En busca del milagro



Dicen que en pueblo chiquito, infierno grande, pero si entramos a las tierras de Naranjo, un pueblecito de Ciego de Ávila apartado de la ciudad, encontramos el milagro o precisamente, a Milagros Almaza. Allá anda ella con las tareas propias de una mujer de campo, siempre sonriente como escondiendo sus 42 años. Es alta, delgada, de pelo largo y muy sentimental, por lo cual agradece los afectos y simpatías de sus vecinos y entre sonrisa y sonrisa, revela que le gusta el cine, el teatro, pero sobre todo la flauta.

La historia de Milagros es precisamente eso, un milagro que empieza hace casi 30 años y según cuenta, comenzó a los 15 años cuando se interesó por aquella flauta tocada por su tío. “Aprendí a tocar de oído, ya que nunca tuve la suerte de poder estudiarla. También mi tío, quien ya falleció, me ayudó mucho para aprenderla. Ahí tienes el primer milagro”.

El segundo milagro sería que en un pueblo tan pequeño como Naranjo, donde no existe escuela de música, un grupo de jóvenes desafíe su suerte y toquen en todas las actividades programadas para los fines de semana en la Casa de la Cultura o en las fiestas tradicionales del municipio. Y aun con el poco apoyo recibido, muchas personas han escuchado a Mile en sus presentaciones y le animan para que persiga su sueño: el de llegar a ser una músico reconocida. “Si hubiese podido estudiar mucho, mejor”, pero carga con la cruz de pueblerina, lo que le dificulta llegar a la “civilización” como nos dice de nuevo sonriente, porque esta mujer no se conforma con atender la casa, los hijos, su matrimonio, todo a la misma vez sino que además está pendiente a las costumbres del pueblo.

“Imagínate que una vez me invitaron a una actividad donde participarían artistas como yo, aficionados, me comunicaron que me recogerían en un transporte que resultó ser un tractor y a eso de las siete de la noche cayó un aguacero, bueno, llegué empapada a aquel lugar, pensando que la actividad se había acabado. No obstante, cuando llegué me aplaudieron muchísimo, me instaron a tocar y ahí mismo comenzó la fiesta de nuevo. Creo que esta experiencia me estimuló mucho para continuar”. Con esa carcajada que caracteriza la viveza de espíritu terminó el pasaje, pero sus ojos continúan recordando todos aquellos aplausos de su público, mayor privilegio para los que como ella, la música es sólo por inspiración. “Me inspiro en el día, en la noche o en cualquier momento que se me presente. Este instrumento –señala su flauta– es parte de mi vida, la toco en todo instante que tenga para ello y aunque no tenga ningún tema propio terminado, he comenzado tres que pienso terminar este año”.

Sus pasos son ágiles mientras flauta en boca llena el lugar de vibrantes tonos y otra vez su sonrisa da una belleza pura a los rasgos de su cara. “Antes de terminar quisiera dar las gracias por anticipado a esta revista que me ayudará a que se realicen mis sueños de ser conocida como músico”.

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