La literatura y la música marginal



En días pasados, en la embajada de España en La Habana, dos famosos escritores de Cuba, Leonardo Padura Fuentes y Pedro Juan Gutiérrez, ofrecieron sendas conferencia sobre la literatura marginal.

Ambas conferencias estuvieron relacionadas con el medio marginal en la literatura, muy interrelacionado también con la marginalidad en la música.

Casualmente Padura escribió un libro de entrevistas dedicado a la salsa latina, Los rostros de la salsa, y Pedro Juan publicó una crónica dedicada al percusionista Chori, en la revista Bohemia, donde trabajaba hace años.

Según Pedro Juan, el tema de la marginalidad nunca ha sido bien mirado por las clases dominantes o por las administraciones culturales, haciendo de muchas obras literarias “oscuros túneles, literatura caótica, inconveniente. Una literatura satanizada”. Observemos que ha sucedido lo mismo con la música marginal, llamada sucia, negra, de “mal gusto”, y que siempre ha asumido muy mala fama.

Todo esto se trata simplemente de un reflejo de la sociedad en determinados momentos. “Toda cultura es una crisis constante –aclara Pedro Juan Gutiérrez– golpes caóticos de los tiempos. Sin crisis vendría el estancamiento, no existiría la modernidad”.

Este arrinconamiento de la literatura y la música volviéndolas marginales, underground, ha traído como consecuencia el olvido de mucho del buen arte verdaderamente auténtico. “Al historiador de la música afrocubana –escribió Fernando Ortiz en 1950– le será muy difícil penetrar en el campo objeto de su estudio por la escasez de informaciones, pues en Cuba la música de los negros jamás fue estudiada y así los escritores nativos como los viajeros que pasaron por el país, sólo escribieron meras impresiones acerca de ella y trataron de sus aspectos sociales, no ocupándose de su transcripción ni de sus análisis. Todavía está por hacerse una positiva exploración que estudie su estado actual, y es de esperarse que los musicólogos emprendan su estudio con propósito científico; pues su labor, si hecha con sinceridad y más allá de simples incursiones pasajeras, suelen ocultarse en las selvas inexploradas”.

De facto te encuentras con poca bibliografía, “con una tara de origen”, como precisó el musicólogo Odilio Urfé. Cuando revisas el mundo pobre, marginal, arrabalero de la música, te encuentras que apenas existen fotos, grabaciones y estudios de ese arte que el musicólogo Helio Orovio llamaba “cultura de la pobreza”.

Tomemos como ejemplo a los cabaretuchos de la Playa de Marianao en La Habana y su llamada “Música de Fritas”, y veremos que apenas existen fotos en los archivos de la revista Bohemia y Carteles, de esos sitios, y mucho menos de los músicos que tocaron allí. Incluso, las fotos que existían de Marlon Brando bailando el chachachá en el cabaretucho de La Choricera, donde tocaba el Chori, misteriosamente desaparecieron. Solamente quedan algunas fotos del fallecido Constantino Arias y su esposa, una anciana arrebatada que no admite sus publicaciones comerciales.

Los poderosos no pueden aceptar el arte de los que no tienen nada. Rastrear la historia de la música popular cubana relacionada con lo negro, es casi imposible. Hoy todavía siguen esas discriminaciones, principalmente por una intelectualidad cubana que está totalmente desorientada.

¿De dónde salió la gran música popular actual de toda América? El jazz, el samba, el merengue, las danzas mexicanas, el huapango, los mariachis, la cumbia colombiana, el tamborito panameño, el tango y la milonga argentina, el pasillo ecuatoriano, el calypso de Jamaica, la tonada de Chile, el joropo de Venezuela, la plena y la bomba de Puerto Rico, y todos los ritmos cubanos como la conga, la rumba, la guaracha, el bolero, el danzón, el mambo, el chachachá, la pachanga.

¿Qué ritmos tuviera ahora América sin la marginalidad underground? ¿Qué fuéramos ahora sin esa música “sentida” que se creó para ser vivida y sufrida y surgió underground? ¿Qué música tuviéramos ahora para representarnos ante el mundo? ¿Qué identidad cultural tuviéramos sin ese arte nacido de la substancia de la tierra, del fango, del arrabal dolido?

Tuviéramos un arte de salón, de lujo o adorno, impersonal, sin vida. Fernando Ortiz, en su libro “La africanía de la música folklórica de Cuba”, habló de la música “formalista, inexpresiva, insocial, inútil”. “Arte falso, infecundo que no llama a nada por ser de una incomprensibilidad casi esotérica, encubridora de inconfesas frustraciones”.

Cuidemos de cerrar artificialmente el paso futuro o de hacer aún más difícil la labor de los artistas actuales, al señalarle modelos rígidos que no sólo reflejarán imperiosamente el arte insincero, sino que por añadidura tergiversarán las coordenadas del problema presente.

El arte de nuestra América posee una riqueza que desborda todos estos límites y encierra la promesa de un futuro cargado de nuevas realizaciones que tomaran el mismo camino de la música y la literatura del continente.

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Yuariel
26 de junio, 2013 11:29 am (GMT-5:00)
Todo eso es muy intelectualoide y es muy fácil mirar y hablar mirando a los toros desde la barrera, la esencia es que en Cuba se politiza todo, cómo entonces prohibir, perseguir, ignorar, sepultar al movimiento alternativo (underground) cubano cuando esos teóricos afirman que conforman el futuro de tradiciones, géneros, en fin de la cultura nacional. Al menos eso es una alerta. Hágamos todo el esfuerzo posible para potenciar la alternatividad cultural y de esa manera estaremos salvando el futuro de la cultura cubana. No ayudemos a que la maten