Trinidad, estoy acá, ¿mañana? ¿Quién sabe dónde estaré?
20 de enero de 2014
En un recorrido por Trinidad nos tropezamos con Reinaldo Soto Collado. Sentado en los escalones de una esquina cantaba, guitarra en mano, una de sus canciones. Al vernos se levanta y saluda, un beso en la mano para las damas y a los señores un estrechón. Sorprende la combinación de su delgadez y altura, en la acera se proyecta su sombra oscura y alargada como el Quijote de Dalí.
Hace dos años se despidió de la tierra del Bárbaro del Ritmo para instalarse en territorio trinitario, donde fue acogido como artista en la Casa de Cultura. Este cienfueguero andarín se presenta con el sobrenombre de Rufino, su rostro escuálido y moreno es bastante arrugado para sus cuarenta años. “Cuarenta y pía…”, dice entre risas tratando de ocultar que tan vividos son esos años que agrupa en el “pía”. Cada comentario se acompaña de una sonrisa y así vamos descubriendo el origen de muchas de sus marcas de expresión. Él no para de reír, “eso sí, soy muy divertido y alegre”.
Cuenta Rufino con un estupendo regalo de la vida: el don de la composición. “Eres tú mi medicina”, “La Riquincalla” (ambas son guarachas), “Estás ausente” (un bolero), “Salón Minerva” (un merengue inspirado en una instalación gastronómica de Cienfuegos), son algunos ejemplos de la diversidad de su musa. “Guarachas, cumbias, bachatas, canciones románticas, boleros, merengues… hago diferentes géneros de música y muchos números son compuestos por mí. Para promoverlos me he asociado a instituciones nacionales que se encargan de dar a conocer los repertorios de música nueva y de respaldar el derecho de autor, lo cual me beneficia. Invierto dinero en la Casa de la Música, y así registro mis canciones y partituras”. Suspira para quedarse atrapado en una pausa y al instante nos confiesa con ojos anhelantes y soñadores, que las mujeres son las mejores de sus musas y los hombres enamorados, son sus más fieles clientes. “Me gusta mucho componer canciones dedicadas a ellas y que luego otros puedan regalárselas a sus esposas o novias en momentos especiales, eso me lo piden mucho”.
Aunque desea en un futuro tener su propia agrupación musical, desde los inicios de su carrera se ha presentado como solista, haciéndose acompañar solamente de su inseparable y gran amiga la guitarra. También una que otra vez ha probado su suerte con el piano. “Confieso que al piano no le sé mucho, pero me defiendo un poco”. A las instituciones culturales que lo representan y lo respaldan les agradece la planificación de sus peñas y otras actividades a las que va de invitado.
¿Dificultades? Sólo la muerte no tiene remedio, y tal vez hasta a esa fémina fatal se le pueda persuadir y enamorar con un tema de Rufino. El secreto reside en creer en uno mismo y en amar lo que se hace, por eso no se lamenta de su destino de poeta pobre, ni de esos apretones de zapatos que da la escasez de dinero que viene a ser ya un factor común en casi todos los cubanos.
Rufino es optimista y aventurero, es un juglar errante, un gitano cantor, un sinsonte, el viento y sus tonadas, sin ataduras ni riendas, hoy aquí y mañana allá. “Ahora estoy en Trinidad, pero estoy abierto a propuestas nuevas, mañana quién sabe dónde estaré, eso es algo impredecible. Me gusta mucho mi música y quisiera estar en lugares donde se promueva bien, más que para ganar algún dinero que mal no vendría, para ver crecer el fruto propio”.
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20 de enero de 2014
En un recorrido por Trinidad nos tropezamos con Reinaldo Soto Collado. Sentado en los escalones de una esquina cantaba, guitarra en mano, una de sus canciones. Al vernos se levanta y saluda, un beso en la mano para las damas y a los señores un estrechón. Sorprende la combinación de su delgadez y altura, en la acera se proyecta su sombra oscura y alargada como el Quijote de Dalí.
Hace dos años se despidió de la tierra del Bárbaro del Ritmo para instalarse en territorio trinitario, donde fue acogido como artista en la Casa de Cultura. Este cienfueguero andarín se presenta con el sobrenombre de Rufino, su rostro escuálido y moreno es bastante arrugado para sus cuarenta años. “Cuarenta y pía…”, dice entre risas tratando de ocultar que tan vividos son esos años que agrupa en el “pía”. Cada comentario se acompaña de una sonrisa y así vamos descubriendo el origen de muchas de sus marcas de expresión. Él no para de reír, “eso sí, soy muy divertido y alegre”.
Cuenta Rufino con un estupendo regalo de la vida: el don de la composición. “Eres tú mi medicina”, “La Riquincalla” (ambas son guarachas), “Estás ausente” (un bolero), “Salón Minerva” (un merengue inspirado en una instalación gastronómica de Cienfuegos), son algunos ejemplos de la diversidad de su musa. “Guarachas, cumbias, bachatas, canciones románticas, boleros, merengues… hago diferentes géneros de música y muchos números son compuestos por mí. Para promoverlos me he asociado a instituciones nacionales que se encargan de dar a conocer los repertorios de música nueva y de respaldar el derecho de autor, lo cual me beneficia. Invierto dinero en la Casa de la Música, y así registro mis canciones y partituras”. Suspira para quedarse atrapado en una pausa y al instante nos confiesa con ojos anhelantes y soñadores, que las mujeres son las mejores de sus musas y los hombres enamorados, son sus más fieles clientes. “Me gusta mucho componer canciones dedicadas a ellas y que luego otros puedan regalárselas a sus esposas o novias en momentos especiales, eso me lo piden mucho”.
Aunque desea en un futuro tener su propia agrupación musical, desde los inicios de su carrera se ha presentado como solista, haciéndose acompañar solamente de su inseparable y gran amiga la guitarra. También una que otra vez ha probado su suerte con el piano. “Confieso que al piano no le sé mucho, pero me defiendo un poco”. A las instituciones culturales que lo representan y lo respaldan les agradece la planificación de sus peñas y otras actividades a las que va de invitado.
¿Dificultades? Sólo la muerte no tiene remedio, y tal vez hasta a esa fémina fatal se le pueda persuadir y enamorar con un tema de Rufino. El secreto reside en creer en uno mismo y en amar lo que se hace, por eso no se lamenta de su destino de poeta pobre, ni de esos apretones de zapatos que da la escasez de dinero que viene a ser ya un factor común en casi todos los cubanos.
Rufino es optimista y aventurero, es un juglar errante, un gitano cantor, un sinsonte, el viento y sus tonadas, sin ataduras ni riendas, hoy aquí y mañana allá. “Ahora estoy en Trinidad, pero estoy abierto a propuestas nuevas, mañana quién sabe dónde estaré, eso es algo impredecible. Me gusta mucho mi música y quisiera estar en lugares donde se promueva bien, más que para ganar algún dinero que mal no vendría, para ver crecer el fruto propio”.
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