Jorgito Kamancola: El Rapero Underground
28 de enero de 2013
Jorge Elían García Díaz, es un joven habanero como miles. Flaco, desgarbado y un poco tartamudo, pero cuando toma en sus manos la guitarra se transforma, abre el alma y contagia a los que escuchan con sus sentimientos y verdades, que pocos se atreven a decir, convirtiéndose en Jorgito Kamancola.
Este joven músico cuando todavía era prácticamente un niño se unió a varios amigos en su cerro natal y formó la agrupación Sentencia, y desde entonces escogió al rap como forma de expresión artística. Más tarde, formó parte de la banda de la Casa de Cultura de La Lisa, donde rapeaba y componía, pero la mayoría de los integrantes tuvieron que marchar al servicio militar, y él no tuvo más remedio que empezar a ganarse la vida como utilero del grupo Aceituna sin Hueso.
Uno de esos días en que la suerte toca a las puertas, los aceituneros le invitaron a cantar en la Peña del Centro Cultural Fresa y Chocolate, y desde entonces las cosas parecieron irle mejor, pues “a la gente le gustó lo que hice y pasé año y medio con ellos”, -dice-.
Después decidió echar a andar en solitario y creó el proyecto de rap underground Kamancola, que fusiona varios géneros como la rumba, el funk, y el rock, con letras agudas de intenso y crítico contenido social. “En esa etapa -afirma- grabé el demo Musas desechables y pude presentarme en el programa de la televisión Cuerda Viva, incluso estuve entre los nominados del concurso anual que promueven, pero ninguna institución se interesó por nosotros, y no se nos permitía actuar en lugares públicos por no pertenecer a ninguna empresa estatal.
Jorgito Kamancola, el rapero de la música underground cubana, enfrenta a diario esas realidades, pero no pierde las esperanzas, ni la fuerza para reclamar espacios propios donde expresarse. “Cuando vas a los clubes, teatros y otros lugares los administrativos te dicen que sí -dice- firmas un montón de papeles inservibles, pero luego le dan largas al asunto, pasan meses y no actúas. Yo no me veo cantando en los portales de los hoteles o en los restaurantes para ganarme la vida -afirma con serenidad- no tiene sentido alistarse en las instituciones oficiales y cambiar el estilo, la forma y el contenido de lo que hago por dinero o ser aceptado, es como irse del país para lavar platos y dejar a un lado mi realidad.”
Jorgito aprieta la guitarra entre sus manos, respira, levanta la vista, y esboza una leve sonrisa y habla casi sin separar los labios: “yo no quiero ser famoso, sino que la gente se identifique con el mensaje que les transmito, que sepan que existe alguien que canta por ellos, por las cosas necesarias, que parten de lo inoperante del sistema, que canta para los jóvenes que no pueden pagar los exorbitantes precios de los centros nocturnos, y exige que existan lugares para todos.”
Vuelve y hace una pausa, mira a su alrededor, y concluye: “todos los artistas jóvenes que hoy son alguien fueron underground en algún momento. En La Habana lo que pasa es que no le dan espacios a ninguno de nosotros porque decimos lo que sentimos, cuando se atrevan a pensar en que no somos una bomba para el sistema, solo entonces las cosas podrán cambiar.”
Rasga las cuerdas como en un lamento, y el rap se apodera del ambiente del encuentro. Jorgito Kamancola, el rapero de la música underground cubana, queda allí con sus sueños que hoy comparte con otros.
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28 de enero de 2013
Jorge Elían García Díaz, es un joven habanero como miles. Flaco, desgarbado y un poco tartamudo, pero cuando toma en sus manos la guitarra se transforma, abre el alma y contagia a los que escuchan con sus sentimientos y verdades, que pocos se atreven a decir, convirtiéndose en Jorgito Kamancola.
Este joven músico cuando todavía era prácticamente un niño se unió a varios amigos en su cerro natal y formó la agrupación Sentencia, y desde entonces escogió al rap como forma de expresión artística. Más tarde, formó parte de la banda de la Casa de Cultura de La Lisa, donde rapeaba y componía, pero la mayoría de los integrantes tuvieron que marchar al servicio militar, y él no tuvo más remedio que empezar a ganarse la vida como utilero del grupo Aceituna sin Hueso.
Uno de esos días en que la suerte toca a las puertas, los aceituneros le invitaron a cantar en la Peña del Centro Cultural Fresa y Chocolate, y desde entonces las cosas parecieron irle mejor, pues “a la gente le gustó lo que hice y pasé año y medio con ellos”, -dice-.
Después decidió echar a andar en solitario y creó el proyecto de rap underground Kamancola, que fusiona varios géneros como la rumba, el funk, y el rock, con letras agudas de intenso y crítico contenido social. “En esa etapa -afirma- grabé el demo Musas desechables y pude presentarme en el programa de la televisión Cuerda Viva, incluso estuve entre los nominados del concurso anual que promueven, pero ninguna institución se interesó por nosotros, y no se nos permitía actuar en lugares públicos por no pertenecer a ninguna empresa estatal.
Jorgito Kamancola, el rapero de la música underground cubana, enfrenta a diario esas realidades, pero no pierde las esperanzas, ni la fuerza para reclamar espacios propios donde expresarse. “Cuando vas a los clubes, teatros y otros lugares los administrativos te dicen que sí -dice- firmas un montón de papeles inservibles, pero luego le dan largas al asunto, pasan meses y no actúas. Yo no me veo cantando en los portales de los hoteles o en los restaurantes para ganarme la vida -afirma con serenidad- no tiene sentido alistarse en las instituciones oficiales y cambiar el estilo, la forma y el contenido de lo que hago por dinero o ser aceptado, es como irse del país para lavar platos y dejar a un lado mi realidad.”
Jorgito aprieta la guitarra entre sus manos, respira, levanta la vista, y esboza una leve sonrisa y habla casi sin separar los labios: “yo no quiero ser famoso, sino que la gente se identifique con el mensaje que les transmito, que sepan que existe alguien que canta por ellos, por las cosas necesarias, que parten de lo inoperante del sistema, que canta para los jóvenes que no pueden pagar los exorbitantes precios de los centros nocturnos, y exige que existan lugares para todos.”
Vuelve y hace una pausa, mira a su alrededor, y concluye: “todos los artistas jóvenes que hoy son alguien fueron underground en algún momento. En La Habana lo que pasa es que no le dan espacios a ninguno de nosotros porque decimos lo que sentimos, cuando se atrevan a pensar en que no somos una bomba para el sistema, solo entonces las cosas podrán cambiar.”
Rasga las cuerdas como en un lamento, y el rap se apodera del ambiente del encuentro. Jorgito Kamancola, el rapero de la música underground cubana, queda allí con sus sueños que hoy comparte con otros.
Comentarios Dejar un comentario
- Teresa
- 28 de enero, 2013 5:44 pm (GMT-5:00)
- Juanito es de los de verdad. De los que arriesgan lo que tienen y lo que no tienen por expresar lo que piensan y que la gente escuche sus canciones. Es uno de los underground a los que menos oportunidades se le da, pero él sigue insistiendo. Mediante esta página deberÃan promover su música y ayudarlo a grabar algo y que se conozca mejor. Sus textos son de lo mejor que se escribe hoy en ese género.
- 28 de enero, 2013 5:44 pm (GMT-5:00)