El sueño pendiente de Elizbeth



Antes de adentrarnos en la historia de Elizbeth Francia Pérez, permítanos algunas reflexiones.

La música es la plataforma intrínseca que comparten el baile y el canto, tanto al unísono como independientes uno del otro. Por si solo el ser humano es capaz de lograr melodiosos y armónicos sonidos cuando logra convertir su voz en instrumento musical. Igualmente, sin acompañamiento sonoro alguno, es capaz con gestos y movimientos corporales de expresar sentimientos y emociones en un baile o danza en la cual la musicalidad está implícita.

El baile y el canto son tan antiguos como el hombre mismo, y a juicio de especialistas, pudieron preceder al lenguaje humano como medio de comunicación. Es fenómeno que podemos constatar en niños que mucho antes de expresar una frase coherentemente, alcanzan a balbucear una melodía o mover sus cuerpecitos al compás de algún ritmo.

Elizbeth Francia Pérez fue uno de esos niños que han llegado al mundo con genes musicales predispuestos tanto para el canto como para el baile. Pudiera pensarse con lógica total que son dotes que se complementan en provecho de quien los disponga, pero en el caso específico de Elizbeth la historia corre por otros rieles.

A los siete años de edad, Elizbeth era toda una estrella en las actividades culturales de su escuela. Según criterios familiares, bailaba y cantaba con una desenvoltura muy por encima de lo normal. No mostraba preferencia por una u otra disciplina. Y así fue hasta que juicios familiares quisieron que la niña inclinara la balanza. El hermano mayor, sonidista de profesión, opinaba y deseaba a toda costa que Elizbeth estudiara piano, visionaba que su hermana podía sobresalir más como instrumentista y cantante. La madre desde un plano totalmente opuesto se negaba rotundamente, alegando que su gracia especial por el baile era la vertiente por la cual su hija alcanzaría la notoriedad que soñaba para ella. Elizbeth se vio envuelta en una controversia que su infantil mente no lograba descifrar, pero que a la larga dejaría marcas en su capacidad de decidir.

Después de tanto estirar y encoger, se llegó al dilatado consenso de que la niña matriculase en la Sociedad Española Salmantina, donde recibió clases de baile español y popular, así como de ballet, teatro y modelaje. Concluido este nivel de enseñanza, la madre se sumó otro punto a favor del baile al inscribirla en la Academia de Danza “Narciso Medina”. Con el cuerpo de baile conformado por el alumnado y profesores de ese centro, Elizbeth se presentó en varios teatros capitalinos, más frecuentemente en El Nacional.

Todo parecía indicar que el baile había ganado la batalla por completo, pero el guion de la historia dio un giro drástico cuando una mañana, ya joven, Elizbeth se despertó con añoranza acuciante por el canto, sin saber cómo y por qué, de acuerdo a sus propias palabras.

Mantuvo su adiestramiento de bailarina, pero el deseo de cantar continuó creciendo arrolladoramente y la compulsaba cada día más. Debía tomar una decisión por sí misma, algo que según nos confiesa, la atemorizaba de sobremanera.

Vencidos los miedos, Elizbeth se acercó a una academia particular de canto. Clase a clase fue recobrando la confianza en sí misma y comenzó a acomodarse dentro del canto en una zona de confort idéntica a la que siempre mantuvo respecto al baile. Aunque, señala, experimenta un cierto escalofrío escénico al cantar en público, a diferencia del baile en el cual es todo desenfado.

Este episodio de su vida coincidió con su graduación como Técnico Medio en Química y de su incorporación laboral a los Laboratorios Novatex. Las veinticuatro horas del día eran pocas para tantas actividades y por tal razón abandonó su permanencia en el grupo de Teatro La Cobija del cual también formaba parte. El baile y el canto se convirtieron en prioridades, amén del trabajo como sustento económico.

Integrada actualmente al Proyecto Comunitario Amigos para Siempre, Elizbeth se ha presentado en varios escenarios de nuestra capital. Sus géneros preferidos son el bolero y la música caribeña en la cual puede lucir sus dotes de bailarina. Nos dice que tan pronto cuente con las posibilidades económicas grabará un disco y de ser posible, un vídeo clip.

PMU: ¿A los 25 años crees haber alcanzado tus sueños?

Elizbeth: En parte sí y en parte no. Prácticamente he dedicado toda mi vida para capacitarme en el baile y en el canto, y creo que lo he logrado y eso me satisface, pero no estoy calificada de profesional. Quiero vivir emocionalmente para cantar y bailar, pero que también ambas cosas me permitan vivir materialmente.

PMU: ¿Es un sueño pendiente?

Elizbeth: Mi más precioso sueño, el mío y el de mi familia, sobre todo el de mi madre que ya cree en mi canto como siempre creyó en mi baile.

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