Las canciones de la mili



Jan Carlos cantaba casi desde que nació pero sin estar consciente de su talento. Lo hacía con naturalidad para cumplir, compartir, agradar a las muchachas o para entretener. “Yo desde niño, muy niño aún, siempre canté. Lo hacía en los matutinos de la escuela y en las actividades pioneriles. Creo que lo hacía bien pues siempre me invitaban para participar y también recuerdo que en las fiestecitas que preparábamos los fines de semana durante la escuela al campo me pedían siempre que cantara”. Sin embargo, fue con la adultez que su decisión fue haciéndose cada vez más madura y tangible.

Para muchos jóvenes cubanos el servicio militar es un momento fastidioso, una especie de encierro, de privación de las libertades usuales, de rígida disciplina y abuso de poder, un período de estancamiento que irrumpe e interrumpe el curso de los estudios superiores y la superación profesional. Entonces para lidiar con la ansiedad larvada del “cuajo” si antes no fumabas, ahora comienzas a hacerlo, o te ejercitas para liberar las tan necesarias endorfinas, o ya no lo haces porque tienes un hambre vieja y de viejo, también hay quienes leen y otros que cantan. “Fue en el servicio militar activo que comencé a cantar como aficionado. Ahí formé parte de un grupo que se hacía llamar Los Gallardos. También me presentaba como solista y con cualquiera de estos formatos participaba en todas las actividades de la unidad, o por las provincias en homenajes y aniversarios de fechas festivas”. Y desde ese entonces hasta hoy, este habanero que disfruta a plenitud de su familia y de sus cuarenta y dos años, ha optado por la música. “Soy casado y no tengo hijos, pero para mí la familia es lo más importante además del canto, claro”.

Luego de cumplir el Servicio Militar Obligatorio formó el grupo Oasis. Un conjunto musical que él mismo califica como más experimentado, y con el cual tuvo la oportunidad de presentarse en diferentes peñas y de cantar con la trova de la Casa de la Cultura del Cerro. “Cantábamos también en las peñas que se realizaban en la Casa del Pintor de Tierra, así como en el Teatro de Cultura Física La Mariposa. Actuábamos en las actividades que realizaban las organizaciones del barrio, donde tuve el placer de ser acompañado musicalmente por el guitarrista Iván Gutiérrez”.

Cobarde es el que no lo intenta y por eso ha probado su suerte en distintos concursos. Por ejemplo, una vez se aventuró en Buscando el Sonero, y aún no sabe exactamente dónde fue que falló, si realmente falló o si simplemente cayó en un misterioso y maquiavélico interjuego de la burocracia y los miembros del jurado. “ No me seleccionaron, no aceptaron la canción que llevaba para competir, nunca me explicaron el porqué, no me permitieron elegir otra, aunque sí me reconocieron mi buena voz y mi melodía. Estos tipos de obstáculos me los he encontrado en varias oportunidades y en distintas actividades”.

“Lo que más quisiera es tener el chance de desarrollarme como cantante profesional, creo que lo hago bien, me gusta y los disfruto al máximo, además el público me lo demuestra con sus aplausos y reconocimientos. Me gustaría pertenecer a alguna agrupación y por supuesto devengar un salario”. Jan Carlos seguirá cantando porque sencillamente no puede dejar de hacerlo, el tiempo muerto del Servicio sirvió al menos para regalarle esa verdad. Los boleros, el son, la guaracha fueron y son sus compinches de la “mili” y la música romántica el símil de su amada. No ha compuesto aún ningún tema, “pero creo que si me lo propongo puedo hacerlo porque soy romántico y me puedo inspirar principalmente en el amor”.

Le deseo la mejor de las suertes a este hombre que una vez fue un proyecto de soldado enajenado salvado por la música y hoy es el guerrero crítico y romántico al servicio de ella.

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