Del cielo le caen las hojas



Tengo mis dudas sobre lo predeterminado y no creo en la magia que históricamente ha circulado alrededor del concepto destino. Mas sin que las leyes de la cotidianeidad lleguen a ser ciencia exacta, en más de una ocasión inundan nuestros sentidos, la lógica se marea y el viejo refrán de “el que nace pa’ tamal del cielo le caen las hojas”, se alza como una verdad a medias porque a veces toma tiempo decidirse.

Anet no entendía su vocación, para ella cantar contaba como un hobby más, “desde pequeña era fanática a cantar”, dice. Cuando niña canturreaba en la casa y por los pasillos de la escuela, recibía regaños de sus maestras por aquel tarareo que automáticamente se apoderaba de ella sin importar el mandato de silencio, ni el discurso de las profesoras, ni los ejercicios orientados en la pizarra. No quedó más remedio que incluirla en las actividades pioneriles y ver si de esta forma se canalizaban aquellas ansiedades artísticas. Fue con el tiempo que la decisión de cantar ganó madurez y seriedad. “Canto desde que comencé en la escuela, después fui creciendo y por supuesto superándome. De ahí en lo adelante comencé mi carrera (aficionada) como cantante, canto todo tipo de música, pero mis preferidas son las canciones románticas”.

Como un barco fantasma, desconocida y cargada de tesoros, Anet no tiene un rumbo definido y va allí hacia donde la lleve su instinto. Hasta el momento no ha pertenecido a ningún grupo, siempre se ha presentado en formato de solista. “Me he presentado en muchas peñas, en reuniones culturales, en teatros, por ejemplo en el Teatro América. También en actividades públicas durante las vacaciones del verano, que se hicieron en las Playas del Este, en Guanabo, Santa María del Mar. Además, algunas familias conocidas me invitan a veces para cantar en fiestas y descarguitas privadas”.

Acto seguido manifiesta un enorme deseo de cambiar su suerte, de encontrar un faro que la oriente y la ayude a encaminar de una vez su carrera, así como de contar con un poco de promoción a su favor. “En una ocasión, estando en una de estas fiestecitas familiares, un invitado me preguntó que por qué yo no participaba en algún concurso de canto. Según él, yo cantaba muy bien y tenía muy buena melodía. En realidad no sé por qué no lo he hecho o si es que no me ha surgido la oportunidad, será que no he tenido suerte o no he tenido a nadie que me encamine. Tengo la esperanza que quizás a través de esta entrevista pueda darme un poco a conocer”.

El canto ha sido para ella una zona de comodidad y satisfacciones, pero aún necesita ganar en impulso y confianza en sí misma. “He tenido momentos muy felices y alegres sobre todo cuando he cantado donde ha habido mucho público. Me han aplaudido fuertemente y me han obligado a continuar cantando, al terminar mi actuación se han acercado para felicitarme personalmente, exhortándome a no descansar en mi empeño de ser cantante pues tengo condiciones para llegar lejos”.

“Con respecto a las dificultades he tenido algunas, en varias ocasiones he sido invitada a algunas peñas en las casas de la cultura y no he podido ir por ser lejos (Alamar, Guanabo, etc.). Además de no poseer la vestimenta adecuada como para presentarme en estas actividades nocturnas”.

A esta habanera de veinticinco años la asola su tranquilidad y actitud pasiva. Alamar y Guanabo no quedan tan lejos si es genuino el deseo de cantar. Vivimos en una Cuba en la que la actitud proactiva es la estrategia para sobrevivir. Salimos a “cazar” la guagua y no a cogerla, a “luchar” la comida y no a conseguirla, a “cuadrar a la jeva” y no a enamorarla. El éxito es del que es constante y se arriesga. Su talento es innegable, pero muchas veces para que del cielo caigan las hojas, tiene que imponerse el tamal.

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