Canchánchara en mano



Vamos allí donde convergen la arquitectura colonial de una casa trinitaria, la bebida mambisa en taza de barro, el visitante extranjero y la canción. Desde lejos se escuchan las risas y las charlas insertadas en la armonía de la paila, el bajo, el piano, la flauta, el güiro, el bongó y las voces. Sol Trinitario es el grupo musical encargado de ponerle vida a este ambiente que recrea lo tradicional. Sus miembros, oriundos de Trinidad en su mayoría, luego de veinticinco años de trabajar y compartir, conforman ya “una familia estable” que celebra sus momentos de triunfo y se apoya en los de pérdida.

Ellos andan en terreno seguro si están interpretando cualquier género de la música cubana, aunque de vez en vez suena un tema internacional y la deliciosa sorpresa es similar a la de encontrarse degustando una especie exótica que atrevidamente se coló en el aroma del ajiaco. Entonces, cada invitado que se identifica ya sea con un son, una ranchera o una guaracha y se levanta a bailar para convidar al jolgorio, canchánchara en mano, simulando un sistema solar en el que Sol Trinitario es el astro Rey responsable de tan enérgica actividad.

Comprometidos hasta la médula con el territorio, se han encomendado a una misión histórica-musical que busca rescatar los sonidos exclusivos de la región. “Normalmente tratamos de identificar nuestra raíz, tenemos las tonadas y músicas muy autóctonas de estas zonas producidas desde los siglos pasados, de los asentamientos congos y africanos que traían consigo un tipo de música con matices diferentes. Nosotros hemos combinado todo este legado con la música cubana, logrando algunas propuestas interesantes. Por ejemplo, tenemos un número titulado ‘Tonadas Trinitarias’ basado fundamentalmente en estos cantos y toques africanos específicos”.

¿Será que tiene manchas este Sol Trinitario? Pues sí, el acceso a los instrumentos es una de ellas: “son muy difíciles de obtener y a veces carecemos. Hemos reunido poco a poco y así hemos ido logrando comprar algunas cositas”.

“También la poca divulgación, salvo algunos momentos de regocijo como… la suerte de ser muy acogidos y de participar en El Son más Largo del Mundo. Fueron aproximadamente unas veinticuatro horas tocando sin parar y se hizo en toda Cuba, enlazando provincias sin que la música cesara. Aquello nos dio mucha escena y mucho nombre”.

Con dos discos grabados y un tercero en proyecto, y planes de una gira internacional “si la suerte acompaña”, este conjunto musical permanece fiel a su nombre y hasta el sol de hoy, valga la redundancia, disfruta su encargo de entregar amaneceres en aquella coctelería situada en una de las edificaciones más antiguas de la ciudad de Trinidad.

No importa la hora que marque el reloj, estos muchachos brillan con luz propia y se adueñan del paisaje seduciendo la rutina del atareado pasajero. Como por arte de embrujo o por las mañas de un bilongo, uno se queda atrapado allí para siempre y aún a millas o a kilómetros del lugar porque el recuerdo siempre regresa, y otra vez el paladar se engalana con aquel brebaje, un mélange de aguardiente de caña, miel de abejas y zumo de limón, ingredientes de la Canchánchara, contenidos en una vasija de barro que simula a una jícara y que pacientemente fue elaborada por una artista local, sentados en aquel precioso patio escuchando una antigua tonada conga tocada por el Sol.

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