¿Están todos los que son? ¿Son todos los que están?



Predicar en el desierto es empeño tan infructuoso, como tratar de secar el mar con una esponja. Cosa de locos. Locura extrema es también recomponer el rompecabezas de que si en el plano artístico musical están todos los que son, o son todos los que están. Ha sido, es y será tal cuestionamiento, dilema indescifrable en cualquier latitud. Pero quedémonos en Cuba y chapoteemos un poco sobre las múltiples aristas del tema.

Por naturaleza, el cubano es muy dado a la hora de dar su preferencia a alguien o a algo, valorando el grado de popularidad que arrastre uno u otro. Es un fenómeno que se hace más peligrosamente elocuente en la esfera de la música. Sobran ejemplos de intérpretes y agrupaciones sencillamente mediocres, que por obra y gracia de la popularidad se han convertidos en celebridades.

Sin mencionar nombres, no lo creemos necesario, durante más de treinta años un cantante de voz empalagosa, rajada por momentos y desafinada en otros, ha sido el arrebato de un público mayoritariamente femenino que defiende a capa y espada sus interpretaciones de boleros y baladas obstinadamente románticas. Este señor, amén de su carisma y tesón, en varias ocasiones condujo un show televisivo transmitido a una hora privilegiada y donde por supuesto, la estrella era él. He ahí el exponente de cómo la mediocridad puede ser obviada por la popularidad y la fama.

Ahora bien, independientemente del arraigo entre sus seguidores, el ejemplo citado no pudo esquivar los aguijonazos de una crítica oficialista que prácticamente lo excomulgó, algo extremadamente raro dentro de los medios informativos cubanos, los cuales con dignas excepciones, se deshacen en alabanzas cuando enjuician el desempeño de nuestros músicos y cantantes. Para la mayoría de esta crítica, la fórmula es que “son los que están”, sin preocuparse mucho por qué “no están los que también son”, y menos aún de cuestionar a “los que no son, pero están”.

En los programas faranduleros radiales y televisivos, en entrevistas y reseñas de la prensa escrita, se mide el talento de solistas y agrupaciones por sus proyectos: cuántas giras internacionales han realizado últimamente y cuántas tienen planeadas; con cuál disquera extranjera grabaron la más reciente producción; en cuál festival de Europa se presentarán este verano; qué aceptación tuvieron en La Vegas, Miami, Nueva York, Londres, Madrid, Roma o Berlín; así como que durante su breve estancia en Cuba se presentarán en establecimientos con un cover mínimo de treinta pesos convertibles por persona.

Como no somos profetas en nuestra propia tierra, hemos tenido que esperar que agentes foráneos redescubran viejos valores, tanto de géneros como de intérpretes. Tuvo que ser Pete Seeger quien catapultara a un moribundo Joseito Fernández y su ya internacional Guajira Guantanamera, o que el productor musical norteamericano Ry Cooder desempolvara a figuras tiradas al olvido como Compay Segundo, Rubén González, Eliades Ochoa y sobre todo a Ibrahim Ferrer, quien antes de integrarse al Buenavista Vista Social Club se le vio por las calles de La Habana lustrando zapatos. Ahora, todos ellos son glorias de la música cubana y esto es gracias a una visión ajena.

Cientos de jóvenes se esfuerzan por encontrar un espacio dentro de nuestra escena musical. Algunos lo han logrado a base de talento y voluntad, han roto el cerco de los que son y están, porque ellos también son y deben estar. Otros, los menos, han alcanzado imponer nombre y alcanzar notoriedad a partir de la popularidad, valiéndose de un formato contestatario socio-político. Y no es que estemos en contra de esa postura, pero somos de la opinión que en la música tiene que estar bien entroncado el cómo se dice con lo que se dice, sencillamente tiene que haber música auténtica con independencia del mensaje que se quiera transmitir. Se puede expresar lo que se quiera, pero no a través de una pésima música o una desastrosa interpretación con resortes populistas. Y esta fórmula es válida también para quien es sustentando más el panfleto político que la obra musical, quieren agradar oportunistamente a productores y funcionarios de diferentes estratos institucionales.

El movimiento, si así se puede llamar, de la música alternativa en Cuba está llamado a ser una mina inagotable de creadores artistas que asuman plena conciencia de que el camino a la popularidad y la fama no debe ser otro que el del talento, y que no tienen porque esperar, sin chovinismo, que sea un visionario extranjero quien les alumbre ese camino.

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Comentarios   Dejar un comentario
Roberta desde Italia
8 de noviembre, 2013 10:17 am (GMT-5:00)
Muchas felicitaciones al escritor de este articulo ilustrado! Les deseo que logren el objetivo que se han puesto con este sitio: permitirles a muchos excelentes jovenes musicos cubanos tener una ventana a Cuba y al mundo.

Yoyo
4 de noviembre, 2013 9:05 am (GMT-5:00)
Excelente, creí que la página había dejado de publicar cosas como esta, ojalá siempre mantengan artículos y comentarios de este tipo