El vídeo clip cubano



Cuando una tarde del lejano 1965, en tránsito a la adolescencia, salí de una sala de cine después de haber disfrutado del corto cinematográfico “Now” del realizador Santiago Álvarez, una hormigante sensación, inexplicable entonces, me notificóser testigo de una flamante innovación dentro del audiovisual cubano.

Hoy día, saturado hasta la médula de clips provenientes de repletos y disímiles costales, recuerdo aquel evento como el primer intento afortunado, al menos en Cuba, de amalgamar música con imagen en un todo indivisible que llevase al espectador un mensaje estético y conceptual. Es ahí, en nuestra opinión, donde radica el quid de este quehacer artístico actualmente monopolizado por los medios electrónicos.

Pero una cosa piensa el borracho y otra el cantinero, ya que “en la videoteca del Señor hay de todo”. ¿Quién no se ha quedado espeluznado al ver un supuesto vídeo clip que no es otra cosa que un salcocho de imágenes y sonidos pésimamente cocinado y por tanto indigerible? Y más aún, cuando nos enteramos que tal engendro fue nominado o premiado en la gala anual de un respetado programa de televisión.

Existe mucho material para enfrentar un análisis del desarrollo del vídeo clip en Cuba, pero poco el espacio que contamos para ello. Los más diestros realizadores cubanos, valiéndose más de talento y oficio que de tecnología, han logrado elaborar verdaderas piezas que pueden ser alabadas por exigentes críticos. Es que sin hacer dejación de recursos y códigos inherentes al género, han recurrido a la factura sin costuras, a la selección idónea de los sets, a la dramaturgia fluida, a los efectos adecuados, a una acabada labor de edición y post-producción y sobre todo, a la dualidad protagónica de imagen y música. Sin ser regla, esto también se debe al alto financiamiento proveniente de las discográficas o de los propios músicos. Pero pese a ello, el mimetismo y el esquematismo rondan subrepticiamente alrededor de muchos de ellos.

La producción de un vídeo clip en Cuba, valiéndose de los recursos tecnológicos más avanzados existentes en la Isla como cámaras profesionales, estudios de audio, paneles para recortar, baterías de luces inteligentes, alquiler de grúas, transporte y establecimientos, cubículos de edición y post-producción, más el personal especializado y de apoyo, puede rondar los diez mil o más dólares, una menudencia si se compara con los siete millones de dólares que costó el famoso “Scream” de Michael Jackson.

Pero resulta que tal menudencia no está al alcance de todos los que requieran a través del vídeo promover un sencillo, y que sea uno de los reconocidos realizadores quien acometa su sueño. Aunque con excepciones, las vacas sagradas trabajan para las vacas sagradas.

Y es cuando aparecen en escena los llamados “magos del video”. Son esos “profesionales” que por una bagatela ofrecen sus servicios con bombos y platillos a los que no pueden mirar tan arriba. En cuatro horas de grabación con una cámara casera, con un screenplay desgastado, en un solo set en exteriores, y en cuatro horas de edición de “corta y pega” con un software para aficionados, abortan un estrafalario caos audiovisual. La víctima, compulsada por un ego auto-engañado, tal vez logre que su “vídeo clip” sea evaluado por la comisión de un canal de televisión. “Lo sentimos, no reúne los parámetros de calidad técnica”.

Pero lo más hermético sufre de fisuras. Entre las llamadas vacas sagradas y los magos del vídeo, se adentra una cuña de jóvenes que “inventando”, y con ayuda de familiares y amigos en el extranjero se han ido pertrechando de equipos que si no son enteramente profesionales, reportan una calidad digna. Es una nueva generación de creadores que no anteponen el lucro desmedido a su afán de fundir imagen y sonido en un producto que resulte algo fuera de lo común. Son realizadores que con otra visión estética convencen al o a los promovidos que el mimetismo es un vicio que hay que erradicar del vídeo clip cubano. Disfrutan tanto o más de la obra que del dinero que ésta puede ofrecer. No estamos frente a un brote de genialidad, ni siquiera a una nueva ola dentro del vídeo clip nacional, pero sí delante de la voluntad de un grupo de personas que se han propuesto una alternativa tanto para ellos como para los artistas y músicos que corren detrás de la siempre resbaladiza oportunidad.

Otra grieta donde los artistas alternativos cubanos pueden colgar sus vídeos es la Internet y en sitios como éste, para que puedan ser calibrados por un público más masivo, no tanto nacionalmente por las limitantes obvias, y si por internautas de decenas de países. Tal vez no como vídeo clip en el sentido más estricto de la palabra, y sí como clip musical. Una simple muestra de lo que se hace y cómo se hace.

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