Dialogar con las tradiciones…en el underground



La tradición es un elemento vital de la cultura, pero tiene poco que ver con la mera persistencia de modelos antiguos. Tiene mucho más que ver con la forma en que se han vinculado o articulado los elementos unos con otros mientras se modifican, y adquieren significados y pertinencia diferentes. La tradición no es cerrada ni reiterativa, no es un sistema de mecanismos automáticos (ciegos) ni sumisión cultural, no está privada de la imaginación que permite crear nuevas formas a partir de las precedentes. Esto debería hacernos pensar otra vez en las implicaciones que la retadora y vencedora del tiempo, la tradición, tiene en la cultura y en el mundo underground en específico, hoy cuando lo que debería ser la base es cada vez más olvidado, oculto bajo la estandarización espiritual y la aculturación.

Muchas veces las nuevas búsquedas parten de las tradiciones y dado que la cultura suministrada comercialmente se torna más manipuladora y envilecida, rayana al nihilismo, mirar hacia el pasado para encontrar soluciones se parece mucho a una buena táctica. El underground tiene momentos de resistencia y momentos de inhibición, pero no debe ser interpretado como rechazo o intolerancia, sino comonecesidad de un progreso propio, alternativa a la meta propuesta por extraños. Tal vez sea momento de rescate y de revisión.

Con motivo del aniversario de la fundación de la Primada de Cuba se realizan actividades en la duración de una semana bajo el nombre de Fiesta de las Aguas, estos eventos intentan rescatar la tradición, pero también recurren a las inyecciones de los márgenes. En este aniversario 502 llegó la tercera edición de la Cayambada, una peña de homenaje a quien se autotitulaba “el trovador de la voz más fea”. “Yo tengo una voz que no sirve para vender anoncillos ni mangos”. Bien sabía de retórica cuando usaba estas palabras para provocar la curiosidad del público. Como Cayamba era conocido entre su gente y su auditorio, pero el nombre patrimonio familiar fue Oscar Montero.

Se le recuerda por su autenticidad, por su voz ronca y su virtuosismo en la guitarra que le hicieron merecer el sobrenombre de “mariscal de guitarras”. Gran multitud de elementos singularizaron su personalidad y hacen difícil juzgarle como trovador, si tenemos en cuenta que puede cultivarse la afinación y la erudición, pero el sentimiento y la comprensión están en planos más elevados.

Cayamba nunca faltó a los dictados del buen hacer. Su dignidad y entrega hacen que persista en la memoria como artista para los niños, para los ancianos, para los jóvenes, para los pequeños y los grandes escenarios. Alguien apuntó que en un momento no se le permitió entrar en la Casa de la Cultura, espacio al que tributó, tal vez más que nadie, desde su sencillez. Actitudes designadas por costumbre e imitación por quien poco o nada le interesaba lo que significa cultura, hacen perder las capacidades discriminativas y no permiten ver lo errado en la resolución. Por suerte, la razón es refractaria al tiempo y a la imposición, ahora se habla abiertamente de estas faltas. Olvidar es retroceder, perder caminos ya conquistados y repetir inanidades. Cayamba sobrevivió la resistencia a su espontaneidad.

Sobre este personaje se pudiera hablar infinitamente, motivo que reúne cada año a jóvenes trovadores, muchos de ellos tan autodidactas como él, que junto a las generaciones más experimentadas hacen que la cultura parezca menos extraña y más comprometida con un tiempo y espacio determinado. La asistencia no fue mucha, pero poco a poco se abren los espacios si se hace valer el diálogo y el respeto a la pluralidad. El underground brinda el servicio de recordar que el arte como forma de conciencia social debe acercar a los semejantes.

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