Híbrido entre arte y ciencia o Arte + Ciencia = Yordi Toledo



Nadie duda que desde que conocimos nuestro carácter gregario, la música ha sido una de las más ricas experiencias. En aquel entonces, infancia humana, arte y ciencia nacieron unidas. Hoy ambas conservan su característica primigenia de revelación y ya sea que converjan o diverjan, los hombres de vanguardia no deben ignorar sus frutos. Yordi Toledo es el caso de una de estas convergencias o si se quiere, de una transición. Oigamos su historia.

En los años en que se busca la verdadera vocación, las pasiones, lo que hace al corazón dar un vuelco. “Lo mío fue raro, cuando chama era muy dado a las ciencias, competía entre los mejores en matemática y física”. Entonces, nuestro protagonista comienza a programar en lenguajes como Pascal y Q Basic, y en los primeros ejercicios, juegos realizados a partir de programaciones muy sencillas. “Fue como un bichito, yo quería que tuviera musiquita, pero eran lenguajes muy precarios, así que empecé a estudiar para poder ponerla poco a poco, comenzando por las negras, las corcheas y las notas musicales: do, re, mi, fa. Me fue entrando tanto que después no pude sacarlo”. Por dos años estuvo confundido, sincopado. La computadora se hizo guitarra y la idea de ser músico, firme convicción. Abandonó la escuela de enseñanza media superior, mientras le decía a su madre: “¡Quiero ser músico y ya me cogió tarde! ¡Me voy a superar!”

1999, estudió en la escuela de canto lírico de Pinar del Río. ¿La tesitura de su voz? Entre barítono y segundo tenor, barítono por su extensión y tenor por su color y levedad, era una excelente noticia para un intérprete, pero Yordi necesitaba la creación, acortar la distancia entre su interior y el mundo. Hizo trova, pop rock, trabajó con bandas de circunstancias, a la vez que terminaba el bachillerato en la Facultad Obrero Campesina. “Por eso de que el 12 grado hace falta”. Era una etapa de experimentación como instrumentista y arreglista. Varios grupos de rock lo acogieron como PM y Ley del Jácaro. Pero no era este el final del inquieto autodidacta. Teníamos voz y un instrumento, voz y guitarra, casi un trovador.

Estaban las condiciones objetivas, pero ¿cómo llegó a la trova, a la composición?  “Intentando la canción, empezó a brotar. Mis primeras canciones no fueron las mejores, pero sí muy queridas”. De eso se trata la evolución, ¿no? En esos primeros intentos se pueden seguir las trazas de amores frustrados, sueños, para llegar a sazonar los más diversos ánimos. Festivales como el Longina, Romerías de Mayo, Al Sur de mi Mochila y De Tal Trova, confluencia de los amantes del género, le reservaron espacio. “Mis temas son ligeros, pero no caen en la bobería, quiero que se disfrute a la vez que se reflexiona. Hice peñas en mi comunidad y debo decir que se llenaban, esto me ayudó mucho a continuar. Después estudié sonido para ser autónomo porque muchas veces el trabajo del sonidista y el intérprete, tan complementarios, se vuelven una total contradicción. Ahora es la música la que me lleva a las computadoras”. Son las exigencias de estos tiempos.

Yordi nunca paró de hacer con música. Participó en discos compilatorios hasta que llegó su primer fonograma en 2008, Flores Negras, fue invitado de Trovarte con Víctor Quiñones, hizo música incidental para películas, animó los veranos de Playa Baracoa, y siempre encontró la oportunidad, el público y la inspiración. “Aunque mantengo mi proyecto independiente, me uní con Hoyo Colorado que tiene unos músicos estupendos”.

Le invito a que escuche Sin remedios, su último disco, lleno de frescura y cubanía. Y si usted es de los que ama el sabor de los piropos, tenga a bien escuchar “Tantafrescura”.

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