Yo no tengo música, yo soy parte de ella



Tito no es el típico músico que nos encontramos en la calle G, en el Vedado. Su aspecto desahuciado, medio loco, una “pinta” muy común de este ambiente, esconde a Alberto Reyes Laurencio, estudiante desde los años del Conservatorio de Guanabacoa que ahora con 23 años, pasa de tocar la guitarra, al piano y la percusión, “en la escuela no me iba bien, soy bastante problemático y siempre estaba en bronca con alguien, pero por lo menos soy músico con papeles, no un gran músico, pero los papeles te abren algunas puertas”.

Su carácter problemático lo considera un resultado de su barrio de siempre, La Cuevita en San Miguel, “creo que todo el mundo sabe de dónde hablamos”. A pesar de esto, si observamos mejor a Alberto, encontramos a un chico romántico, noble, un tanto venático porque no le gusta que jueguen con él. “Mi mayor atractivo es la guitarra y mi forma de pensar, porque físicamente estoy en candela”.

Sin embargo, ha tenido sus “musas” aunque ahora dice encontrarse soltero, mientras le lanza miradas cómplices a Amanda. “Mi situación sentimental se basa en trabajo-guitarra, guitarra-trabajo. Aspiro encontrar con quien tranquilizarme, triunfar en la vida con ella y mi trabajo, y hasta comprarme un medio de locomoción. En cuanto a la música, puede ser que más adelante forme un grupo, pero que sea algo que no me estrese, mi música tiene que ser para relajarme, entretenerme con ella, sentirme bien y expresarme, no para volverme loco”.

Con su respuesta asumo que al parecer tuvo malas experiencias en algunas bandas, sin embargo habla de otras con mucha satisfacción. Entre su experiencia cuenta haber pertenecido a un grupo de rock cuando cursaba Electrónica en el Instituto Osvaldo Herrera, después pasó por otra agrupación de la cual se sentía atraído por su nombre, pero sin dudas su experiencia más fabulosa fue pertenecer al grupo coral de la Iglesia Pentecostal de su barrio, donde tocaba la guitarra, el piano y la batería indistintamente. Con este grupo coral hizo sus primeras presentaciones, complementadas por las hechas en la calle G y Malecón.

“Yo no tengo música, yo soy parte de ella, toco lo que tengo deseo en un momento, ya sea alguna pieza mía o no. Me impactan sobre todo las baladas románticas y el heavy metal, por eso son los que más reproduzco. Tengo varios temas regados por ahí, a los cuales no le pongo ni título, porque los hago en un arrebato de inspiración, y ya cuando los escribo y me siento mejor, pierden su sentido, no me motivan sacarlos a la luz. También hago mis intentos por cantar, pero no tengo buena voz”.

Sin embargo, este es el menor de sus problemas. Desde hace años padece de una lesión en la muñeca izquierda, “el dolor que paso a veces es insoportable, paso mucho trabajo de vez en cuando para tocar guitarra, pero con las octavas del piano casi no puedo y tocar la batería es saber que tengo que ponerme una férula días después”. Otra dificultad que afrenta es sentirse completamente solo en lo que hace. “Nadie, absolutamente nadie me ha ayudado, pero eso no me ha detenido, ni amainado mi voluntad por tocar, por el contrario la ha solidificado. Incluso, y sin ansias de parecer irónico, debo agradecerle a algunas personas que me han servido de inspiración para mis canciones, entre ellos a mis hermanos, mi ex novia Yaday y mi nueva musa, Amanda. Eso sí, si no existieran ellos, seguiría tocando, eso es lo que quiero hacer”.

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