Alfredo de la Fé



Hay que tener amor de veras a la música para lograr seguir en esto, cuando sientes poco apoyo estatal para hacer lo que te gusta. Sin embargo, contamos con los enamorados tercos a ella. Alfredo de la Fé Burón Olano, es un ejemplo fiel de este caso.

De la Fé es nacido en Camagüey, pero actualmente vive en la capital. Trigueño, bajito, de unos escasos 1,53 cm, pero eso sí, un joven de 55 años. Le rondan muchas inconformidades, tanto éticas como morales, y sobre todo las materiales. “Me considero ahogado ya que paso muchas dificultades para encontrar trabajo, y por tanto la remuneración a este. Me disgusta mucho la arbitrariedad con la que las autoridades me permiten o no hacer mi trabajo, aunque tenga licencia para trabajar como cuentapropista: ‘animador de fiestas’, al igual que payasos y magos, requiero de un permiso especial para tocar en las Playas del Este o en los restaurantes de la Habana Vieja. Incluso en las paladares particulares me dicen que tienen prohibido contratar a mis músicos. En fin, con todo esto siento que a los músicos bohemios nos ven como cucarachas, pues nos pisotean a su antojo”.

Con esta situación le sobran los motivos para preocuparse en cómo resolver sus necesidades, inclusive las más básicas cómo alimentarse o vestirse, sin hablar de mantener económicamente a su familia y su casa, cuestiones que le hacen sentirse espiritualmente inconforme. Sin embargo, conserva su optimismo la mayor parte del tiempo, ya que se siente feliz con su música, la que considera como algo global según el momento y el lugar. “Es un arte que da todos los colores de la felicidad y un estado emocional tan vasto que llena toda la vida en su conjunto. Soy compositor, hago mis canciones, e interpreto otras nacionales y foráneas, sin preferencia por ningún género. Las mías propias las hago a partir de un sentimiento que me estremece y no me deja lugar en mí para otra cosa que hacer música... de todos mis temas el que más me gusta es ‘Viejo Milagroso’”.

Confía en que algún día le permitan tocar su música a plenitud, sin ser detenido o multado por esto. Aunque cuenta que se ha presentado en las Casas de Cultura de Centro Habana, Habana Vieja y Cerro, las cuales considera un buen lugar para promocionarse y hacerse un currículum, aunque es muy difícil conseguir una audición o evaluación, y si se logra hay que contar con mucha paciencia y gran talento. “Actualmente con tantas trabas, me queda una única opción para poder mostrar mi arte: el muro del Malecón, donde hago algún dinero. Realmente es una odisea, porque hay que ser extremadamente educado, observador, disciplinado y paciente, pues allí se reúnen todos los prototipos de personas”.

Comenta que la guitarra siempre le ha llamado la atención y la aprendió a tocar en Etiopía, con 22 años, donde cumplía con el Servicio Militar. Pero antes de esto, se casó por primera y última vez. “Al regresar, me divorcié, y desde entonces mis relaciones se han basado en concubinato. Ahora estoy soltero y sin perder la esperanza de encontrar a mi media naranja, con quien quiero establecerme por el resto de mis días, como defensor de las parejas estables”.

“Espero conservar siempre un buen estado de salud física y emocional, también me importa mucho reunir a mi familia, que mi hijo se convierta en un hombre útil y prospero, y por otro lado llegar a comprar una buena guitarra, con mi sudor y esfuerzo. Realmente espero que esto cambie, para poder tocar la música que me hace feliz, y que ahora no me dejan tocarla en muchos lugares, pero confío en que se hará y los músicos bohemios llegaremos a ser iconos de la música como tiempos atrás”.

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