Arsenio y su orquesta de muñecos



La calle Obispo en La Habana Vieja, tiene muchos entretenimientos: desfiles de teatro callejero, museos, heladería, feria de productos artesanales, estatuas vivientes, librerías, entre otros. Obispo parece un hervidero humano justo a las 11:45 a.m., y puede ser cualquier mediodía. Arsenio casi siempre está por allí, entre los pasos apurados de cuerdos y locos.

“A mí me llamó la atención la guitarra en los años setenta más o menos y aprendí a tocarla. Nunca fui a una escuela de música ni nada por el estilo, simplemente soy autodidacta. Tampoco pensé que aprender a tocar guitarra me iba a servir para algo porque en esos años yo todavía trabajaba, manejaba un carro, hacía de todo”.

Arsenio Peña Velázquez tiene 52 años y es ciego. Antes pertenecía a una brigada de constructores, era obrero integral. Hoy quizás la gente pase una y otra vez frente a él y no imaginen cuantos días y cuántos kilómetros lo separan de su familia.

“Hace 5 años trabajo en la calle. Yo empecé en Holguín porque soy de allá. Allá me vi con todos los caminos cerrados. Un día cogí la guitarra para ver si me daba algo, si me ayudaba a vivir. En Holguín estuve tocando guitarra durante tres años, y entonces me decían: ‘Pero qué tú haces aquí en Oriente, ve para La Habana’. Pero yo tenía miedo. Sin embargo, la respuesta de mis amigos fue: ‘Ve, ve para allá, que la gente te va a ayudar’. Y entonces decidí coger la guagua para acá”.

“Hace dos años que estoy aquí en La Habana, no viviendo aquí, sino viajando de aquí para allá y de allá para acá. En Holguín está mi esposa con mis dos hijos: un niño de nueve años y una niña de diez, y además tengo dos hijos mayores, de un matrimonio anterior”.

Así cuenta Arsenio mientras va colocando sobre su cuerpo cada pieza. Cables, alambres y algunos hilos comparten los movimientos de sus brazos y de sus pies para mover los muñecos que tiene a su alrededor. Mientras, la gente aprecia las creaciones de este hombre que además de cantar, muestra a todos su orquesta de muñecos.

“Primero comencé tocando el tres, después le agregué el cencerro, las maracas y finalmente la armónica que un día me regaló un turista. Ahora toco la guitarra y tengo además, una vaquita y esta rana que llevo sobre mi espalda, la manejo con los hombros. Las maracas las toco con el pie derecho porque las tengo amarradas a él y con el izquierdo muevo el muñeco Coquín que baila, aplaude y tiene el cencerro. Además, con el pie izquierdo muevo también esta bailarina que le aporta más entusiasmo al espectáculo”.

“Yo canto canciones de la música tradicional cubana y también tengo mi repertorio personal. Además, toco todos estos instrumentos a la vez. La gente pasa, me miran y quienes lo desean, me dejan alguna propina. A la vaquita o al sapo, o a cualquier cosita así, le saco una canción para que la gente se divierta”.

Así mientras suena la guitarra, se escucha la canción de Arsenio y el sapo sobre sus hombros, se toma un trago de ron: “El que canta su mal espanta. Ven, canta conmigo y mójate la garganta”.

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