El Profe, abogado y músico



Una calurosa noche de julio, cansado y molesto por la suspensión del concierto de una novel agrupación de rap habanera de la cual tenía muy buenas referencias, llegué a las puertas de la Casa de la Cultura del municipio de 10 de Octubre y me dejé guiar por las notas pegajosas y melancólicas de una guitarra, hasta la casi íntima oscuridad de unos maltrechos bancos debajo de frondosos framboyanes que rodean la vetusta casona.

Allí varias personas de diversas edades, en cómplice silencio, rodeaban a un hombre de unos cuarenta años, quien parecía ignorarlos mientras rasgaba nota tras nota y casi susurraba con voz grave versos sobre el amor , la indiferencia y la vida cotidiana de la gente.

Al sentir mi presencia, abrió los ojos y con un gesto casi imperceptible me invitó a sentarme junto a los demás, y allí me quedé casi otras dos horas, escuchando canciones, quemando cigarros que parecían luciérnagas rojas en la oscuridad y compartiendo a pico de botella, un ron de dudosa calidad que nadie sabe de dónde salió.

Al final cada quien tomó un camino diferente casi sin despedirse y cuando también me disponía a hacerlo, escuché la pregunta que más bien era una invitación al diálogo: ¿es tu primera vez en la descarga, nunca te había visto? Lo que siguió fue casi otra hora de amena charla en las que fui descubriendo los secretos que me permitió saber Pedro Enrique Cuba Morales, El Profe, como cariñosamente le llaman amigos y seguidores.

Supe que para cumplir con las exigencias paternales, estudió en la Facultad de Leyes de la Universidad de La Habana y se graduó de abogado, pero que su gran amor y su verdadera vocación en sus 42 años de vida, es la música. “Tengo pasión por la composición y hago mis propios arreglos de canciones que escribo, o de otros autores que me lo piden –dice mientras acaricia la guitarra- la gente me llama El Profe porque me inspiro muchas veces en la mezcla de pasiones e historias de vida que conozco en mi andar por los tribunales”.

“Nunca he recibido ayuda de nadie, a pesar de que una vez intenté en serio dedicarme por entero a la creación artística, pero eran demasiadas las trabas y ni siendo abogado puede desenredar esa madeja burocrática que rodea a las instituciones musicales cubanas”.

“Opté entonces por compartir con todo el que quisiera mis creaciones –afirma- y ahora lo mismo voy a la Casa de la Cultura de Plaza, que a la de Centro Habana, o a la de cualquier municipio. Los amigos me llaman, nos ponemos de acuerdo y organizamos esas descargas informales que vistes, sin compromisos, ni ataduras”.

“Al parecer no soy tan malo –sonríe con picardía- porque algunos directores de agrupaciones se personan en las peñas y hasta me piden algunas de mis canciones para montarlas en sus repertorios. Los últimos que lo hicieron fueron la agrupación X Tres y el dúo Descarga Habana. Sin embargo, -dice mientras se levanta y se encamina hacia la salida- prefiero seguir así. Mi mejor pago es que la gente se reconozca en mis canciones y compartan conmigo su tiempo y sus sueños, y si alguno tararea cualquiera de esos temas, aunque sea en la ducha, habré trascendido de alguna manera”.

Tengo que confesar que desde entonces estoy al tanto de los días en los que El Profe arma sus descargas y aunque no dispongo de mucho tiempo, al menos trato de pasar por allí para saludar, escuchar un par de canciones y formar parte del ritual de compartir con los nuevos amigos un buen trago de ron a pico de botella.

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