Regresar con más vida



Mariosky Bravo Osoria nació y creció en el seno de una típica familia guantanamera conformada por sus padres y ocho hermanos más. A sus treinta y ocho años de edad, Mariosky recuerda que su padre y dos de sus hermanas conformaban un trío de cantantes y músicos que cada día buscaba el sustento familiar. “El instante que salían de casa para ir a trabajar, es una imagen que mantengo fresca en mi mente, también las palabras del viejo: nos vamos para la música para regresar con más vida”.

Mariosky afirma que en su casa natal quizás hubo carencia en el orden material, pero que tal aspecto negativo se compensó y se hizo más llevadero por la abundancia de música y alegría que la familia generaba. “Yo llevo la música y el baile en la sangre. No sé si se nace con ello o se adquiere después, la cuestión es que el bailar para mí está entre los recuerdos más lejanos que puedo alcanzar y que no deseo dejar en el camino”.

PMU: ¿Cuándo y cómo comenzaste a bailar de manera más sistemática? “Si se refiere a cuándo lo hice por primera vez en un espectáculo público ya fuera de las escuelas y la familia, le diré que ocurrió a los dieciséis años cuando me captaron para bailar en la gala del carnaval de Guantánamo, delante de una concurrencia enorme que no dejó de darme un poco de temor. Bailé la mitad del tiempo con los ojos cerrados para que tanta gente no me impresionara”.

Al igual que buena cantidad de jóvenes artistas o no, a los diecisiete años de edad Mariosky comenzó a sentir esas ansias de dejar atrás su terruño y probar suerte en otros sitios de la geografía cubana. Es un fenómeno social de emigración interna que se amplificó durante el llamado Período Especial. Y fue precisamente al inicio de éste, cuando la joven guantanamera llegó a la Isla de la Juventud para integrar los cuerpos de baile de los hoteles Colony y Las Codornices.

Pese a que durante su estancia en la Isla adquirió entrenamiento y experiencias, Mariosky decidió regresar a Guantánamo. Pero ya su suerte estaba echada: el baile y ella serían indivisibles, al menos hasta que la capacidad física se lo permitieran. Formó parte de los colectivos artísticos de los hoteles más importantes de la provincia, pero siempre a partir de contratos temporales. “No tenía de otra para ganarme la vida, pero además lo hacía en lo que más me gusta. Sin dudas me hubiese llenado más haber estudiado ballet clásico, formar parte de alguna compañía famosa, pasearme por grandes escenarios, pero no todos somos elegibles y tampoco todos hacemos los mejores esfuerzos para ser elegibles. No menosprecio lo que hago. Si no hubiese coristas como yo, igualmente no habrían los espectáculos que tantos se disfrutan. Somos parte de una cadena en la que cada cual tiene su papel. Digo esto porque no todos tienen el mismo concepto sobre las coristas. Por lo demás, el baile me ha permitido darle una vida decente a mi hija que ya tiene catorce años”.

El paso de los años y la natural competencia con generaciones de bailarinas más jóvenes, espaciaron los contratos para Mariosky. Teniendo en cuenta el futuro, decidió estudiar canto y al mismo tiempo el oficio de la costura, vertientes para las cuales posee una facilidad natural. Un giro del Destino quiso que volviese a emigrar y esta vez se estableció en La Habana, ciudad en la cual vive con su hija y su actual pareja. En la capital continuó sus estudios de canto y comenzó a obtener entradas económicas como costurera, oficio que ella percibe más cercano a la artesanía que a otra cosa. “Aunque mi amor por el baile no ha menguado, la costura me ha liberado de su dependencia económica, y el canto por su parte, me ha ofrecido una segunda opción artística”.

PMU: ¿Dejaste de bailar definitivamente como corista? “Definitivamente no. Si me cae algún que otro contrato y me siento capaz, lo acepto, pero no ya por la misma necesidad material con que lo hacía un tiempo atrás”.

Apoyada tanto por su pareja como por su hija, Mariosky ha revalorizado su óptica artística. En diversas peñas de la Habana Vieja, municipio en el cual vive, baila y canta simplemente por su amor al arte. “Amo tanto lo que hago ahora como lo que hacía antes. Con lentejuelas o sin ellas, sigo teniendo la misma pasión por la música y el baile que tuve de niña cuando bailaba descalza en el portal de mi casa en Guantánamo. Claro está, ahora apoyada por el canto y por los vestidos que yo misma me confecciono”.

PMU: ¿Planes? “Los que la vida me permita trazarme y sobre todo, cumplir”.

Atrás


Comentarios   Dejar un comentario
No hay comentarios en este momento.