Los sueños, sueños son



Lo he pensado mucho para escribir este artículo. Tal vez demasiado. El tema que trataré puede ser escabroso y propenso al riesgo de que su esencia fundamental no alcance el propósito deseado.

Durante más de año y medio no he sido tan asiduo colaborador de PMU como ávido lector de todas sus secciones. Confieso, sin ningún tinte apologético, que en esta página he redescubierto la otra cara de una moneda que aunque no desconocida, me ocultaba su verdadera dimensión.

Acercarme al mundo de la música alternativa en nuestro país me ha enfrentado descarnadamente a una problemática en la cual, más que la música misma, se pone de manifiesto la plural naturaleza de sus hacedores y protagonistas. El más fiel espejo de ello ha sido un sinfín de artículos, entrevistas y reseñas tributados a PMU por una tropa de entusiastas corresponsales. Y precisamente sobre cómo se enfoca y presenta el factor humano en estos materiales, es donde me atreveré a poner el dedo sobre la llaga.

Para nadie es secreto que en ocasiones, la actual estructura del Estado cubano y sus instituciones son un complejo, absurdo e irracional entramado burocrático, especialmente en la esfera artística. Decirlo de esta forma es fácil y quizás se peque de superficial y redundante, pero adentrarse en el meollo del fenómeno no resulta nada sencillo.

Digamos, por ejemplo, que las reclamaciones más constantes de nuestros jóvenes creadores son la falta de apoyo, la ausencia de oportunidades y las trabas que enfrentan para su desarrollo artístico. Hay mucho de cierto cuando el índice acusador hace responsable a la estructura estatal de que ello así ocurra. Pero, me pregunto, ¿hasta qué punto detrás del planteamiento de esos cuestionamientos no se esconde la necesidad de acogerse al paternalismo estatal que no es otra cosa que una forma solapada de control absoluto?. Control y paternalismo son las herramientas cardinales que han trazado el camino del cubano durante años.

Generaciones tras generaciones hemos aguardado con indolencia y acomodo que nos den o que nos quiten, que nos alaben o que nos regañen, que nos lleven y que nos traigan. Es innegable que pese a ello, el país ha disfrutado de contados beneficios sociales muy por encima a otras naciones en vía de desarrollo y que nuestra sociedad presente, no obstante a su quebrada escala de valores, está exenta de manera mayoritaria de la drogadicción y la criminalidad. Pero la adicción y la violencia poseen otras vestimentas.

De lo primero que tiene que estar consciente el joven que pretenda “alcanzar sus sueños” dentro de la música es que como dijo el poeta: “los sueños, sueños son”. Tanto en Cuba, como en cualquier otro país, llegar a la cima es tarea ardua amén del talento que se ostente. Los factores varían de acuerdo al sistema socio-político que prevalezca. Para muchos de los que exponen sus vivencias en PMU, el Estado y sus instituciones son los grandes molinos de viento contra los que hay que batallar. A mi juicio esta es una visión que no por verdadera, debe convertirse en esquema. Tanto en la física como en la vida nada es hermético o invencible. El hombre en sí mismo es potencia autosuficiente capaz de hacer trizas cualquier cordón umbilical, porque soñar, señores, no cuesta nada, lo costoso es dar vida a esos sueños.

Si bien no debemos soslayar esta realidad, soy de la opinión que debemos auscultar con fino oído otros tópicos que den una imagen más integral del artista, que lo sitúen en el justo medio del contexto que hoy vivimos, sin tapujos, ni clichés que lo hagan otro Juan Pérez, aunque así se llame. No olvidemos que no caminamos sobre un lecho de rosas, y que los sueños y la pasión por la música no es la existencia misma, sino parte de ella. Ese mismo joven que se atormenta por los obstáculos que torpedean su afán artístico, de igual modo pudiera hacerlo por razones de otras índoles. Indaguemos en ellas.

Otra cuestión que me alarma es el abuso de adjetivos y calificativos grandilocuentes que pululan en la mayoría de los artículos. Doy por sentado que en esta página hay cabida para el buen artista, para el súper bueno y para el menos bueno. Amar a la música y tratar de manifestarla es la condición básica. No se debe perder la perspectiva que reseñar no es necesariamente elogiar. La crítica, cuando se pulsa con honestidad, deja un saldo positivo tanto para el crítico como para el criticado.

Lejos, muy lejos estoy de querer marcar pautas. Han sido pretendidas reflexiones de alguien que se ha permeado por la vida y obra de tantos jóvenes valores que llenos de inquietudes desean que este país siga siendo el baluarte musical de siempre, y por lo cual tanto han coadyuvado PMU y sus colaboradores.

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