobrar bien poco por tocar ritmos que no siente.

Raúl, el bajista de 23 años, viene de Pinar del Río, en el occidente del país. Todos los días recorre un largo camino para llegar a la Casa de la Cultura y ensayar con el grupo. El mismo se reconoce como uno de los jóvenes rebeldes que se escondía en el techo de su casa para escuchar, en un pequeño radio, las estaciones norteamericanas con los ritmos que alguna vez fueron prohibidos en Cuba. Para conseguir su instrumento tuvo que vender toda su cría de puercos, dice que renunciando a la carne logró enredarse en la música

Así es la realidad de la única banda de blues en Cuba, una sociedad de tres que lucha por ampliar su horizonte tocando, soñando y respirando blues.

Los dejo mientras fuerzan las notas de un conocido tema de Robert Johnson, y debo reconocer que a pesar de todas las limitaciones, no suenan tan mal.

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Comentarios   Dejar un comentario
Hédel
25 de enero, 2013 10:14 am (GMT-5:00)
También me gusta el Blues, quizás la influencia de mi padre ;)

Bueno el sitio y el artículo, sólo un par de ideas:
La primera y más importante que le recomiendo a cualquier músico underground: http://www.jamendo.com es un sitio donde compartir su música, y donde llegará a miles de usuarios en todo el mundo. Los músicos no tienen que amarrarse a una discográfica para distribuir su obra, Jamendo lo hace. Es cierto que es gratis, pero si mal no entiendo, en el negocio de la música se gana más por los conciertos que por la venta de CDs y Jamendo es una puerta al mundo para que desde cualquier rincón del globo conozcan el trabajo que realizan y quien quita que mañana alguien los escuche y los contrate? o done instrumentos? o simplemente peguen un hit!

Segundo y si menos importante... pero me parece oportuno mencionarlo. Entiendo que se pretenda escribir con un aire que atraiga a los lectores, pero cuidando de no pasarse... Si Raúl tiene 23 años, no se tenía que esconder en ningún lado para escuchar emisoras nortamericanas, yo tengo casi 30 y sintonizaba todos los días la FM con emisoras como 'Stereo Romántica' y la '92.5' que luego pasó a llamarse '92.7', y tenía todos los discos de Willy Chirino. Ya nuestra generación no tuvo que pasar por esa étapa tan criticada.