¿Mi sueño? Tocar con Frank Fernández



Roberto es creador de música instrumental, especialmente trabaja el género jazz, y es un apasionado de los clásicos y la música cubana en general. De 58 años, nació en el seno de una familia musical, su padre solía ser baterista de una orquesta que tocaba en la cervecería La Polar y su madre siempre estuvo vinculada al arte.

Aunque de joven no tuvo la posibilidad de dedicarse a la música que era lo que más le gustaba hacer y por razones familiares tuvo que dedicarse al trabajo en el Puerto de La Habana para así mantener la casa cuando su padre enfermó y su madre estaba en edad de retiro, sus primeros pasos musicales fueron desde muy temprano porque a los 12 años tocaba muy bien el piano enseñado por su madre. Clásicos de todo tipo eran sus favoritos, y tocaba uno que otro tema en las fiestas familiares y en actividades a donde lo invitaban, pero desde que comenzó a trabajar no tocó más elpiano hasta hace un par de años cuando comenzó en su anterior trabajo como custodio nocturno de la fábrica de tabacos Partagás, donde siempre participaba en las actividades y cumpleaños colectivos. Allí descubrieron su gran talento, y un día se le acercó un amigo y le propuso cantar en su negocio. Roberto aceptó la propuesta de tocar en el Bar El Gato Tuerto y allá se le puede ver todos los fines de semana junto al piano, tocando creaciones tanto clásicas como de su propia composición, porque tiene alrededor de 20 canciones de su propia creación y de veras que suenan como clásicos, pero aún no ha podido promocionarse y ni siquiera grabar un disco.

Confiesa que no le pasa por la mente grabar un disco de una forma inapropiada o fuera de lo establecido, porque es un hombre muy honrado que se conforma con esperar la oportunidad de lograrlo. Menciona que el gran Polo Montañez fue uno de los grandes músicos que lo inspiran a no perder la fe en él y en su esperanza como músico. Por eso, aunque gana 5 CUC por tocar de 8:30p.m. hasta las 11:30 p.m. de viernes a domingo, y es prácticamente un robo a su talento, cuenta que es mucho más de lo que esperaría de custodio en su antiguo trabajo, porque siente que es un hombre realizado que vive de lo que le gusta hacer y mantiene las esperanzas de algún día convertirse en un Compay Segundo o en un Polo Montañez.

El empírico músico es uno de esos “niños viejos” que la felicidad y la realización personal le llegaron después de casi cinco décadas de vida. Roberto no pierde las esperanzas de algún día ocupar un espacio dentro de la historia musical cubana, aunque es un hombre muy modesto y pausado.Y en ese deseo, uno de sus sueños más importantes y diario, es poder tocar junto al gran Chucho Valdés y el maestro Frank Fernández.

Roberto es uno de esos hombres que pasados de época, aún no se rinden ante nada y siguen luchando hasta el último de sus días, como dijera Bertolt Brecht: “Esos hombres que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles…”

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