La lírica sencilla de Freddy Laffita

28 de abril de 2014



Lo conocí en la Peña de la Década de Las Tunas, donde se encontraba disfrutando de la actividad cultural. Me lo presentaron como un valiente cultivador de la canción protesta. No parece un trovador, pero defiende ese género por encima de todas las cosas.

A Freddy Laffita no le interesa ser masivamente conocido ni la promoción constante en los medios, simplemente regalarnos su música sin facilismos.

En el patio del Centro Cultural Huellas nos brindó sus impresiones. “Mi padre falleció trágicamente en un accidente automovilístico cuando yo tenía 4 años y lo único que me dejó fue una guitarrita. Ese hombre maravilloso integró un conjunto de mariachis que se presentaba todos los sábados en la emisora La Voz del Toa. Quizás de ahí provenga mi afición por la música”.

“Estudié en la universidad de Oriente, Física-Matemática. A los 21 años aprendí mis primeros acordes de guitarra, aunque desde antes escribía mis poesías y quería ser novelista. Mis influencias provienen de Cesar Vallejo. Dejé todo eso cuando la música me absorbió. Simplemente musicalizo los poemas que escribo, la letra me da el tempo”.

“Mi primera canción fue muy larga, -prosigue Laffita- dura 7 minutos y tiene varios cambios de ritmo. Me propuse hacer algo distinto con ella, la presenté a un concurso y el único que no ganó fui yo. Nadie la entendió. Se llama ‘Milonga en bajo tono’”.

“Todo ese mundillo de la composición me encantó y comencé a participar en las peñas de trovadores en Moa por el año 1991. Allí Fernando Cabrejas me ayudó y se convirtió en mi padrino artístico. Posteriormente participé en el Festival Nacional de la Trova Longina y en varias descargas en la Casa Iberoamericana de la Décima en Las Tunas. Además, para sobrevivir fui farmacéutico, dependiente en un almacén de automóviles, pistero de gasolina, profesor particular de matemática y obrero de la construcción batiendo mezcla”.

“Le doy gracias a Dios por haber tenido todas esas experiencias porque uno adquiere lenguaje y conocimiento de otros mundos, que son necesarios hasta para hacer una simple canción de amor de un constructor”.

“Me interesa la interacción con el público y que la gente te pida las canciones -se sincera Freddy-. No quiero rebajar mi mensaje, necesito que sea limpio y estético. Si no tienes un grupo acompañante, es muy difícil hacer la trova en estos momentos. Son tiempos de sonoridades complejas y la sencillez no está de moda”.

“Otra cosa que atenta contra nuestro trabajo es que las instituciones no se dan cuenta de la situación, piensan que uno puede seguir a guitarra limpia. No se puede. He tenido varios grupos con formato pop rock, pero por el problema económico no han perdurado. Nadie quiere pagar un concierto. Los proyectos no logran sobreponerse al paso del tiempo”.

“Todos creen que la solución es irse para La Habana porque los dirigentes culturales tienen una filosofía de que lo único que funciona es la música tradicional cubana -continúa el artista-. Los tiempos cambiaron y los trovadores no somos populares. Para trascender no hace falta ganar un millón de dólares, sino grabar un disco que valga la pena”.

“Nunca he podido grabar un disco con todas las de la ley. Quisiera que los productores que de verdad saben hacer el trabajo vengan a Oriente, un artista no es nada si no aparece el productor adecuado”.

“Grabé un demo titulado Atando Cabos con el apoyo del trovador José Aquiles, que tiene una disquera independiente en Santiago de Cuba. Allí graban los jazzistas y trovadores. Son grabaciones de mucha calidad, pero no llegan a los medios de difusión masiva pues no los apoya ningún sello distribuidor”.

Finaliza el trovador: “Hace unos años fundé Ateje Records, un estudio donde grabo a algunos amigos, pero me falta la perfección profesional. Son grabaciones caseras. Quiero continuar haciendo música sin caer en facilismos. Me gusta la lírica coherente por su sencillez”.

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