No soy gorda, yo lo que me pasé de buena
2 de septiembre de 2013
Amanda Pérez Betancourt es de aquellas chicas que no creen en estereotipos de género cuando se habla de guitarra en mano. La Friky, es el nombre que se ha ganado por una conducta un tanto alocada, diferente a todos los patrones establecidos, y con un carácter fuerte, noble y muy segura de sí misma.
“Yo no soy gorda, yo lo que me pasé de buena. Soy envueltica en masa, pasadita de peso, muchas curvas y demasiado buena”, pero lo más significativo de esta veinteañera de Nuevo Vedado en La Habana, son sus rasgos espirituales. “Músico, poeta y loca, histérica, detallista, venática, alegre. ¿Qué más puedo decirte? Los músicos estamos locos”.
Amanda no cree en la mayoría de los músicos actuales, a los que considera parte de un estilo comercial, que utilizan la música con fines de lucro, y están más concentrados en reproducir que en componer algo con sentido. “La música no se hace, se nace con ella, surge en dependencia de cómo tengo el día, de la situación. Me inspira ver buenos músicos, tocar. Entre todos los géneros, el que más me gusta es el flamenco, es muy divertido”.
Como guitarrista perteneció hace algún tiempo a un proyecto universitario llamado Los Informáticos del Son. “Es cierto que teníamos un nombre ‘cheo’, poco atractivo, pero que combinaba nuestras dos pasiones. La primera vez que nos presentamos en un Festival de Cultura, todo el público se empezó a reír de aquel nombre, fue un momento difícil, en el cual tuvimos que superar aquella impresión y demostrar que nosotros si valíamos la pena”. Sus otras presentaciones se resumen al Parque G y al Malecón.
Desde los 14 años, pretende formar un grupo para tocar lo que a ella le gusta, pero no para establecerse y perder su identidad propia como músico. “No quiero caer en tentativas comerciales, como (han hecho) muchos jóvenes. Más bien, aspiro a un grupo, por tener un espacio de socialización, donde hacer lo que me gusta con la gente que me gusta, como Marilyn Manson. Hollywood, te puede pagar 1000 dólares por un beso, pero solo 50 centavos por tu alma, y yo no quiero eso para mí”.
“Casi toda mi vida se ha basado en separaciones, primero de mis amigos, cuando salí del país por un contrato de trabajo, de mis padres, y luego al volver, tuve que separarme de ellos porque ya no tenía edad para salir. He estado mucho tiempo sola y gracias a mi música me he sentido mejor, no sólo porque me ayuda a expresarme, sino que ha sido un medio para conocer a personas de este mismo mundo, lo cual me ha dado gasolina para seguir en este”.
“Quisiera agradecer a los pocos amigos que conservo de antes, como a Camila y May, parte de mis canciones y descargas. Camy porque siempre me impulsa y May porque muchas veces sus críticas fortísimas me hacen pensar mejor mis canciones. También, a mi familia que es muy animada”.
“Quisiera de veras que todo aquel que guste de la música, pueda hacerla y exponerla, pero siempre respetando ciertos principios éticos, morales y sociales. La cuestión muchas veces no es el ritmo a seguir, sino la letra de nuestras canciones y lo que pensamos trasmitir. No se puede perder de vista esto, ya que es la verdadera esencia de lo que hacemos”.
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2 de septiembre de 2013
Amanda Pérez Betancourt es de aquellas chicas que no creen en estereotipos de género cuando se habla de guitarra en mano. La Friky, es el nombre que se ha ganado por una conducta un tanto alocada, diferente a todos los patrones establecidos, y con un carácter fuerte, noble y muy segura de sí misma.
“Yo no soy gorda, yo lo que me pasé de buena. Soy envueltica en masa, pasadita de peso, muchas curvas y demasiado buena”, pero lo más significativo de esta veinteañera de Nuevo Vedado en La Habana, son sus rasgos espirituales. “Músico, poeta y loca, histérica, detallista, venática, alegre. ¿Qué más puedo decirte? Los músicos estamos locos”.
Amanda no cree en la mayoría de los músicos actuales, a los que considera parte de un estilo comercial, que utilizan la música con fines de lucro, y están más concentrados en reproducir que en componer algo con sentido. “La música no se hace, se nace con ella, surge en dependencia de cómo tengo el día, de la situación. Me inspira ver buenos músicos, tocar. Entre todos los géneros, el que más me gusta es el flamenco, es muy divertido”.
Como guitarrista perteneció hace algún tiempo a un proyecto universitario llamado Los Informáticos del Son. “Es cierto que teníamos un nombre ‘cheo’, poco atractivo, pero que combinaba nuestras dos pasiones. La primera vez que nos presentamos en un Festival de Cultura, todo el público se empezó a reír de aquel nombre, fue un momento difícil, en el cual tuvimos que superar aquella impresión y demostrar que nosotros si valíamos la pena”. Sus otras presentaciones se resumen al Parque G y al Malecón.
Desde los 14 años, pretende formar un grupo para tocar lo que a ella le gusta, pero no para establecerse y perder su identidad propia como músico. “No quiero caer en tentativas comerciales, como (han hecho) muchos jóvenes. Más bien, aspiro a un grupo, por tener un espacio de socialización, donde hacer lo que me gusta con la gente que me gusta, como Marilyn Manson. Hollywood, te puede pagar 1000 dólares por un beso, pero solo 50 centavos por tu alma, y yo no quiero eso para mí”.
“Casi toda mi vida se ha basado en separaciones, primero de mis amigos, cuando salí del país por un contrato de trabajo, de mis padres, y luego al volver, tuve que separarme de ellos porque ya no tenía edad para salir. He estado mucho tiempo sola y gracias a mi música me he sentido mejor, no sólo porque me ayuda a expresarme, sino que ha sido un medio para conocer a personas de este mismo mundo, lo cual me ha dado gasolina para seguir en este”.
“Quisiera agradecer a los pocos amigos que conservo de antes, como a Camila y May, parte de mis canciones y descargas. Camy porque siempre me impulsa y May porque muchas veces sus críticas fortísimas me hacen pensar mejor mis canciones. También, a mi familia que es muy animada”.
“Quisiera de veras que todo aquel que guste de la música, pueda hacerla y exponerla, pero siempre respetando ciertos principios éticos, morales y sociales. La cuestión muchas veces no es el ritmo a seguir, sino la letra de nuestras canciones y lo que pensamos trasmitir. No se puede perder de vista esto, ya que es la verdadera esencia de lo que hacemos”.
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