Underground en el cemento



Las historias suelen escribirse en papeles, otras permanecen en la cultura popular de forma oral como memorias, leyendas, recuerdos y mitos. Pero esta, que tiene mucho que ver con el archivo underground cubano, está ahí porque la sembraron literalmente en cemento, y por cosas de la vida, nadie ni nada la ha logrado borrar.

Mucho antes del Sandy, ese ciclón-tornado-huracán que asoló diabólicamente a la ciudad de Santiago de Cuba en el 2012, ya estaba ahí. Y después siguió en el mismo lugar. Les cuento por qué… ¿quién sabe qué pasará mañana? y esto debe quedar como si fuera un suceso trascendental aunque cotidiano, bien que se lo merece.

¿De qué se trata? Ahí está en la foto, en una de las aceras de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo Grajales, la más cercana al punto donde casi siempre está un inspector de los “amarillos”, casi frente a la entrada del Complejo Cultural Heredia, una tapa de cemento de un conducto muestra un letrero: Real 70 Aldeanos.

¿Quién lo hizo? Por supuesto no se sabe. Es mejor imaginarse a un muchacho o a un treintañero que pasaba por allí y cuando tuvo la oportunidad, en el cemento fresco de esa tapa y con un palo cualquiera, aprovechó y dejó esa evidencia de que en Santiago de Cuba, y más de una vez, han estado los muchachos del estudio Real 70.

Lo más curioso es que esa era la tapa original que seguía impertérrita, es decir, imperturbable y estoica en su lugar, hasta que el Sandy removió los cimientos de la Ciudad Héroe del Caribe. Y entonces, como es Santiago de Cuba “no os asombréis de nada”, volvió a suceder algo interesante. Simple y llanamente cuando fueron a sustituir la tapa rota por la caída de los grandes árboles del lugar, la apartaron a un lado y pusieron una nueva cápsula también de cemento, pero la otra, la del graffiti improvisado y osado, todavía sigue ahí en el mismo sitio, como queriendo compartir otros destinos. Pero donde nació su mayor trascendencia es que dejó de ser la piedra fría, casi sepulcral, para ser algo que dice mucho.

¿Y saben qué? Pues me he vuelto cómplice de ese tipo de tarja que es para mí ya un monumento a lo underground. Paso por ahí casi todos los días, de lunes a viernes, en una caminata vespertina o nocturna de regreso a casa, y aunque tenga que correr para coger una guagua o una camioneta, siempre la miro de reojo o de frente, y sonrío a gusto.

Por eso la quise atrapar en la foto, para que nadie más lo cuente, y no sólo por el dicho famoso: “una imagen vale más que mil palabras”, sino por algo muy poético que leí una vez: “Al no confiar en sus muertos, la palabra es como una piedra lavada por la lluvia”.

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