La música en la Calle G



La Calle G en el reparto El Vedado, se ha convertido en la zona neurálgica de la capital cubana. Es como un nicho de jóvenes conflictivos y transgresores que asumen el sitio como “gueto” de la ciudad. Algunos los califican como verdaderas “tribus urbanas”. De ellos se han hecho documentales como “Hemoglobina” (2000) de los realizadores Michel Pascual y David Pérez, y muchos artículos para diferentes sitios de prensa. Incluso, la Fundación Fernando Ortiz, dedicó un “dossier” para la revista Catauro, que presenta las variables más significativas de esta calle y sus asiduos jóvenes.

Esta caterva de jóvenes de la Calle G se dividen en grupos que se autotitulan: Emos, Repa y Mikis. Los Repa son los “reparteros”, los que viven en repartos arrabaleros; los Mikis son los que proceden de familias con mejores entradas económicas y tienen sus homólogos en los Fresas mexicanos; y los Emos son una copia de los Emos de otros países, pero los cubanos suelen ser más alegres y escandalosos, y menos dramáticos.

Algunos de esos chicos utilizan piercings, tatuajes, muñequeras a rayas, peinados muy pintorescos y engominados a la manera de los tangueros de los años 30, vestuarios estrafalarios y gustan que los definan bien dentro de la tribu urbana que integran.

En sus inicios, muchos sectores de la población intentaron “demonizarlos”, creando una leyenda muy funesta sobre ellos, que los marginaba. Muy típico de todas las épocas y sociedades, donde la cubana desde sus inicios en la Colonia, no se quedó atrás. En aquellos tiempos por ejemplo, a chicos similares que gustaban reunirse en grupos con características similares entre ellos y gustos en común, le decían los “petimetres”, y procedían de los negros curros, siendo atacados por la opinión pública y los diferentes sectores sociales. En la década de 1960, cuando comenzó la llamada “ofensiva” contra todo lo que no estuviera dentro de la Revolución, les decían los Camisas Negras y eran catalogados de “enfermitos”. Los seguidores del rock por ejemplo, recibieron el nombre de Frikis y otros los “Elvispreslianos” de la calle La Rampa, en la zona de la heladería de Coppelia.

Los grupos actuales no son muy diferentes a los grupos de jóvenes que hemos tenido en nuestra sociedad, aunque muchos han sido los que han intentado escribir sobre el tema como el escritor e investigador por cuenta propia Yoss, José Miguel Sánchez Gómez, quien asegura que esta “tropa” sufre de pobreza emocional, pasan por una crisis de fe y de valores que los golpea desde hace 20 años, justo cuando comenzaba el llamado Período Especial cubano. Asegura que “esto, más que un problema, es un síntoma”.

El etnólogo y escritor Miguel Barnet estima que estos jóvenes pertenecen a un linaje de las familias disfuncionales, resquebrajadas de nuestra sociedad actual. “Son como una piedra en un zapato que nos duele. Ellos no podrán sustentarse porque no producen una cultura como el movimiento de Memphis o Nashville con el rock”.

La mayoría de estos jóvenes consume la música que autotitulé “música de sombreritos”, que no es más que un estilo moderno hecho por músicos que usan sombreritos en su vestuario y que solamente hacen canciones de pocos acordes y con cierta monotonía creativa.

Por su lado, la periodista Vladia Rubio afirma que los “rockeros” son el grupo que conquistó la calle después del cierre del Patio de María en los años 2001-2002. Como muchos recuerdan, El Patio de María era un espacio cerca del barrio La Timba, donde se reunían los jóvenes “frikis” a escuchar rock de la mano de bandas cubanas. Del Patio de María pasaron a la Calle G porque la gente siempre se agencia su entretenimiento, y dicen muchos que los “rockeros” son el grupo que posee la posición más privilegiada en este sitio. A algunos de esos rockeros que pasan de los veinte y pico, los llaman los “Dinosauros” y los respetan.

Los Repas son admiradores de la música salsa, rap y reguetón. Ahora, con los medios modernos de reproducción de música, ellos siempre se las agencian para conseguir su música preferida y pasarla de mano en mano.

Muchos de los jóvenes que conforman estos grupos o tribus urbanas, son músicos, cantantes y artistas que no pertenecen a ninguna institución u organización, que no reciben apoyo de algún tipo y algunos incluso ni siquiera han pasado por la academia y muchos menos han grabado sus composiciones. Algunas veces los vemos con guitarra en mano descargando sus canciones raras con melodías pegajosas, muchas de ellas de extraña procedencia de otros compositores desconocidos como ellos o de su propia autoría, rodeados de amigos, conocidos y desconocidos.

La Calle G, casi todas las noches, se repleta de estos grupos estrafalarios, alegres y escandalosos, que buscan su propia manera de entretenerse y divertirse, mientras por estos días, los sociólogos y etnólogos se rompen la cabeza para descifrarlos, para saber qué cultura, qué música consumen y siguen en estos tiempos de revolución sonora donde Cuba no se queda atrás.

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