Con la luz de la música



Existen seres humanos a los cuales la naturaleza caprichosamente ha privado del don de la vista, pero que en compensación les otorga el privilegio de iluminar sus vidas con la luz de la música. Recordemos entre ellos a Stevie Wonder, Andrea Bocelli, Ray Charles, José Feliciano, Joaquín Rodrigo y Arsenio Rodríguez.

Siempre nos hemos preguntado cómo creadores ciegos de nacimiento pueden tender un puente de comunicación entre un mundo externo totalmente desconocido y su capacidad de interpretarlo y sobre todo, de hacerlo suyo para cantarle y describirlo artísticamente con tanta o más pasión de quien si posee la prerrogativa de la videncia.

Este es el caso de Eliuber Salazar, quien desde su alumbramiento 33 años atrás concibe contornos y formas, colores y luz, valiéndose en gran medida de una arraigada vocación musical y de un agudo oído. Eliuber nació y vive en la Isla de la Juventud y desde siempre su existencia se escurre entre la oscuridad forzada y la prodiga luz de la música. “Ante de hilvanar una frase completa, ya mi hijo tarareaba parte de una canción de moda”, nos comenta la madre.

Tras vencer los primeros grados en una escuela especializada, y de alimentar y adiestrar su capacidad espontánea para el canto, Eliuber decide ingresar en la Escuela Elemental de Arte de la capital pinera. Según sus propias palabras aquéllos fueron años felices, aunque agotadores. “Al igual que todos tuve que vencer las materias docentes, pero en mi caso apoyándome en el Sistema Braille”. El esfuerzo fue altamente recompensado, Eliuber no solamente obtuvo su título, sino que fue distinguido como el mejor alumno de su curso.

Una nueva etapa se abriría para el joven invidente. Etapa espinosa de lento andar. Vencer sus limitaciones físicas y enfrentarse a un público insospechado, le obligaría a crecer como persona y músico. “Tan pronto egresé de la escuela me incorporé a un grupo local de pequeño formato llamado Arenas Negras. En doce años sólo pudimos grabar un disco que fue poco aceptado, tal vez por la escasa divulgación dada por los medios de mi municipio”.

Eliuber se dicta una pausa como “mirando” hacia adentro, como rastreando los recuerdos. “Al cabo de esos doce años tuve que asumir una decisión sin tener plena conciencia de estar preparado para ello: lanzarme como solista”.

“Me vi obligado de armarme de un reportorio primado por el sucu-sucu, el cual como usted sabe, es una variante del son que por muchas generaciones caracteriza el paisaje musical pinero. Poco a poco le fui agregando el bolero, género que me permite transmitir con más confort mi mundo interno. Posteriormente, y pese a mi desdeño inicial, incursioné en géneros más cercanos a estos tiempos, como son el rock y el reggaetón, algo de lo cual ya no me arrepiento”.

Ahora es la madre quien comenta nuevamente: “Mi hijo es muy meticuloso, muy exigente consigo mismo. Como también es compositor, aprendí el Sistema Braille con el fin de transcribirles las partituras de sus creaciones para que él pudiera perfeccionarlas hasta la saciedad. Lo mismo ocurre con los backgrounds, suele estar semanas enteras frente a una grabadora antes de incorporar el número a su repertorio”.

“Mi faceta como compositor –apunta Eliuber- giró más hacia la profesionalidad tras un viaje que realicé a La Habana en busca de backgrounds y en el cual pude conocer al también compositor Benigno de la Paz. Hicimos buena amistad y juntos compusimos cuatro números, el último de ellos es una fusión de rock y reggaetón”.

La conversación se tuerce hacia otro tema que logra compungir la expresión de Eliuber y que sus grandes gafas negras oscilaran como péndulo de reloj al compás de su cabeza. “Nací en la Isla (de la Juventud), vivo en ella y seguiré viviendo allá. Quizás por ello creo estar en una especie de marginación artística, pese a que he sido invitado a múltiples escenarios de la Isla Grande (Cuba) como Las Romerías de Mayo, el cine La Rampa, el teatro Bertolt Brecht y otros, y de ser galardonado en festivales y concursos como los realizados en las provincias de Granma y de Artemisa”.

“Y eso no se debe precisamente a falta de diligencias por parte nuestra”. Repone la madre y agrega: “En Nueva Gerona sólo ha sido contratado para que amenice en la pizzería Las Palmas y para servir de anfitrión en la peña que promueve la Galería Martha Machado. Por la emisora local trasmiten algunos de sus temas, pero nunca ha sido invitado al telecentro municipal”.

Eliuber, sonrosado, soslaya el tema y nuevamente esboza una sonrisa casi infantil. “¿Me pregunta quién es mi intérprete preferido? Sin duda alguna, Cándido Fabré. La alegría de sus canciones y lo magistral de sus improvisaciones hacen que ‘veamos’ la vida con un sentido más esperanzador”.

Y nosotros repetimos lo que dejó escrito Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito: “No siempre se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”.

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