Georguiv y sus enfermedades crónicas



Las inspiraciones de Georguiv advierten: “No soy poeta, / ni romántico siquiera, / soy un hombre, / cubierto de abrazos /que camina descalzo / sobre el vidrio, las espinas”. Así dice una de las composiciones que incluirá en su primer libro casi listo para publicarse en Pinar del Río, la ciudad donde nació y donde vive. Pero Georguiv no se conformó con sus versos libres y hace años apuesta por la composición musical porque quiso darle a su poesía otro espacio para sobrevivir.

“Desde que estaba en los Camilitos (Escuela Militar Camilo Cienfuegos) escribía poesía. Me presentaba en talleres literarios, en tertulias, en descargas con los amigos. Desde entonces eso fue una enfermedad crónica”.

“Yo a veces prefería hacer un poema que hablar normalmente. Pero cada vez, la gente lee menos poesía. Y yo amo la poesía, con ese lenguaje que la caracteriza como la forma breve por excelencia de hacer literatura, pero la música ha resuelto mi problema, porque la gente no tienen que sentarse a leerla, simplemente la escuchan”. Así comenzó Georguiv Cabezas Muñoz en este mundo del arte de los sonidos y los silencios. Desde entonces libra una batalla inmensa por defender sus creaciones.

Un día una amiga le habló sobre un grupo llamado Azúcar Negra y le pidió que escribiera algunas canciones para que la agrupación las cantara. “Yo sólo logré hacer diez intentos de canciones, porque como dijo Balzac: todo escritor tiene tras sus espaldas un gran basurero. A partir de entonces busqué en Internet cómo se hacía una canción y fui aprendiendo. Lo peor fue el proceso de inscribir esos temas porque eso requería tenerlos escritos en un pentagrama y ese proceso fue para mí muy difícil, dependía de otros. Hablé con figuras como Gerardo Alfonso, Niurka Reyes, Sheena y todos coincidían en que yo debía inscribir las canciones”.

Por esos días comenzaron a hacerle muchas proposiciones, varias personas quisieron comprarle la autoría de sus canciones. Pero Georguiv no transó y además, sufrió rechazos de otros. “Fui a ver a muchas personas para que me ayudaran, unas lo hicieron y otras no, y muchas de las que no me ayudaron al final me ridiculizaron un poco, principalmente porque yo no tocaba ningún instrumento musical”.

Desde entonces llegó la guitarra para suplir esas carencias y aunque Georguiv confiesa ser arrítmico, aprovecha las posibilidades que le da este instrumento para estructurar la línea melódica, y después se apoya en un software informático. “Aprendí a tocar guitarra con un amigo, Omar Pérez. El pianista pinareño Noel Villar me ayudó muchísimo, su mamá Amalia se pasó varios días enseñándome a escribir la música. La línea melódica de las primeras dos canciones me las hizo este pianista amigo mío, pero las otras tres, ya logré hacerlas yo solo”.

Por aquel entonces Georguiv aún trabajaba como fiscal militar. Hacía su trabajo y después se dedicaba a la música. “Ya eso era también una enfermedad crónica. Yo fui a hablar con Giorgia, la directora de Las Anacaonas, le llevé temas a Laritza Bacallao, pero nada de eso funcionó. Incluso le propuse algunas canciones al grupo Almendra y tampoco le gustaron al director. Después logré que volviera a oír los temas y finalmente están cantando una de mis canciones”.

Ahora sus letras se escuchan en alguna que otra peña y aunque Georguiv asegura que no aspira a la fama, continúa buscándole espacios de promoción a su obra. “Estoy trabajando con una de las cantantes de Almendra que se fue del grupo y le ha interesado algo de lo que yo tenía escrito. Ella va a grabar cuatro temas míos, entre ellos, uno sobre los amantes y otro que se llama ‘Mi rumba’”.

Georguiv tiene alrededor de 33 canciones, aunque sus poesías superan ese número, pero la música lo ha cautivado y él se ha propuesto aprender y compartir su arte. En Pinar del Río se inspira y desde allí repite una y otra vez que es un impostor, quizás por la desconfianza con la grabadora que eterniza esta entrevista. O porque prefiere presentarse como un aficionado del arte, un hombre que aunque un día decidió apostar por el Derecho como profesión, nunca olvidará sus enfermedades crónicas.

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