Vida Ochoa, mis dos novios
21 de abril de 2014
Las buenas interpretaciones vocales poseen la magia de sorprendernos e impactarnos desde la primera nota. Nada importa que no sea un género personalmente preferido o que el idioma no sea el nuestro. Basta ser receptor de una excelente calidad vocal para hacer vibrar lo mejor de nuestra sensibilidad.
La última vez que experimentamos este grato fenómeno fue cuando escuchamos la potente voz de una jovencita llamada Vida. Ocurrió en la peña que tiene lugar el primer sábado de cada mes en la Sala Martínez Villena de la UNEAC. En el evento se presenta un variado número de artistas, algunos reconocidos, junto a otros que recién se inician en el canto.
Dentro del grupo de los bisoños figura Vida Ochoa Ramos. Espigada, de armoniosas líneas corporales, con una sonrisa casi infantil que se refleja tanto en los gruesos labios como en la serena mirada. Viéndole desplazarse por el escenario, se nos antoja que con sus recién cumplidos diecisiete años es la niña que juega a ser mujer, o la mujer que no desea descartar definitivamente la infancia. Pero más allá de todo retrato, la naturaleza le regaló a Vida una voz privilegiada. Lejos de lo apologético, pudiéramos afirmar que pese a que aún tiene frente a ella un mundo de estudios, experiencias y oficio que recorrer, esta joven alcanzará un escaño de quilate en la escena musical de nuestro país.
Cuando aquella sabatina tarde de abril la escuchamos vocalizar “I love You” con un impecable inglés, la tesitura de sus agudos y la emotividad interpretativa –salvando las lógicas distancias– nos hicieron rememorar a Whitney Houston o tal vez a Céline Dion. El estruendoso y largo aplauso, y las exclamaciones de aprobación con que un público puesto de pie premió su actuación, anularon la idea de que había caído en un unipersonal y sobredimensionado embrujo.
Concluida la jornada artística nos acercamos a la joven. Queríamos indagar sobre sus primeros pasos en el arte, los cuales presumíamos no serían muy diferentes a los de otros jóvenes valores. No obstante algo en especial notábamos en ella que podía marcar la diferencia, específicamente en cuanto a la colocación de la voz en las disímiles escalas de registro.
Luego de conocer que como todos los niños con iguales actitudes para el canto, Vida hizo las obligadas escalas artísticas en fiestas familiares, actividades escolares y otros eventos sociales, supimos que lo más descollante en esa etapa fue su participación en el grupo La Colmenita, de la Habana Vieja, municipio donde reside.
Ya adolescente comenzó a estudiar Enfermería, proyecto que por la consabida historia de desacierto vocacional abandonó tempranamente. Enrumbó su brújula nuevamente hacía la música. Asistió a una audición en el Teatro García Lorca y dice que entró con mucho entusiasmo, pero con poca suerte, no fue aceptada. “El hecho me sirvió de acicate, me confié demasiado. Me prometí hacer todo lo posible para alcanzar una plaza en la Academia de Canto Lirico de ese teatro. Estuve todo un año preparándome y recibiendo clases particulares con la profesora Katia Selvia, quien con su profesionalidad y exigencia me hizo sudar notas musicales”.
Como un filme con final feliz, Vida se presentó al año siguiente a una nueva audición y esta vez sí fue aceptado su ingreso a la Academia para cursar estudios durante tres años. Pero más que un final feliz fue un inicio para la joven cantante. “En la escuela he aprendido mucho, pero lo que realmente me alimenta artísticamente es el contacto con el público. Saber que puedo dar algo que la gente me pueda agradecer. Me dicen que por mi juventud puedo esperar, pero no quiero que la espera sea eterna”.
Tal vez por ese derroche de energía, Vida se ha trazado un entramado de proyectos: continuar sus estudios en el Instituto Superior de Arte, perfeccionar su inglés, participar en cuanto evento musical la inviten, empeñarse en grabar un disco, verse en la televisión, oírse en la radio, dominar un repertorio donde se inserten armoniosamente lo lirico con el pop, viajar al extranjero, sobre todo a Nueva York, y participar en los Premios Billboard.
“Yo sé que existen dificultades para hacer realidad lo que se sueña, pero las dificultades se vencen más con trabajo que con llanto”.
“Por ahora –nos dice- me he presentado en la Embajada del Perú, en casas de cultura, en el Museo de la Revolución, en el Museo de los Bomberos, en algunas actividades del Teatro Lírico, y aquí en la UNEAC”.
¿Qué opina tu familia?
“Mi familia me dice que debo aprovechar las oportunidades que se presentan en la vida, pero están preocupados. Tienen el temor de que se me acerque algún embaucador y me ofrezca maravillas que luego no se cumplen”.
¿Y tu novio?
“Bueno, tengo dos novios: el canto y un cantante, los dos me alientan y a los dos los quiero por igual”.
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21 de abril de 2014
Las buenas interpretaciones vocales poseen la magia de sorprendernos e impactarnos desde la primera nota. Nada importa que no sea un género personalmente preferido o que el idioma no sea el nuestro. Basta ser receptor de una excelente calidad vocal para hacer vibrar lo mejor de nuestra sensibilidad.
La última vez que experimentamos este grato fenómeno fue cuando escuchamos la potente voz de una jovencita llamada Vida. Ocurrió en la peña que tiene lugar el primer sábado de cada mes en la Sala Martínez Villena de la UNEAC. En el evento se presenta un variado número de artistas, algunos reconocidos, junto a otros que recién se inician en el canto.
Dentro del grupo de los bisoños figura Vida Ochoa Ramos. Espigada, de armoniosas líneas corporales, con una sonrisa casi infantil que se refleja tanto en los gruesos labios como en la serena mirada. Viéndole desplazarse por el escenario, se nos antoja que con sus recién cumplidos diecisiete años es la niña que juega a ser mujer, o la mujer que no desea descartar definitivamente la infancia. Pero más allá de todo retrato, la naturaleza le regaló a Vida una voz privilegiada. Lejos de lo apologético, pudiéramos afirmar que pese a que aún tiene frente a ella un mundo de estudios, experiencias y oficio que recorrer, esta joven alcanzará un escaño de quilate en la escena musical de nuestro país.
Cuando aquella sabatina tarde de abril la escuchamos vocalizar “I love You” con un impecable inglés, la tesitura de sus agudos y la emotividad interpretativa –salvando las lógicas distancias– nos hicieron rememorar a Whitney Houston o tal vez a Céline Dion. El estruendoso y largo aplauso, y las exclamaciones de aprobación con que un público puesto de pie premió su actuación, anularon la idea de que había caído en un unipersonal y sobredimensionado embrujo.
Concluida la jornada artística nos acercamos a la joven. Queríamos indagar sobre sus primeros pasos en el arte, los cuales presumíamos no serían muy diferentes a los de otros jóvenes valores. No obstante algo en especial notábamos en ella que podía marcar la diferencia, específicamente en cuanto a la colocación de la voz en las disímiles escalas de registro.
Luego de conocer que como todos los niños con iguales actitudes para el canto, Vida hizo las obligadas escalas artísticas en fiestas familiares, actividades escolares y otros eventos sociales, supimos que lo más descollante en esa etapa fue su participación en el grupo La Colmenita, de la Habana Vieja, municipio donde reside.
Ya adolescente comenzó a estudiar Enfermería, proyecto que por la consabida historia de desacierto vocacional abandonó tempranamente. Enrumbó su brújula nuevamente hacía la música. Asistió a una audición en el Teatro García Lorca y dice que entró con mucho entusiasmo, pero con poca suerte, no fue aceptada. “El hecho me sirvió de acicate, me confié demasiado. Me prometí hacer todo lo posible para alcanzar una plaza en la Academia de Canto Lirico de ese teatro. Estuve todo un año preparándome y recibiendo clases particulares con la profesora Katia Selvia, quien con su profesionalidad y exigencia me hizo sudar notas musicales”.
Como un filme con final feliz, Vida se presentó al año siguiente a una nueva audición y esta vez sí fue aceptado su ingreso a la Academia para cursar estudios durante tres años. Pero más que un final feliz fue un inicio para la joven cantante. “En la escuela he aprendido mucho, pero lo que realmente me alimenta artísticamente es el contacto con el público. Saber que puedo dar algo que la gente me pueda agradecer. Me dicen que por mi juventud puedo esperar, pero no quiero que la espera sea eterna”.
Tal vez por ese derroche de energía, Vida se ha trazado un entramado de proyectos: continuar sus estudios en el Instituto Superior de Arte, perfeccionar su inglés, participar en cuanto evento musical la inviten, empeñarse en grabar un disco, verse en la televisión, oírse en la radio, dominar un repertorio donde se inserten armoniosamente lo lirico con el pop, viajar al extranjero, sobre todo a Nueva York, y participar en los Premios Billboard.
“Yo sé que existen dificultades para hacer realidad lo que se sueña, pero las dificultades se vencen más con trabajo que con llanto”.
“Por ahora –nos dice- me he presentado en la Embajada del Perú, en casas de cultura, en el Museo de la Revolución, en el Museo de los Bomberos, en algunas actividades del Teatro Lírico, y aquí en la UNEAC”.
¿Qué opina tu familia?
“Mi familia me dice que debo aprovechar las oportunidades que se presentan en la vida, pero están preocupados. Tienen el temor de que se me acerque algún embaucador y me ofrezca maravillas que luego no se cumplen”.
¿Y tu novio?
“Bueno, tengo dos novios: el canto y un cantante, los dos me alientan y a los dos los quiero por igual”.
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