Con la magia de las cuatro décadas
10 de febrero de 2014
Cuando era niña escuché a un joven decir que la guitarra era un instrumento femenino para ser tocado por hombres, pues no era atractivo ver a una mujer haciéndolo. ¡Hurra para el feminismo que rompe todos los días barreras como esta! Por eso hoy entrevistamos a Lourdes, que parece sacada de algún libro de cuentos.
Lourdes viene acompañada de un aura de cariños y ternuras, con actitud filantrópica y un carisma inigualable. Luly, como la conocen todos, es una de las tantas cantoras que, rompiendo con absurdos estereotipos y obsoletos mensajes machistas, se hace acompañar de su guitarra para comunicar el amor desde la piel de una mujer madura. “Soy una persona muy cariñosa y les brindo amor a todos mis conocidos, principalmente a mis interpretaciones, las cuales hago con sentimientos y mucho amor”.
“Hace muchos años” desde su natal provincia Granma llegó Luly a La Habana, y traía en su ADN el talento y la sencillez del artista de barrio. Hoy a sus cuarenta y dos años nos confiesa: “Desde que nací llevo la música dentro de mí. Mis familiares dicen que parece que nací con la guitarra en la mano… les puedo decir que la música cambió mi vida, ¿por qué digo esto? porque antes de decidirme a estudiarla y antes de tocar la guitarra, mi vida era aburrida. Ahora no, ahora constantemente estoy en acción”.
Su calendario siempre está colmado de actividades recreativas convocadas por su barrio y de otras a las que es invitada como artista aficionada de la comunidad. “Son muchas las personas aficionadas igual que yo que me buscan para que los acompañen en sus interpretaciones. No tengo un espacio fijo, toco en las peñas de mi zona, en actividades del barrio, etc.” Porque siempre preparada, está allí donde la reclamen. “Estoy libre y sin compromisos, y dispuesta a participar en cualquier ocasión que me inviten, pues tocar la guitarra es mi adoración y por la respuesta del público para el que he actuado, sé que lo hago bien. El público reconoce mis interpretaciones, me lo demuestran con aplausos prolongados y muchas veces me felicitan. Además, he participado en concursos donde he recibido menciones y diplomas de reconocimiento por los que me he sentido muy emocionada”.
Y en esos maravillosos días en los que la musa baja, Luly se inspira, se oxigena de amor y compone. “Me gusta componer, tengo algunas canciones mías. Las que más me identifican son ‘Cuando el amor se acaba’, y otra a la que provisionalmente he titulado ‘Sentimientos’. Estas son las más gustadas por mi público. Muchos de los que van a verme las cantan junto conmigo y eso me llena de alegría, porque aunque el público sea pequeño, sé que se divierten conmigo y que les gusta lo que hago”.
A pesar de disfrutar su trabajo, Luly se lamenta por aquellos obstáculos que le han impedido alcanzar una categoría musical más profesional. “Son varias las situaciones que se me han presentado para llegar a ser profesional, por ejemplo, no he podido tener un instrumento con condiciones, es decir, una buena guitarra. No he tenido acceso a ella ya que son muy caras y yo no recibo salario por mis actuaciones, y además no pertenezco a ninguna empresa de música donde me pudieran facilitar una”. No obstante, el paso del tiempo no la desanima y a sus cuatro décadas de vida, y desde su condición de aficionada conserva la energía y la voracidad de las ansias de autosuperación. “Tengo todas mis esperanzas en poder llegar a realizarme como guitarrista y como intérprete. ¡Ay! Si así mi vida lo quisiera y si los sueños de mi vida se me dieran”. Y con esta última frase que parece el suspiro de un bolero, así como llegó se despide.
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10 de febrero de 2014
Cuando era niña escuché a un joven decir que la guitarra era un instrumento femenino para ser tocado por hombres, pues no era atractivo ver a una mujer haciéndolo. ¡Hurra para el feminismo que rompe todos los días barreras como esta! Por eso hoy entrevistamos a Lourdes, que parece sacada de algún libro de cuentos.
Lourdes viene acompañada de un aura de cariños y ternuras, con actitud filantrópica y un carisma inigualable. Luly, como la conocen todos, es una de las tantas cantoras que, rompiendo con absurdos estereotipos y obsoletos mensajes machistas, se hace acompañar de su guitarra para comunicar el amor desde la piel de una mujer madura. “Soy una persona muy cariñosa y les brindo amor a todos mis conocidos, principalmente a mis interpretaciones, las cuales hago con sentimientos y mucho amor”.
“Hace muchos años” desde su natal provincia Granma llegó Luly a La Habana, y traía en su ADN el talento y la sencillez del artista de barrio. Hoy a sus cuarenta y dos años nos confiesa: “Desde que nací llevo la música dentro de mí. Mis familiares dicen que parece que nací con la guitarra en la mano… les puedo decir que la música cambió mi vida, ¿por qué digo esto? porque antes de decidirme a estudiarla y antes de tocar la guitarra, mi vida era aburrida. Ahora no, ahora constantemente estoy en acción”.
Su calendario siempre está colmado de actividades recreativas convocadas por su barrio y de otras a las que es invitada como artista aficionada de la comunidad. “Son muchas las personas aficionadas igual que yo que me buscan para que los acompañen en sus interpretaciones. No tengo un espacio fijo, toco en las peñas de mi zona, en actividades del barrio, etc.” Porque siempre preparada, está allí donde la reclamen. “Estoy libre y sin compromisos, y dispuesta a participar en cualquier ocasión que me inviten, pues tocar la guitarra es mi adoración y por la respuesta del público para el que he actuado, sé que lo hago bien. El público reconoce mis interpretaciones, me lo demuestran con aplausos prolongados y muchas veces me felicitan. Además, he participado en concursos donde he recibido menciones y diplomas de reconocimiento por los que me he sentido muy emocionada”.
Y en esos maravillosos días en los que la musa baja, Luly se inspira, se oxigena de amor y compone. “Me gusta componer, tengo algunas canciones mías. Las que más me identifican son ‘Cuando el amor se acaba’, y otra a la que provisionalmente he titulado ‘Sentimientos’. Estas son las más gustadas por mi público. Muchos de los que van a verme las cantan junto conmigo y eso me llena de alegría, porque aunque el público sea pequeño, sé que se divierten conmigo y que les gusta lo que hago”.
A pesar de disfrutar su trabajo, Luly se lamenta por aquellos obstáculos que le han impedido alcanzar una categoría musical más profesional. “Son varias las situaciones que se me han presentado para llegar a ser profesional, por ejemplo, no he podido tener un instrumento con condiciones, es decir, una buena guitarra. No he tenido acceso a ella ya que son muy caras y yo no recibo salario por mis actuaciones, y además no pertenezco a ninguna empresa de música donde me pudieran facilitar una”. No obstante, el paso del tiempo no la desanima y a sus cuatro décadas de vida, y desde su condición de aficionada conserva la energía y la voracidad de las ansias de autosuperación. “Tengo todas mis esperanzas en poder llegar a realizarme como guitarrista y como intérprete. ¡Ay! Si así mi vida lo quisiera y si los sueños de mi vida se me dieran”. Y con esta última frase que parece el suspiro de un bolero, así como llegó se despide.
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