Un concierto diferente



La escena underground cubana se trasforma al compás de los nuevos tiempos que corren. Los espacios donde presentarse escasean, y las bandas profesionales copan los centros nocturnos y los teatros. La censura e incomprensión de los funcionarios culturales, y el mal entendimiento del mensaje social expresado por las agrupaciones noveles, casi siempre frustra cualquier tipo de actividad organizada fuera de los cánones del “establishment” imperante.

Los músicos independientes cubanos no encuentran fácilmente una plataforma donde expresar sus ideas, sentimientos e inquietudes. Sin embargo, nunca se rinden y buscan soluciones, por eso uno de los nuevos espacios de expresión son las descargas privadas y cualquier fecha festiva puede tomarse como excusa para organizar un concierto.

Hace unas semanas fui testigo de la descarga cumpleañera de Pepito Scull, llevada a cabo de manera sobresaliente en una azotea de la Habana Vieja. Uno de los grupos que participaron fue Atala, trío integrado por su director y bajista Yuri Vázquez, la saxofonista Muriel Vázquez Scemama y el percusionista Etian Cáceres Pérez, quien interpreta la darbuka, el cajón flamenco y la batería. Su fusión de ritmos brasileños y árabes con el jazz no es común en nuestro país.

Tras el éxito de la descarga cumpleañera de Pepito y la gran acogida por parte del público del arte de Atala, Yuri decidió celebrar su onomástico de la misma manera. Él, su esposa Muriel y su pequeño hijo residen en un apartamento con una espaciosa azotea, ubicado en la calle 6 entre 19 y 21, en el Vedado capitalino.

Varios artistas se entusiasmaron con la propuesta y aseguraron su presencia. Me motivé y decidí cubrir el suceso para PMU, donde la única condición fue asistir con un sombrero o gorra, y cada cual aportó algo de bebida o comida según sus posibilidades.

Escuchar una música alternativa, diferente a la que siempre está presente en los medios y escenarios cubanos, motivó a que asistieran numerosos extranjeros: suizos, franceses, argentinos y colombianos que fueron mayoría. Los sonidos acústicos fueron preponderantes, pues sólo se utilizó la amplificación de un pequeño equipo electrónico. La noche comenzó con el guitarrista Luis Miguel “Whichy” Zayas interpretando algunos boleros, acompañado por los coros de los más entusiastas.

Después el grupo Kumbele nos deleitó con los ritmos de la cumbia y el mapalé colombianos. Este ensemble está formado por Santiago Barboza en la maraca y gaita folklórica caribeña, Luna Fáez en la gaita y voz, José Labañino en el cajón, y Virginia López en el piano, arpa y coro. Rafael Lozina en la voz y Etian con la darbuka se les unieron más tarde.

Posteriormente la bella intérprete suiza Zoe nos regaló un estándar de jazz acompañada por las flautas kuisi hembra y macho, y de repente me vi rodeado de sonidos afro caribeños.

Pepito Scull se animó y junto a Zoe proporcionaron uno de los momentos álgidos de la noche, un mano a mano intercalando la música anglosajona con los ritmos tradicionales cubanos.

El saxo de Muriel nos avisó que llegó el turno de los anfitriones. Yuri comenzó con el pandeiro e interpretaron la bossa “Desafinado”. Después varios integrantes de Kumbele y Pepito Scull se sumaron en “Quiet Nights”. Continuaron las improvisaciones de música árabe que logró sorprender a los que nunca habían escuchado a Atala.

La descarga se terminó alrededor de las 2 y media de la mañana, y para mí fue una fiesta sui generis, llena de una música poco común pero muy atractiva.

Hay artistas que uno admira por su perseverancia en el trabajo, pero también por su proyección ante la vida y su manera de asumir los retos y desafíos que esta impone. Es una lástima que estos muchachos no tengan donde presentarse, ni la posibilidad de grabar discos o demos, pues calidad les sobra.

Atala bebe de muy diversas fuentes y traduce toda esa experiencia en un lenguaje musical exótico por nuestros lares. Sus miembros son rebeldes y quieren hacer algo diferente. Nunca les ha gustado seguir patrones ni imposiciones para hacer lo que les dicen los demás que se comercializa ahora. Ellos tocan lo que les llega al corazón y que trasmiten de igual forma al público. Porque cuando un artista es auténtico, sincero con él mismo y coherente en su proyección, convence a las personas. Por eso creo que a pesar de seguir una línea no comercial, escuchar a Atala es una experiencia increíble de la que no puede privarse a nuestra gente.

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