Trío Tunas en la supervivencia
7 de abril de 2014
Diariamente arriban a La Habana como población flotante, una serie de músicos ambulantes, trotamundos, trovadores que luchan por la supervivencia. Acabaditos de llegar me encuentro con un trío que aún no tiene nombre y yo mismo les puse Trío Tunas. Lo componen dos mujeres y un hombre: Magaly Martínez Rodríguez, cantante de 42 años; Jorge Luis Manzo, guitarrista que tiene 30 años; y Yeilis Briñones, maraquera de 14 años.
Se arriesgaron a venir para La Habana porque dicen que el “mambo” está difícil en Las Tunas. “Allá no hay nada que hacer –me cuenta Jorge-, esas son provincias que no tienen vida musical ni vida artística. Una vez al año se hace el Festival Cucalambé, pero una vez al año hace daño, como dice una frase. Nosotros vivimos y comemos el año entero, y todo ese tiempo sin hacer nada nos mata de hambre. La música es nuestra vida y allá eso está en candela”.
El Trío Tunas toca música típica cubana, se alimentan del son de la zona donde nacieron, las provincias orientales cubanas que son una especie de triángulo musical y que el genio del populacho habanero denomina como Palestina. “Tocamos música que son bien conocidas por los visitantes –dice Yeilis la maraquera-, pero no es fácil colarse, hay muchos grupos tocando por esta zona. A veces debemos esperar a que desembarquen turistas en algún yate de esos gigantes que vienen a menudo”.
El trío va de plaza en plaza, se mueven a diversas calles del Barrio Chino, el Paseo del Prado, el Parque Central, buscando “cazar” turistas que suelten algunas moneditas al aire. “Nuestro repertorio –explica Magaly- tenemos que ir ampliándolo, porque la exigencia es muy grande, lo mismo te piden un bolerito que una guaracha, que una rumbita. Increíblemente la música cubana camina mucho y hay gente que la conoce tanto como nosotros. La música de ‘sopa’, todo esto que hacemos, lleva su oficio, no es coser y cantar, hay que prepararse. Sabes, hay que complacer a mucha gente”.
Todavía no pertenecen a ninguna agencia o institución, ni siquiera sueñan con volverse profesionales para cantar en sitios nocturnos, peñas o teatros y ganar mucho más dinero, incluso hasta una entrada económica estable. Muchos menos piensan en discos, vídeos clips o concursar en festivales. Sólo cantan para vivir, o mejor dicho: sobrevivir el diario de un plato de comida y un techo donde pasar la noche. Y lo más triste es que ellos no tienen nada que envidiarle a cualquier cantante profesional cubano que se sube a un escenario aclamado por cientos de fanáticos y hasta ganan en divisas. Pero mientras cantan por la supervivencia, ni siquiera se autotitulan: aficionados.
Mientras los escuchaba cantar, algunos turistas se acercaban para entonar alguna canción junto a ellos. Hay gente que goza con pararse en la calle de la ciudad que visitan y hasta tirarse una foto con cantantes callejeros de otros países. Me fijé que quienes más degustan de esta música cubana son los colombianos y mexicanos, que cantan y sienten la música cubana como suya. Adoran los ritmos nacionales, coleccionan discos de todo tipo que a veces son verdaderas rarezas musicales y hasta se saben algunas de las canciones que cantan y bailan con frenesí.
“Esto nos ayuda a nosotros –confiesa Jorge- porque muchas veces conocen canciones que no hemos escuchado y nos dedicamos a buscar esas grabaciones a como dé lugar. Vamos a Radio Progreso y las tratamos de conseguir. Hace poco me pidieron el bolero cantado por Panchito Riset: ‘Déjame solo’, una dramática canción que dice: Déjame sólo con mi vida/ que yo sabré curar mi herida/ déjame sólo que con el tiempo/ las heridas curarán/”.
Aunque ahora mismo sus aspiraciones son llenar sus bolsillos con las monedas que mantienen su sustento diario, es indiscutible que los músicos callejeros adquieren conocimientos musicales y artísticos en sus andanzas por la ciudad, y así como Benny Moré se hizo poco a poco sin estudios académicos, muchos también se van forjando como cantantes “profesionales” solamente cantando a los turistas y pasando el “cepillo”. Algunos como el Benny pueden llegar muy lejos con su música y otros tristemente, no pasan de las calles a pesar de su gran talento.
Ojalá que el Trío Tunas conquiste la ciudad y se hagan grandes, porque tienen talento, son jóvenes y se lo merecen.
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7 de abril de 2014
Diariamente arriban a La Habana como población flotante, una serie de músicos ambulantes, trotamundos, trovadores que luchan por la supervivencia. Acabaditos de llegar me encuentro con un trío que aún no tiene nombre y yo mismo les puse Trío Tunas. Lo componen dos mujeres y un hombre: Magaly Martínez Rodríguez, cantante de 42 años; Jorge Luis Manzo, guitarrista que tiene 30 años; y Yeilis Briñones, maraquera de 14 años.
Se arriesgaron a venir para La Habana porque dicen que el “mambo” está difícil en Las Tunas. “Allá no hay nada que hacer –me cuenta Jorge-, esas son provincias que no tienen vida musical ni vida artística. Una vez al año se hace el Festival Cucalambé, pero una vez al año hace daño, como dice una frase. Nosotros vivimos y comemos el año entero, y todo ese tiempo sin hacer nada nos mata de hambre. La música es nuestra vida y allá eso está en candela”.
El Trío Tunas toca música típica cubana, se alimentan del son de la zona donde nacieron, las provincias orientales cubanas que son una especie de triángulo musical y que el genio del populacho habanero denomina como Palestina. “Tocamos música que son bien conocidas por los visitantes –dice Yeilis la maraquera-, pero no es fácil colarse, hay muchos grupos tocando por esta zona. A veces debemos esperar a que desembarquen turistas en algún yate de esos gigantes que vienen a menudo”.
El trío va de plaza en plaza, se mueven a diversas calles del Barrio Chino, el Paseo del Prado, el Parque Central, buscando “cazar” turistas que suelten algunas moneditas al aire. “Nuestro repertorio –explica Magaly- tenemos que ir ampliándolo, porque la exigencia es muy grande, lo mismo te piden un bolerito que una guaracha, que una rumbita. Increíblemente la música cubana camina mucho y hay gente que la conoce tanto como nosotros. La música de ‘sopa’, todo esto que hacemos, lleva su oficio, no es coser y cantar, hay que prepararse. Sabes, hay que complacer a mucha gente”.
Todavía no pertenecen a ninguna agencia o institución, ni siquiera sueñan con volverse profesionales para cantar en sitios nocturnos, peñas o teatros y ganar mucho más dinero, incluso hasta una entrada económica estable. Muchos menos piensan en discos, vídeos clips o concursar en festivales. Sólo cantan para vivir, o mejor dicho: sobrevivir el diario de un plato de comida y un techo donde pasar la noche. Y lo más triste es que ellos no tienen nada que envidiarle a cualquier cantante profesional cubano que se sube a un escenario aclamado por cientos de fanáticos y hasta ganan en divisas. Pero mientras cantan por la supervivencia, ni siquiera se autotitulan: aficionados.
Mientras los escuchaba cantar, algunos turistas se acercaban para entonar alguna canción junto a ellos. Hay gente que goza con pararse en la calle de la ciudad que visitan y hasta tirarse una foto con cantantes callejeros de otros países. Me fijé que quienes más degustan de esta música cubana son los colombianos y mexicanos, que cantan y sienten la música cubana como suya. Adoran los ritmos nacionales, coleccionan discos de todo tipo que a veces son verdaderas rarezas musicales y hasta se saben algunas de las canciones que cantan y bailan con frenesí.
“Esto nos ayuda a nosotros –confiesa Jorge- porque muchas veces conocen canciones que no hemos escuchado y nos dedicamos a buscar esas grabaciones a como dé lugar. Vamos a Radio Progreso y las tratamos de conseguir. Hace poco me pidieron el bolero cantado por Panchito Riset: ‘Déjame solo’, una dramática canción que dice: Déjame sólo con mi vida/ que yo sabré curar mi herida/ déjame sólo que con el tiempo/ las heridas curarán/”.
Aunque ahora mismo sus aspiraciones son llenar sus bolsillos con las monedas que mantienen su sustento diario, es indiscutible que los músicos callejeros adquieren conocimientos musicales y artísticos en sus andanzas por la ciudad, y así como Benny Moré se hizo poco a poco sin estudios académicos, muchos también se van forjando como cantantes “profesionales” solamente cantando a los turistas y pasando el “cepillo”. Algunos como el Benny pueden llegar muy lejos con su música y otros tristemente, no pasan de las calles a pesar de su gran talento.
Ojalá que el Trío Tunas conquiste la ciudad y se hagan grandes, porque tienen talento, son jóvenes y se lo merecen.
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