La Música de los sombreritos



La música moderna es muy cambiante y cada movimiento musical recibe un sello, clasificándola de esta manera, como una marca de fábrica. En estos tiempos en Cuba, a la música la llaman “la música de los sombreritos” porque está de moda entre la gente joven, ponerse sombreritos para cantar la nueva música.

Esta tendencia no es novedosa porque en los tiempos de mi abuelito, la música se cantaba con sombreros de paja, traje de dril 100 Hacendado y zapatos de dos tonos, como los primeros divos: Pablito Quevedo, muerto de tuberculosis, y Fernando Collazo, suicidado de un pistoletazo. Después vinieron muchos más como el guapo de la canción Rolando Laserie con una especie de bolchevique en su cabeza, Pío Leyva con un sombrerito y Pello el Afrokán con su raro turbante. También, Ibrahím Ferrer y Chucho Valdés usando boinas.

Posteriormente los sombreritos cayeron en desuso, hasta ahora que al parecer la banda Qva Libre, quienes fabrican sus propios sombreritos al estilo del sombrero del Tío Sam, pusieron la moda nuevamente. Igualmente usan sombreritos los nuevos trovadores como Adrián Berazain, Descemer Bueno, Jorge Luis de Karamba y hasta el humorista Pánfilo. Pero a pesar de los sombreritos, mucha de la música que hacen los chicos de los sombreritos, tiene un concepto sin concepto, como decía el compositor del feeling César Portillo de la Luz: esta música de ahora no tiene fisonomía. Y se refería al hecho de que esa música no cuenta con un formato establecido, es a lo que venga con formatos muy aleatorios.

Esta música de los jóvenes con sombreritos es underground, irreverente, iconoclasta, que ha roto con todo. Este fenómeno es muy común en determinados momentos de cada siglo donde hay una etapa de experimentación, de inventos y de mucha locura musical.

Recordemos la década de los 60 y la música loca que hacía Juan Formell que provocó que su partenaire, el pianista César Pedroso “Pupy”, en aquella época le presentara su renuncia inmediata a Juanito que reaccionó implorándole: “Compadre no me dejes con esta nave, embarcado en estos difíciles momentos”. Hoy por suerte, la mezcla de locura musical de Van Van ha dado excelentes frutos en una de las más sólidas orquestas cubanas.

En este inicio de siglo XXI que ya cuenta con catorce años, los músicos nuevamente andan a lo loco, sin freno y en Cuba, hay actualmente una cohorte de chicos que no saben hacia dónde van musicalmente.

Sobre el tema le pregunté a X Alfonso, quien es uno de los más experimentales de la joven música cubana, lo que le ha ganado el apodo de “la música máquina”, y me reconoció que ciertamente muchos de estos “experimentales” aún no tenían una definición musical de lo que quieren. Por eso unos la llaman música interactiva y otros le llaman fusión, siendo al final una mezcolanza musical que parece un ajiaco criollo.

Seguí indagando sobre qué es finalmente esta llamada música de sombreritos y José Antonio Levia, músico y productor musical, me aseguró que más bien se trata de una música con unos cuantos compases repetidos y mal colocados, donde en una canción solamente cambian una nota. “Y de los jazzistas ni hablar, esos no crean nada nuevo, salvo alguna que otra excepción, hay una legión de nuevos jazzistas que es lo mismo con lo mismo. Todos están enfermos del ‘notismo’, síndrome que puso de moda el grupo Irakere de Chucho Valdés, con Paquito D’ Rivera y Arturo Sandoval que no paraban de meter miles de notas en una pieza musical”.

Otro músico experto, Rey Monte, me contó que el propio Descemer Bueno, uno de los astros de la nueva canción cubana, no sale de la misma melodía en muchas de sus canciones.

En fin, al parecer los sombreritos no traen nada nuevo a la música cubana y no acaban de entender que la música de Los Beatles no la hace cualquiera porque ellos con tres notas hicieron obras maestras, verdaderos clásicos del siglo XX. Pero el genio no sale todos los días, a pesar de los sombreritos, y Los Beatles fueron una Revolución que solamente se da una vez en un siglo.

Confío que seguramente los músicos de hoy encontrarán un camino, porque como decía el genial Goethe, la gente se pierde y en esa pérdida del camino, encuentran su propia solución.

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