El Jazz es mi vida



Eduardo Campos Reid no es un músico común. Nació y creció en la ciudad de Camagüey, rodeado de buenas melodías, y supo desde muy pequeño que dedicaría su vida a la música.

Gracias al constante apoyo de sus padres y hermanos, matriculó con sólo ocho años de edad en la Escuela de Arte de Camagüey, y tras pasar por varios instrumentos, casi por casualidad llegó al contrabajo, un hecho que marcaría su vida para siempre. Desde aquel entonces formaron una pareja inseparable que tiene como bases el sacrificio, el estudio, la disciplina, y el respeto mutuo, y como lenguaje: el jazz.

“Me siento –dice– constantemente bajo la influencia de músicos como Charlie Parker, Herbie Hancock, John Patitucci, Raymond Brown, Ron Carter, Bill Evans, Keith Jarrett, Matt Davis y Christian McBride. Con ellos crecí y me formé, pero también me inspiran maestros cubanos como Chucho Valdés, Gonzalo Rubalcaba y Jorge Rivero Tirado, que es la persona quien más ha incentivado en mí el amor por el jazz y la buena música en general”.

En el pasado Festival JoJazz 2012, Eduardo ganó el primer premio en interpretación, pero el fatalismo geográfico le tendió una trampa y no pudo aceptar buenas propuestas de trabajo, por no tener dónde vivir, ni cómo mantenerse en la capital.

“Camagüey –afirma– tiene un ambiente cultural muy rico, pero para los jóvenes con aspiraciones no hay muchas opciones, y no siempre te brindan los espacios, y muchos menos las oportunidades para realizarte. Ahora estoy trabajando muy fuerte en la composición, para ayudar a algunos amigos realizadores de audiovisuales, y tengo treinta temas, pero los músicos establecidos y las instituciones oficiales no están interesados en eso”.

Junto a sus labores docentes en el Conservatorio de Música José White, porque tiene que ganarse la vida de alguna manera, fundó junto a varios amigos el Camagüey Estudio Jazz Collective, con el fin de buscar espacios donde compartir su arte, promocionar y unir a los amantes del género.

“Tras muchos inconvenientes con el local y salvar otras barreras e incomprensiones –dice– pudimos reunirnos recientemente por primera vez, en una presentación en la que interpretamos fundamentalmente temas míos. El concierto fue sólo el inicio de varias actuaciones que estamos interesados en realizar para promocionar el jazz en nuestra ciudad. Afortunadamente son varios los artistas que compartimos ese propósito”.

A pesar de que Eduardo conoce a mucha gente, y siempre está rodeado de amigos y estudiantes, no ha podido avanzar en la conquista del sueño de que su ciudad natal cuente con un club donde los jazzistas, en el mejor estilo clásico del género, improvisen cada noche y compartan el pedacito de vida bohemia que todos llevamos por dentro.

“El jazz es más que notas y estilos –deja fluir sus palabras mientras mueve los dedos como si tocara el instrumento en el escenario– es casi un estilo de vida, al que cada uno de los mejores jazzistas aportó su pedacito. Entre todos contribuyeron a crear la leyenda y los mitos de los que nos alimentamos durante generaciones”.

“Ese espíritu –concluye– es el que quiero llevar a mis compañeros del proyecto e impregnar en mis alumnos, a quienes además de ayudarlos a dominar los secretos del contrabajo, les trato de enseñar los secretos y la mejor manera de disfrutar el jazz. Si al menos puedo sembrar en todos ellos una pequeña semilla, regarla y verla germinar, sería el mejor premio de mi vida”.

Eduardo Campos Reid a sus veinticuatro años sabe que la buena música es un bálsamo para el alma. Fuerte de espíritu y luchador nato, continúa peleando por hacer realidad sus sueños contra viento y marea, y por eso apuesta por el jazz para reflejar intensamente la vida.

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