Los Trovadores del Malecón
16 de junio de 2014
El Malecón, su muro es el asiento más largo del mundo, es la puerta de entrada por el litoral de La Habana que desde 1772 era un paseo, atracción de los paseantes por la contemplación del paisaje marítimo y por su brisa amable. En 1830 era utilizado como baño de mar. Su construcción se concibe en el siglo XIX y es ejecutada en diversas etapas durante el siglo XX, terminando el primer trayecto en 1902.
Desde esos lejanos tiempos, al Malecón la gente iba a divertirse de muchas maneras y algunos llevaban su guitarra, y los cantores iban a “descargar” buscando las monedas de los turistas, siendo uno de los más sobresalientes cantor callejero de aquella zona, el Benny Moré. En la actualidad, a consecuencia de la crisis económica existente en el país, los trovadores pululan en las noches buscando que la gente “coopere con el artista cubano”, frase célebre entre los artistas ambulantes, callejeros y trotamundos, y con los que se puede hacer un libro.
En mi recorrido por el Malecón, al primero que me encuentro es al holguinero de la zona de Mayarí arriba, Cristóbal García Chaveco, nacido en 1948 y músico de afición que también compone alguna que otra cancioncita. “En realidad toco desde 1960, eso lo hacía en los campos, donde cortaba caña, en las noches aburridas en el campamento le cantaba boleros y rancheras a los trabajadores para espantar la soledad, la tristeza y aliviar la carga de cansancio que teníamos. Además de este oficio, también fui ayudante de albañil, aprendí algo de electricidad”.
Cristóbal es un hombre muy humilde, sencillo, con ese origen indígena que lleva la marca de los indios que en Holguín no se han ido, ni se han extinguido como dicen los historiadores. Sus maneras, sus costumbres, su espíritu todavía se siente en ellos, sobre todo si hacemos uso de los estudios de antropología que todo periodista y cronista debe hacer en su larga carrera.
“En lejanos días yo deambulaba loma abajo, loma arriba, por las tierras de mi provincia, llevaba siempre mi guitarra. Ahora, en estos días de crisis, ella es como mi fiel compañera en momentos duros. En todos estos años toqué con dúos, tríos y en cualquier fiestecita que encontrara. Soy un trovador de la calle, a veces les tocaba a minusválidos para alegrarles la vida. Lo mío es dar un poco de alegría a la gente”.
Las músicas preferidas de Cristóbal son las más típicas, especialmente la música llegada de México como la ranchera que tanto tiene que ver con los campesinos de Cuba. “El bolero es nuestra canción tradicional que ya cuenta con más de 130 años de creado allá en Santiago de Cuba, tierra de trovadores. La gente se emociona con los boleros, ellos cuentan muchas historias de amor y desamor, es como la crónica sentimental de las parejas”.
De esta manera Cristóbal García Chaveco va atravesando la vida, cantando y luchando por el pan de cada día. “Hay días buenos y días malos en este Malecón. Tenemos que ir seleccionando las parejas que quieren escuchar algo romántico, algo que los una más. Entonces me dejan caer algunas moneditas que me sirven para comer algo en esta larga carrera de sacrificios”.
Se despide con su guitarra y sale a desandar el Malecón, ese muro habanero que desde lejanos tiempos es testigo de historias, amores, desamores, penas y alegrías contadas por los trovadores.
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16 de junio de 2014
El Malecón, su muro es el asiento más largo del mundo, es la puerta de entrada por el litoral de La Habana que desde 1772 era un paseo, atracción de los paseantes por la contemplación del paisaje marítimo y por su brisa amable. En 1830 era utilizado como baño de mar. Su construcción se concibe en el siglo XIX y es ejecutada en diversas etapas durante el siglo XX, terminando el primer trayecto en 1902.
Desde esos lejanos tiempos, al Malecón la gente iba a divertirse de muchas maneras y algunos llevaban su guitarra, y los cantores iban a “descargar” buscando las monedas de los turistas, siendo uno de los más sobresalientes cantor callejero de aquella zona, el Benny Moré. En la actualidad, a consecuencia de la crisis económica existente en el país, los trovadores pululan en las noches buscando que la gente “coopere con el artista cubano”, frase célebre entre los artistas ambulantes, callejeros y trotamundos, y con los que se puede hacer un libro.
En mi recorrido por el Malecón, al primero que me encuentro es al holguinero de la zona de Mayarí arriba, Cristóbal García Chaveco, nacido en 1948 y músico de afición que también compone alguna que otra cancioncita. “En realidad toco desde 1960, eso lo hacía en los campos, donde cortaba caña, en las noches aburridas en el campamento le cantaba boleros y rancheras a los trabajadores para espantar la soledad, la tristeza y aliviar la carga de cansancio que teníamos. Además de este oficio, también fui ayudante de albañil, aprendí algo de electricidad”.
Cristóbal es un hombre muy humilde, sencillo, con ese origen indígena que lleva la marca de los indios que en Holguín no se han ido, ni se han extinguido como dicen los historiadores. Sus maneras, sus costumbres, su espíritu todavía se siente en ellos, sobre todo si hacemos uso de los estudios de antropología que todo periodista y cronista debe hacer en su larga carrera.
“En lejanos días yo deambulaba loma abajo, loma arriba, por las tierras de mi provincia, llevaba siempre mi guitarra. Ahora, en estos días de crisis, ella es como mi fiel compañera en momentos duros. En todos estos años toqué con dúos, tríos y en cualquier fiestecita que encontrara. Soy un trovador de la calle, a veces les tocaba a minusválidos para alegrarles la vida. Lo mío es dar un poco de alegría a la gente”.
Las músicas preferidas de Cristóbal son las más típicas, especialmente la música llegada de México como la ranchera que tanto tiene que ver con los campesinos de Cuba. “El bolero es nuestra canción tradicional que ya cuenta con más de 130 años de creado allá en Santiago de Cuba, tierra de trovadores. La gente se emociona con los boleros, ellos cuentan muchas historias de amor y desamor, es como la crónica sentimental de las parejas”.
De esta manera Cristóbal García Chaveco va atravesando la vida, cantando y luchando por el pan de cada día. “Hay días buenos y días malos en este Malecón. Tenemos que ir seleccionando las parejas que quieren escuchar algo romántico, algo que los una más. Entonces me dejan caer algunas moneditas que me sirven para comer algo en esta larga carrera de sacrificios”.
Se despide con su guitarra y sale a desandar el Malecón, ese muro habanero que desde lejanos tiempos es testigo de historias, amores, desamores, penas y alegrías contadas por los trovadores.
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