Janny Mei: salsa en primavera
19 de mayo de 2014
Cuando se conocieron en la norteña ciudad nipona de Kobe una nevada tarde de enero, el ingeniero mecánico cubano Pedro Heredia y la japonesa Hifumi Li estaban muy lejos de presumir que el destino uniría sus vidas hasta el día de hoy.
Seguramente Hifume tampoco hubiese calculado que se radicaría para siempre en otro archipiélago que contrariamente al suyo, arde en el bullicio y la musicalidad del trópico.
En idioma japonés el vocablo Mei [メイ] significa “nacimiento de la primavera”, razón por la cual la pareja decidió que su única hija llevara el nombre de Janny Mei. “Imagínese Usted, mi madre no desaprovechó la oportunidad de nombrarme así pues nací un 18 de marzo, víspera de la primavera”.
Aclarado el embrujo que encierra su nombre, iniciamos la conversación con esta joven quien se declara orgullosamente criolla pese a su ancestro japonés.
La conocimos en el Delirio Habanero, en una de las prohibitivas escapadas que muy raras veces nos permite el maltrecho bolsillo. Esa noche Janny Mei constituía parte del elenco artístico del centro. De cuerpo menudo y de líneas nada extravagantes, la muchacha se desplazaba por todo el escenario cantando y bailando con el espíritu, carisma y energía de una real diva. Lo que se ahorraba en volumen corporal, lo multiplicaba en talento.
Y lo sorprendente sucedió cuando nos enteramos que Janny Mei no era la artista profesional y de mucha escuela que imaginamos, sino una sencilla aficionada prácticamente autodidacta y que sus presentaciones no son recompensadas económicamente.
Ejemplos como el de ella nos obliga a preguntarnos cómo es posible que por desquiciamientos burocráticos se permita trabajar a alguien sin obtener dispensa monetaria. Vemos en este procedimiento un grosero aprovechamiento de fuerza laboral a favor de las administraciones. Pese a ello, tal alternativa resulta mejor que nada en el sentido de darse a conocer y retroalimentarse con el público. Es un modo de promoción “a lo cubano”.
“Si en el mundo no existiese el baile y la música, tenga por seguro que yo los hubiera inventado. Bailo y canto salsa porque me lo pide, casi me lo exige mi naturaleza de caribeña”.
¿Desde cuándo lo haces? “Desde siempre. Públicamente me inicié en un coro llamado Cascabelito, de la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo. Jovencita me incorporé como voz principal al grupo Mi Gente. Más tarde, formé parte de Pa’lo Son, agrupación que no llegó a cuajar, hasta que finalmente a los 17 años decidí hacer mis presentaciones como solista”.
¿Cómo se refleja la vertiente japonesa en tu vocación artística? “Absolutamente en nada, excepto que en mi madre he encontrado un incondicional apoyo. Sin demeritar su país de origen al cual he viajado en varias ocasiones, la cultura japonesa no ha tenido cabida en mí, tampoco el modo de vida de los japoneses. Cuando estoy allá experimento una extraña claustrofobia y sueño con el santo día de regresar”.
¿Eres autodidacta del todo? “Si por ser autodidacta se entiende no haberse formado bajo un rígido programa de estudios, yo lo soy. No obstante, he recibido algunas clases de canto con profesores como Jorge García Porrúa y Gladys Puig”.
¿Cómo te concibes en el escenario? “Como una artista camaleónica a lo Lady Gaga y Madonna, pero siempre dentro del género salsero. También temperamental, algo así como la línea de Celeste Mendoza. Me gusta la fuerza que pueda proyectar en el escenario. Ver que el público no se aburre y que soy su centro de atención desde que empiezo hasta que termino”.
¿Por qué no te has podido profesionalizar? “Preferiría no hablar del tema. Estoy convencida, sin falsa modestia, que me sobra talento para ser tan profesional como cualquiera que lo sea. Estoy hastiada de enredos y de requisitos sencillamente imbéciles, también de personas sin escrúpulos que ofrecen contratos y campañas de promoción a cambio de dinero y que al final todo resulte un fraude. Prefiero regalar mi arte para que otros disfruten, al fin y al cabo que yo también lo disfruto y mucho”.
¿Además de en el Delirio Habanero, dónde te has presentado? “En el Café Cantante del Teatro Nacional, en las Casas de la Música de Centro Habana y Miramar, en la peña de Mauren Iznaga, en La Barriada, en El Diablo Tun-Tun, en la peña de Martha Anglade del Teatro Bertolt Brecht y en varias casas de cultura municipales”.
¿Otras preferencias? “El amor. Soy una enamorada del amor, pero con muchos temores al desengaño. Ya me marcaron con uno y no quisiera que volviera a ocurrir, tal vez por ello mi canción preferida es ‘Miedo al desengaño’, de Rodrigo Prats. Me gustan también la computación, la lectura y la sicología”.
¿Deseos? “Volver a nacer nuevamente el primer día de primavera y en Cuba. Ah, y ser la cantante que soy”.
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19 de mayo de 2014
Cuando se conocieron en la norteña ciudad nipona de Kobe una nevada tarde de enero, el ingeniero mecánico cubano Pedro Heredia y la japonesa Hifumi Li estaban muy lejos de presumir que el destino uniría sus vidas hasta el día de hoy.
Seguramente Hifume tampoco hubiese calculado que se radicaría para siempre en otro archipiélago que contrariamente al suyo, arde en el bullicio y la musicalidad del trópico.
En idioma japonés el vocablo Mei [メイ] significa “nacimiento de la primavera”, razón por la cual la pareja decidió que su única hija llevara el nombre de Janny Mei. “Imagínese Usted, mi madre no desaprovechó la oportunidad de nombrarme así pues nací un 18 de marzo, víspera de la primavera”.
Aclarado el embrujo que encierra su nombre, iniciamos la conversación con esta joven quien se declara orgullosamente criolla pese a su ancestro japonés.
La conocimos en el Delirio Habanero, en una de las prohibitivas escapadas que muy raras veces nos permite el maltrecho bolsillo. Esa noche Janny Mei constituía parte del elenco artístico del centro. De cuerpo menudo y de líneas nada extravagantes, la muchacha se desplazaba por todo el escenario cantando y bailando con el espíritu, carisma y energía de una real diva. Lo que se ahorraba en volumen corporal, lo multiplicaba en talento.
Y lo sorprendente sucedió cuando nos enteramos que Janny Mei no era la artista profesional y de mucha escuela que imaginamos, sino una sencilla aficionada prácticamente autodidacta y que sus presentaciones no son recompensadas económicamente.
Ejemplos como el de ella nos obliga a preguntarnos cómo es posible que por desquiciamientos burocráticos se permita trabajar a alguien sin obtener dispensa monetaria. Vemos en este procedimiento un grosero aprovechamiento de fuerza laboral a favor de las administraciones. Pese a ello, tal alternativa resulta mejor que nada en el sentido de darse a conocer y retroalimentarse con el público. Es un modo de promoción “a lo cubano”.
“Si en el mundo no existiese el baile y la música, tenga por seguro que yo los hubiera inventado. Bailo y canto salsa porque me lo pide, casi me lo exige mi naturaleza de caribeña”.
¿Desde cuándo lo haces? “Desde siempre. Públicamente me inicié en un coro llamado Cascabelito, de la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo. Jovencita me incorporé como voz principal al grupo Mi Gente. Más tarde, formé parte de Pa’lo Son, agrupación que no llegó a cuajar, hasta que finalmente a los 17 años decidí hacer mis presentaciones como solista”.
¿Cómo se refleja la vertiente japonesa en tu vocación artística? “Absolutamente en nada, excepto que en mi madre he encontrado un incondicional apoyo. Sin demeritar su país de origen al cual he viajado en varias ocasiones, la cultura japonesa no ha tenido cabida en mí, tampoco el modo de vida de los japoneses. Cuando estoy allá experimento una extraña claustrofobia y sueño con el santo día de regresar”.
¿Eres autodidacta del todo? “Si por ser autodidacta se entiende no haberse formado bajo un rígido programa de estudios, yo lo soy. No obstante, he recibido algunas clases de canto con profesores como Jorge García Porrúa y Gladys Puig”.
¿Cómo te concibes en el escenario? “Como una artista camaleónica a lo Lady Gaga y Madonna, pero siempre dentro del género salsero. También temperamental, algo así como la línea de Celeste Mendoza. Me gusta la fuerza que pueda proyectar en el escenario. Ver que el público no se aburre y que soy su centro de atención desde que empiezo hasta que termino”.
¿Por qué no te has podido profesionalizar? “Preferiría no hablar del tema. Estoy convencida, sin falsa modestia, que me sobra talento para ser tan profesional como cualquiera que lo sea. Estoy hastiada de enredos y de requisitos sencillamente imbéciles, también de personas sin escrúpulos que ofrecen contratos y campañas de promoción a cambio de dinero y que al final todo resulte un fraude. Prefiero regalar mi arte para que otros disfruten, al fin y al cabo que yo también lo disfruto y mucho”.
¿Además de en el Delirio Habanero, dónde te has presentado? “En el Café Cantante del Teatro Nacional, en las Casas de la Música de Centro Habana y Miramar, en la peña de Mauren Iznaga, en La Barriada, en El Diablo Tun-Tun, en la peña de Martha Anglade del Teatro Bertolt Brecht y en varias casas de cultura municipales”.
¿Otras preferencias? “El amor. Soy una enamorada del amor, pero con muchos temores al desengaño. Ya me marcaron con uno y no quisiera que volviera a ocurrir, tal vez por ello mi canción preferida es ‘Miedo al desengaño’, de Rodrigo Prats. Me gustan también la computación, la lectura y la sicología”.
¿Deseos? “Volver a nacer nuevamente el primer día de primavera y en Cuba. Ah, y ser la cantante que soy”.
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