Romanza para bongó



Raquel García Alonso da al traste con el estereotipo de la imagen personal de un músico asociado al instrumento que ejecuta. De anatomía grácil y mirada que navega entre lo romántico y lo tímido, usted bien podría imaginarse a Raquel pulsando un arpa o un violín. Pero esta joven habanera de 34 años no es arpista ni violinista. Raquel ató con fuerza su destino artístico a otro instrumento: el bongó.

Afortunadamente, tan contradictorio contraste visual se esfuma al percibirse la diversa y armoniosa sonoridad que se produce cuando las manos de Raquel golpean el cuero de los tamborcillos aferrados a sus rodillas. Ejecutante e instrumento parecen vibrar en una sola pieza. En ese instante olvidamos que el bongó forma parte de la llamada “percusión menor”, y concordamos con Fernando Ortiz en que tal instrumento es “la más valiosa síntesis en la evolución de los tambores gemelos lograda por la música afrocubana”.

La trayectoria artística de Raquel no difiere mucho a la de otros tantos jóvenes que, por diferentes vías y géneros, han irrumpido en la escena musical cubana con el fin de ganar la preferencia del público, además de trabajar y ganarse la vida dentro de lo que les satisface.

En un principio Raquel quiso profundizar en otro instrumento que la naturaleza le otorgó: su voz. Estimulada por los padres, sus principales admiradores, inició estudios de canto en una escuela particular de La Víbora.

Dado la calidad de sus registros, su armonía y afinación, y a juicio de profesores y especialistas, podía convertirse en una destacada intérprete. Pero por esas complejidades del ser humano, el canto en Raquel no caló vocacionalmente con el empuje necesario para consagrarse a su ejercicio. Pese a ser premiada en un concurso municipal, de trabajar como solista en el septeto Nuevo Caribe, y de participar con su voz en varios spots para la radio y la televisión, Raquel decidió apostar por la percusión.

“Muy especialmente por el bongó. Fue algo así como una vocación reprimida. Tal vez por los prejuicios propios y ajenos. La imagen de una mujer bongosera no era ni es nada común. Tuve que luchar mucho conmigo misma para tomar esta decisión, pero no me arrepiento para nada. Puedo cantar, y dicen que lo hago bien, pero no experimento en el canto ese desgarramiento interior que se produce en mí cuando saco música de este par de tamborcillos. Quisiera tener las palabras exactas para explicártelo mejor”.

Más exactas y locuaces no pudieron ser sus palabras, que nos ponían frente a una valiente joven que prefirió sacrificar un protagonismo musical dentro del canto, el cual se le abría con magnificas perspectivas, para asumir un estatus artístico supuestamente más humilde y anónimo. “Nada de eso. No creo en esa subestimación. El bongó ha caminado mayoritariamente junto con la música cubana de los últimos cien años. Llegó a La Habana con el son montuno y fue calando hasta arribar al escenario internacional. Hoy día no se concibe una orquesta de salsa sin la presencia del bongó. Y hasta puede figurar en un arreglo sinfónico”.

Con su pequeño y bien conducible instrumento, Raquel ha trabajado con varios conjuntos musicales. “No ha sido nada fácil mantener una estabilidad laboral. Por lo general los conjuntos se integran para trabajar por situaciones eventuales. Los contratos están sujetos a la demanda de los lugares en que nos presentamos. Digamos, por ejemplo, que con diferentes grupos he actuado, de un tiempo para acá, en el Hotel Presidente, en la Marina Hemingway, Hotel Parque Central y en el Café Boloña. También he hecho suplencias. A donde me llaman, ahí estoy”.

Le preguntamos si para ella, dada su condición de mujer, no le resulta agotador el no tener un esquema laboral estable. “Por suerte o no, no soy casada ni tengo hijos. Además recibo un fuerte apoyo por parte de mis padres. Ahora mismo he mantenido una constancia de trabajo con el cuarteto Los Cónsules, que tiene su sede en el restaurante La Casona”.

Para finalizar, ¿proyectos? “Cuba es el país de los proyectos, sobre todo en el mundo de la música, y por eso yo tengo que tener el mío o los míos: estoy trabajando para integrar un cuarteto de mujeres solamente. Al mismo tiempo me encuentro enfrascada en algunas composiciones de mi propia inspiración y, por qué no, desearía ver algún día un disco grabado con mi música y mis interpretaciones”.

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