Los Mambises de la música cubana



Los Mambises es un piquetico musical de cuatro integrantes de edad muy avanzada, casi puedo asegurar que entre los cuatro pueden contarse cerca de 300 años. Para tocar tienen que estar sentados para poder aguantar las largas horas de trabajo musical ante el público que se detiene para escucharlos.

Están juntos desde el año 2000, siendo ya un legendario cuarteto callejero que han tocado miles de horas de música. Se caracterizan por usar el sombrero de guano con la visera levantada, como los valerosos mambises de nuestra guerra de independencia, y en la visera colocan una banderita cubana que le da su connotación de mambises modernos.

Los músicos que componen el cuarteto son Luis Alberto Machado, de Santiago de Cuba, (29 de mayo de 1953) que toca el bongó y es músico de afición que se ha presentado en diversos piqueticos como el “Repeché”; Rafael Lorenzo Sondal del ultramarino pueblo de Regla en La Habana, (19 de junio de 1922), toca la marímbula y fue integrante de los legendarios Carlos Puebla y sus Tradicionales, con quienes viajó medio mundo; Rigoberto López de La Habana, (6 de junio de 1942), guitarrista y músico de la vieja guardia, ha desandado todas las calles de la capital tocando su música tradicional; Ramón Padrón Iglesias, de Pinar del Río, (21 de diciembre de 1947), toca las claves y lleva el ritmo del grupo, canta desde los trece años y es un negro con un bigote que mete miedo.

Esta es la tropa de los cuatro jinetes de la música tradicional cubana que se instala con cuatro asientos a tocar a cuanto turista pase por la calle Obispo. “Creo que las fotos de nosotros andan por todo el mundo, –me dice Rafael Lorenzo, el más anciano de todos–, los visitantes se sorprenden de la avanzada edad de nosotros y admiran la manera en que sonamos los ritmos nacionales”.

Los músicos cubanos callejeros proceden de tiempos en que se tocaba por la comida, a veces gratis, para poder promover sus canciones. Tenían que atravesar caminos vecinales, atravesar fincas, montar a caballo, subirse en carretas rústicas, presentarse en cuantas fiestas y guateques existieran. A veces no eran invitados, pero ellos ponían su alegre música, su vida era la bohemia de los trotamundos, andar y andar para encontrar la subsistencia. Sin embargo, estos músicos de los que ahora hablo, a veces pasan horas sin que puedan conseguir la “cajita” de comida que les cuesta unos 30 pesos, equivalente a algo más que un dólar.

“El público internacional es complicado, –me explica el santiaguero Luis Alberto Machado–, todos los públicos son distintos, aunque tienen un sentimiento común. La música entra por los oídos, la vista y la piel, el sabor y la autenticidad de la música cubana traspasa a los pueblos y camina mucha distancia. La música lo que hay es que sentirla, lo demás es confiar en que siempre llegaremos al alma de los oyentes, de eso vivimos. A veces con momentos de crisis y a veces con un poco de suerte, la vida es así hermano”.

En La Habana encontramos muchos de estos músicos que no se dan por vencido, siguen luchando hasta el final como si fueran mambises del siglo XX.

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