El Batte de Bayamo: un saltimbanqui de este tiempo
24 de febrero de 2014
Salvador Ricardo Batte es un soberano saltimbanqui de este tiempo, anda por las calles, parques y plazas de La Habana ofreciendo su arte a como dé lugar, y se le puede ver lo mismo en la heladería Coppelia, en el Paseo del Prado o en el boulevard de San Rafael. “Tengo que conseguir la comida del día y la gente es amable, me tira algunas moneditas, y gota a gota saco la ‘jama’ (comida) del diario. La vida de los trotamundos es muy difícil, pero somos persistentes y voluntariosos. La música es cosa de gente sacrificada, nada cae del cielo”.
El Batte es un personaje pintoresco de la capital, nació en Bayamo en 1938 cuando estaba de moda en su tierra el danzón ligado con el son oriental. “Nací cerca de la Sierra Maestra, estoy acostumbrado a caminar y caminar, subir lomas y resistir. Siempre me gustó la música y luché por ella desde niño”.
El bayamés vino para La Habana en 1957 en el gran momento de la música cubana, pero el “mambo” estaba difícil para los músicos ambulantes. “Tenía que subirme a una guagua y descargar para alcanzar una propinita. Yo pasé por los bares de La Habana Vieja donde Benny Moré pasaba el cepillo (el sombrero) a los turistas”.
Salvador Ricardo actualmente se apertrecha de un tamborcito hecho de un tanquecito de plástico para agua y un cencerro que amarra al tanquecito, y que no es más que la parte de arriba de un tanque de gas licuado. Igualmente usa una filarmónica de juguete y un recorder o flauta de pan, también de juguete. En los pies se coloca dos pomos plásticos de refresco que dentro tienen bolitas y que usa como maracas. Con estos atributos suena una conguita o una rumbita que pone a los oyentes a gozar.
“Desde 1998, en pleno Período Especial cuando escaseaba todo, me dediqué con más pasión a este oficio que me ha dado la subsistencia. Hay que vivir y hay que luchar”.
No debemos asombrarnos con estos músicos ambulantes que a través de los años, cual trovadores y excéntricos, iban de pueblo en pueblo como el famoso Compay Segundo del Buena Vista Social Club que contaba en una de sus canciones como viajaba de Alto Cedro para Macané. Y justamente ahora recuerdo que el Compay me decía: “Yo era un heredero de Sindo Garay que fue trotamundos, cirquero y trovador. Nosotros los trovadores íbamos de fiesta en fiesta, en bodas, en descargas bohemias y donde sonara cualquier cosa”.
El Batte, al igual que Compay Segundo y Sindo Garay, sigue esos senderos de la calzada de los trovadores, camina cuadras y cuadras diariamente bajo el sol abrasador de la ciudad para hacer sonar su conguita. “Siempre me gustó cantarle a la gente, soy empírico como muchos de los músicos y cantantes cubanos. El artista nace y se va haciendo por las calles y los talleres. Somos una legión de gente que trasmite alegría a la gente, aunque por dentro estemos cargando con los problemas de la vida diaria, pero hay que vivir y salir adelante por sobre todas las cosas. La música me ayuda a sobrevivir”.
Y así es como sobrevive el Batte sin pertenecer a institución o agencia musical alguna, sin estar en catálogos de disqueras, y ni siquiera ser promocionado por los medios de comunicación. Solamente sobrevive por las calles llevando a cuestas sus instrumentos musicales artesanales y tocando una conguita por unas monedas, al estilo de los trovadores de antaño.
Comentarios Dejar un comentario
24 de febrero de 2014
Salvador Ricardo Batte es un soberano saltimbanqui de este tiempo, anda por las calles, parques y plazas de La Habana ofreciendo su arte a como dé lugar, y se le puede ver lo mismo en la heladería Coppelia, en el Paseo del Prado o en el boulevard de San Rafael. “Tengo que conseguir la comida del día y la gente es amable, me tira algunas moneditas, y gota a gota saco la ‘jama’ (comida) del diario. La vida de los trotamundos es muy difícil, pero somos persistentes y voluntariosos. La música es cosa de gente sacrificada, nada cae del cielo”.
El Batte es un personaje pintoresco de la capital, nació en Bayamo en 1938 cuando estaba de moda en su tierra el danzón ligado con el son oriental. “Nací cerca de la Sierra Maestra, estoy acostumbrado a caminar y caminar, subir lomas y resistir. Siempre me gustó la música y luché por ella desde niño”.
El bayamés vino para La Habana en 1957 en el gran momento de la música cubana, pero el “mambo” estaba difícil para los músicos ambulantes. “Tenía que subirme a una guagua y descargar para alcanzar una propinita. Yo pasé por los bares de La Habana Vieja donde Benny Moré pasaba el cepillo (el sombrero) a los turistas”.
Salvador Ricardo actualmente se apertrecha de un tamborcito hecho de un tanquecito de plástico para agua y un cencerro que amarra al tanquecito, y que no es más que la parte de arriba de un tanque de gas licuado. Igualmente usa una filarmónica de juguete y un recorder o flauta de pan, también de juguete. En los pies se coloca dos pomos plásticos de refresco que dentro tienen bolitas y que usa como maracas. Con estos atributos suena una conguita o una rumbita que pone a los oyentes a gozar.
“Desde 1998, en pleno Período Especial cuando escaseaba todo, me dediqué con más pasión a este oficio que me ha dado la subsistencia. Hay que vivir y hay que luchar”.
No debemos asombrarnos con estos músicos ambulantes que a través de los años, cual trovadores y excéntricos, iban de pueblo en pueblo como el famoso Compay Segundo del Buena Vista Social Club que contaba en una de sus canciones como viajaba de Alto Cedro para Macané. Y justamente ahora recuerdo que el Compay me decía: “Yo era un heredero de Sindo Garay que fue trotamundos, cirquero y trovador. Nosotros los trovadores íbamos de fiesta en fiesta, en bodas, en descargas bohemias y donde sonara cualquier cosa”.
El Batte, al igual que Compay Segundo y Sindo Garay, sigue esos senderos de la calzada de los trovadores, camina cuadras y cuadras diariamente bajo el sol abrasador de la ciudad para hacer sonar su conguita. “Siempre me gustó cantarle a la gente, soy empírico como muchos de los músicos y cantantes cubanos. El artista nace y se va haciendo por las calles y los talleres. Somos una legión de gente que trasmite alegría a la gente, aunque por dentro estemos cargando con los problemas de la vida diaria, pero hay que vivir y salir adelante por sobre todas las cosas. La música me ayuda a sobrevivir”.
Y así es como sobrevive el Batte sin pertenecer a institución o agencia musical alguna, sin estar en catálogos de disqueras, y ni siquiera ser promocionado por los medios de comunicación. Solamente sobrevive por las calles llevando a cuestas sus instrumentos musicales artesanales y tocando una conguita por unas monedas, al estilo de los trovadores de antaño.
Comentarios Dejar un comentario
- No hay comentarios en este momento.