Los Mariachis Amigos de México



Los Mariachis Amigos de México son un dúo de la zona oriental de Cuba: Teodoro Cuñat Morales, violinista de 65 años, natural de San Luis, y guitarrista de Santiago de Cuba; y Andrés Montero Ochoa de 47 años, de Alto Songo, Santiago de Cuba. El dúo muchas veces se transforma en trío junto a Damián Torres Sotelo de 39 años del Segundo Frente de Mayarí, quien hace voces y alterna la música con el trabajo de plomero.

La música que tocan estos juglares es preferentemente la mexicana, pero no faltan los boleros, las guarachitas y hasta alguna rumbita sabrosa que gusta a todos.

Ellos se lanzaron a la aventura musical en la capital, tal y como se han decidido decenas de artistas de las demás provincias, quienes llegan a vivir de cualquier manera, a como dé lugar, buscándose unos pesitos con la música, en un estilo algo suicida e inestable de vida. Son artistas andariegos, trotamundos, de esos que siempre existieron en la zona oriental, tal y como podemos recordar que eran Sindo Garay y compañía que en los principios del siglo XX se lanzaban a la aventura de la bohemia.

Teodoro me cuenta que cantan por cualquier zona de La Habana, “donde se consiga la comida”. En sus 65 años de vida, ha hecho de todo, recuerda que cuando la guerra rebelde en las montañas de la Sierra Maestra, vivió metido entre los tiros que se soltaban por donde quiera. “Con muchas dificultades fui estudiando música, algo de violín, todo empíricamente, el ABC de la técnica de solfeo y teoría. Así me hice, como se hicieron muchos de los músicos cubanos”. Ha pasado por decena de oficios porque asegura que cuando el hambre es fuerte, hay que “morder” en lo que sea. “Fui ayudante de albañil, de plomero, de carpintero, pinté casas, arreglaba techos, hice jardinería, lo que fuera para sobrevivir”.

Andrés Montero ha tenido un poco de mejor suerte, pero asegura que también ha trabajado demasiado. “Yo trabajaba en muchos lugares, aunque nunca dejaba de aprender algo de guitarra para espantar la miseria. La vida es dura y hay que pintarla con un poco de música. Asistía a cuanto guateque que hubiera por el campo, a las descargas de campesinos, a los changüí (fiestecitas hasta la madrugada). A veces me trasladaba desde Alto Songo hasta Marcané, como dice una de las canciones de Compay Segundo. A veces me encontraba con Compay Segundo y le decía todos los trabajos que yo pasaba para cantar y tocar por el campo. Compay se echaba a reír, me decía que él tuvo que andar miles de kilómetros a pie para cantar y comer algo. La vida de los músicos muchas veces no es tan ideal como la pintan”.

Por estos días el turismo no abunda por La Habana, pero este dúo no se amilana y se van para cualquier zona de la ciudad: al Malecón por las noches, a la entrada de algún centro nocturno, donde quiera que puedan encontrar “oidores” de su descarga que les suelten alguna monedita. “La vida es lucha”, dicen Teodoro y Andrés, estos orientales de pura cepa que se hacen llamar Los Mariachis Amigos de México.

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