Renaciendo a través de la música

18 de marzo de 2013



La vida tiene sus altas y bajas, a veces tocamos fondo,pero gracias a nuestra perseverancia logramos salir del abismo donde hemos caído. En la adolescencia somos más propensos a los cambios emocionales. Los estados depresivos son muy peligrosos en jóvenes que aun no han alcanzado la madurez suficiente para poder canalizar el dolor de un desengaño amoroso. Conozco muchos casos en que el final no ha sido el mejor. Pero este no es el caso de la cantante Cindy Martínez Dit, quien resurgió como Ave Fénix gracias a su música.

Cindy, una muchacha de 25 años de edad, posee una de las voces más hermosas de la escena musical underground cubana actual. Sin dudas es una de las voces que más me ha impresionado. Interpreta lo mismo un rock que un tango. Su vida no ha sido fácil porque dando tumbos llegó hasta la Argentina, donde residió por cinco años y de allá tuvo que regresar.

Aunque Cindy es prácticamente desconocida, accedió a ser presentada en PMU para cambiar ese panorama.

“Canto desde la escuela primaria. Participaba en cuanta actividad cultural hubiera. En la secundaria participé en muchos concursos en casas de cultura. Hasta salí en uno o dos programas televisivos como Cantándole al Sol. Quería coger la Escuela Nacional de Arte, pero en la tercera prueba me suspendieron. Te cuento que a míme encanta el teatro porque también tengo vocación de actriz. Al final ingresé en la Escuela de Instructores de Arte donde las pruebas de teatro las aprobé con mejor nota que las de música, pero el tema de la voz y la influencia familiar me hicieron decidirme por la música”.

“Allí aprendí cantidad, me especialicé en la guitarra y en dirección coral. Así poco a poco fui cogiendo oficio y a componer mis canciones. Los días grises, cuando más paz tenía en mi casa, era cuando más fácil me salían”.

“No me gradué, dejé la carrera en tercer año pues mi mamá se iba del país para Argentina por mucho tiempo, y ya tú sabes el servicio social de los instructores de arte es por ocho años. Todo ese tiempo sin poder viajar y sin ver a mi mamá. ¡Qué va! Decidí irme con ella. Hicimos todo el papeleo. Vendimos la casa con todo adentro y nos mudamos para Buenos Aires”.

“Conocí el tango por allá y me enamoré de un profesor de tango cubano que también vivía allá. Comenzamos desde cero, trabajé en un restaurante de camarera, lavé platos, sufrí maltratos, fui masajista, planché ropa, limpié casas, hice de todo para sobrevivir.Gané más dinero y me alquilé sola. Tuve otra pareja, un músico argentino que tocaba ritmos cubanos. Su papá era bailarín, juntos formamos una pareja de salsa y por ahí tuve otra entradita de dinero los fines de semana. Me separé del muchacho y por supuesto el papá no trabajó más conmigo. Seguí buscando y comencé a cantar y a bailar música cubana en un boliche. El lugar se llama Cuba Mía. Los primeros días fueron pésimos para mí, los micrófonos no se escuchaban, el público no cooperaba. Pero poco a poco me fui ganando a la audiencia. Ese fue el único trabajo que tuve en Argentina como cantante. Aunque el trabajar todas las noches me dio tremendo oficio”.

“Después me inserté en un mundo no acostumbrado para mí. Me hice adicta a sustancias no beneficiosas para el ser humano. Realmente toqué fondo, por poco me muero. Pensé que nunca iba a ser la misma. Por suerte mi mamá me ayudó. Nunca me dejó sola. Pasé cuatro meses y medio en un hospital psiquiátrico recuperándome y mi mamá me mandó para Cuba, casi obligada pero fue necesario para que recuperara toda mi salud física y mental. Todo esto fue mi responsabilidad, pero aprendí mucho de la vida, a valorar lo bonito que vivimos cada día. Este fue el momento de mi vida donde realmente comencé a valorar la música. Dentro del hospital había músicos adictos como yo”.

“Cuando llegué a La Habana, ya casi estaba totalmente recuperada. Seguí el tratamiento con pastillas y me atendía una psiquiatra. Dejé las pastillas poco a poco. Me atendieron en Higiene Mental que está en la Avenida 26. Pero aquí tienen experiencia con alcohólicos, no con drogadictos y conversé con la doctora que en esos grupos de apoyo lo que hablaban no tenía nada que ver conmigo”.

“Hace cuatro años que regresé a la Habana. Vivo con mis abuelitos en Santa Catalina y Primelles, detrás de la heladería World, en el Casino Deportivo del Cerro. Los primeros meses fueron muy duros. ¡Imagínate volver para acá peor que antes! Me deprimí mucho pues ya me había adaptado a la comida, a la manera de vivir de los argentinos”.

“Me levanté un día convencida de que tenía que hacer algo con mi vida. No podía seguir dependiendo de mi mamá. Me puse a arreglar uñas, a hacer manicure, al punto que ahora soy experta en poner uñas acrílicas. De eso vivo, diario me gano 4 o 5 dólares, que con eso se vive en Cuba. Pero como siempre he tenido que ver con el arte, como que me faltaba algo en la vida. Recuerda que siempre quise ser actriz. Un día la mamá de mi hermano me dice que en su edificio vivía Humberto Rodríguez, que es un profesor de teatro que les da clases a los aficionados. Fui a la Casa de la Cultura de Plaza y comencé a estudiar con él. Es un profesor genial. Le debo mucho.Allí me descubrí como actriz y comencé a hacer teatro. Me encanta esa adrenalina de estar con el público. Tuve la posibilidad de que Humberto me recomendará con el afamado director y dramaturgo Nelson Dorr. Hice una obra con actores profesionales, María Teresa Pina, Carlos Padrón, la única aficionada era yo. Trabajé cuatro fines de semana en el Teatro Mella, en la puesta de Medea, tremenda experiencia. Esto es importante para mí. Quiero comenzar a trabajar con Carlos Díaz en la compañía El Público, pero vamos a ver si se me da. No he tenido mucho tiempo, es las uñas, la música, mi vida”.

“Un día saliendo de la Casa de Cultura, me encontré al trovador José Antonio Silverio, sentado en un quicio con su guitarra. Su cara me era conocida y recordamos que ambos habíamos estudiado en la Escuela de Instructores de Arte. Le enseñé mis canciones, primero grabamos mi voz en su celular. Pasó el tiempo y me llamó a mi casa, me comentó que tenía un estudio en La Lisa, y fui para allá. Le enseñé el último tema que había escrito “Verte de Nuevo”, uno de mis favoritos, le encantó y lo hicimos. Poco a poco grabamos más, “Amor de Queso” y “Tú y Yo”,que también tratan sobre el amor. Todas tienen que ver con mis experiencias. Compongo con la guitarra, en la soledad de mi casa. Mientras haya tranquilidad puedo componer. Primero hago la melodía y después le pongo la letra”.

“Mi estilo es un poco de trova, también un poco de hip hop, es fusión, en algunos temas le doy algún toquecito de blues, pero fundamentalmente es trova. Las canciones me salen fácil cuando tengo alguna emoción a flor de piel que no puedo expresar de manera convencional. A veces cuando me siento muy bien muy bien o mal bien mal es cuando más fácil me baja la musa. Vaya que en medio minuto me salen las palabras. Sin embargo he forzado la composición algunas veces y no he logrado hacer una buena canción”.

“Con José me presenté en el Club Barbaram, a manera de debut, acompañados por Eduardo Betancourt en el cajón flamenco”.

“Me encanta que las personas aquí en Cuba tengan sus propios estudios de grabación, pues se le abren muchas puertas a personas como yo. Es un nuevo camino que se puede transitar en el mundo musical. Que cualquiera que desee que su música se conozca, pueda grabarla lo mejor que se pueda, que tengamos oportunidades, que tengamos derecho a expresarnos a través de nuestro arte. Que haya democracia musical”.

“Admiro la salsa, la rumba. Me gustaría defender cualquier género musical cubano. El tango también me gusta, donde me siento más cómoda es en la bachata. La trova me encanta, empasto muy bien con José, que de hecho es mi productor musical. Colaboré con él en el disco Labios con humedad, en el tema “Te busqué”. El habló conmigo y me dio plena libertad para ponerle cosas mías. No me puso ningún requisito en específico y la canté tal como me salió. Creo que salió muy buena”.

“Si regreso a Argentina algún día me voy a dedicar exclusivamente a la música. No he ido para allá por cuestiones económicas pero pienso volver pronto aunque sea a trabajar de bar en bar. Con talento se triunfa, yo lo sé”.

“Yo necesito cantar para sentirme bien. No me importa si llego o no llego, lo mío es cantar, esa es mi mejor terapia. Me hace feliz el tener en mi vida un espacio para sentarme a pensar, coger mi guitarra y hacer una canción. Yo se que les llega a las personas, porque todo lo que se hace de corazón alcanza su objetivo”.

Cindy es un diamante en bruto. Continúa nutriéndose musicalmente de la escena underground habanera. No ha tenido ninguna recaída. Cuando se siente triste en vez de acercarse a sustancias dañinas se dedica a componer canciones. La música es una droga muy fuerte, pero muy positiva, y ella la necesita para estar viva. El cantar es lo mejor que le ha pasado en la vida. Su amistad con el productor underground José Antonio Silverio es una bendición para ella pues le brinda desinteresadamente su acompañamiento musical y un estudio para grabar sus canciones porque esta hermosa muchacha está ávida de escenarios donde regalar su arte.

La vida real, cruda tal como es, la ha enseñado a disfrutar cada segundo de dicha que sentimos cuando hacemos lo que nos gusta. No pretende mucho con su sorprendente voz, sino el conquistar nuestros corazones. Algún día, en algún lugar alcanzará la fama, pues talento y perseverancia le sobran.

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