El gigante maraquero



Como espectadores obviamos en ocasiones la importancia de la percusión menor dentro de un conjunto musical. Nuestra atención se centra en el cantante, la guitarra líder o la percusión mayor, aparentemente ignorando aquellos sonidos sutiles que acompañan y enriquecen la frase rítmica-melódica. Por ejemplo, ¿qué sería de la salsa, el son o la guaracha sin el ritmo de alta frecuencia que provee la maraca?. Dondequiera que hace alarde la música cubana, hay un par de maracas que con el particular chiqui-chaca resultante de la vibración de sus propios cuerpos, defienden alegremente el título de reinas del baile.

Es el maraquero la persona que pone su energía en función de dar vida a este sencillo instrumento casi siempre rústico y artesanal, muchas veces cantando y combinando su ejecución musical con algún que otro pasillo de baile. Este personaje suele destacar dentro del grupo musical, pues poco a poco, al irse contagiando con el golpeteo de las semillas dentro de la jícara, va transmitiendo al público una gustosa intranquilidad. Pero Jorge, más que destacar, resulta excéntrico. Se distorsionan las proporciones al comparar su robustez y exuberante tamaño con la pequeñez del instrumento que ejecuta. Como una ceiba con una almendra en cada mano, sonríe con la nobleza dibujada en su rostro, este gigante pinareño que llegó dando zancadas a La Habana.

Desde pequeño ya era el más grande y para acentuar el contraste lo llamaban Jorgitín. Aún lo identifican con su diminutivo pues de cierta manera continúa siendo un niño que sueña con ser un buen músico cuando sea mayor. “Mis padres me inspiraron en esto de ser músico pues trabajan en un grupo musical. Desde niño participaba siempre en actividades culturales y mi sueño siempre fue ser cantante o músico, pero me desarrollé en actividades que no eran de mi vocación… Siempre he tenido la aspiración de llegar a ser conocido, pero por distintos motivos los grupos en los que he participado se han desintegrado. El último en el que estuve se llamaba Los Gavilanes. Nos presentábamos en programas radiales, en actividades culturales que realizaban las organizaciones de la comunidad, así como en peñas en el barrio de Lawton. No recibíamos remuneración porque cantábamos como aficionados, pero sí el reconocimiento del público asistente”.

Jorgitín se describe como una persona familiar y cariñosa, pero son su sentido del humor, sencillez y sinceridad, los rasgos del carácter que lo hacen especial. “Si a lo que he hecho se le puede llamar música, les diré que soy maraquero y corista”, y después de definirse musicalmente, nos sonríe.

Igualmente, nos hace cómplices de sus penas y glorias, a veces con humildad y a veces con disgusto. “Las dificultades han sido muchísimas, principalmente económicas. Por ejemplo en una ocasión en la que ya estábamos preparados para comenzar la actuación, el responsable de la actividad no nos permitió actuar, pues según él, no estábamos vestidos acorde al lugar. Es difícil adquirir la ropa adecuada si no se recibe salario. A pesar de estos tropiezos hemos tenido muchas alegrías, y estas son cuando nos reconocen nuestro trabajo y participación en las actividades y peñas con aplausos del público y con diplomas y certificaciones” Se levanta de la silla que hasta el momento ha soportado épicamente su peso y concluye. “quiero expresar que no me he dado por vencido y que continúo luchando para que mis sueños se hagan realidad”.

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