Vladimir González: el Rapero Contino
27 de octubre de 2014
Desde los finales del siglo XX comenzó una legión de raperos aparecidos de los arrabales de La Habana, especialmente del reparto de Alamar. Uno de esos frutos del rap es Vladimir González llamado El Contino por su perseverancia, su insistencia en cantar y presentarse donde suenen cuatro latas. No necesita nada más que su voz, y por momentos, la ayuda de cualquier instrumentista.
Converso con Vladimir, nombre ruso proveniente de la etapa de la presencia rusa en Cuba, pero Vladimir no tiene nada que ver con ese nombre porque es un mulato flaco, de poco comer, de mucha actividad, de electricidad hiperquinética. “Vengo con el rap desde hace muchos años, desde el 2000. Imagínate, ya son 14 años que no es nada, pero que ya he cantado en casi toda la Isla, en todos los barrios marginales, en todos los eventos para irme colando, para conseguir algo para el sostén”.
Vladimir nació el 3 de diciembre de 1986 y no llega a los 30 años, pero ha andado por mil caminos, “me invitan en casi todos los lados, pero el dinero no se ve, no hay apoyo económico, las cosas son más difíciles de lo que imaginamos”. Aunque realmente a Vladimir me lo encuentro por muchos lugares porque el apoyo se lo dan sus amigos que lo invitan y que sólo hacen eso: invitarlo, porque administrativamente la cuenta no da, como dicen ahora los salseros cubanos. “Mantener una casa hoy día es complicado, yo tengo que luchar diariamente para conseguir el sostenimiento de mi vida y los que me rodean, también uno se da algunos traguitos, vive la vida como se pueda”.
Vladimir en sus interpretaciones muestra su vida, sus avatares y sus penas porque la música y la canción son como un reflejo de las almas de la gente y de los pueblos. Es como un fresco de la vida cotidiana, como una fotografía. “Yo en mis canciones expreso muchas cosas, me inspiro en la vida cotidiana, la vida del día a día dice mucho, es como una crónica de lo que va pasando en la gente. Eso lo reflejamos nosotros, la oleada de intérpretes jóvenes. Cuando los años pasen, nosotros habremos contado parte de la vida de nuestro tiempo. Hay otros jovencitos que van más a lo entretenido, al escape de los temas más directos, están en la venta de lo que hacen, son más comerciales. Nosotros somos más directos, más agudos, decimos lo que sentimos de verdad, lo que hacemos no es en colores, es auténtico, es lo que vivimos, en vivo y en directo, como en la TV”.
A esta juventud hay que seguirlos de cerca, hay que ver qué hacen, que expresan, qué dicen de su tiempo. Esa es la mejor forma de captar el momento. El arte tiene dos caras: una amable y la otra con su dramatismo diario. Temas se sobran y eso lo captan estos muchachos que están en todas partes y en todas, como dicen los cubanos. Son artistas naturales, salidos de la calle, de la misma calle en que salieron los Chano Pozo, Tata Güines, Miguelito Valdés, Pepe Olmo, Abelardo Barroso. Es el arte de las masas, el arte de las multitudes.
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27 de octubre de 2014
Desde los finales del siglo XX comenzó una legión de raperos aparecidos de los arrabales de La Habana, especialmente del reparto de Alamar. Uno de esos frutos del rap es Vladimir González llamado El Contino por su perseverancia, su insistencia en cantar y presentarse donde suenen cuatro latas. No necesita nada más que su voz, y por momentos, la ayuda de cualquier instrumentista.
Converso con Vladimir, nombre ruso proveniente de la etapa de la presencia rusa en Cuba, pero Vladimir no tiene nada que ver con ese nombre porque es un mulato flaco, de poco comer, de mucha actividad, de electricidad hiperquinética. “Vengo con el rap desde hace muchos años, desde el 2000. Imagínate, ya son 14 años que no es nada, pero que ya he cantado en casi toda la Isla, en todos los barrios marginales, en todos los eventos para irme colando, para conseguir algo para el sostén”.
Vladimir nació el 3 de diciembre de 1986 y no llega a los 30 años, pero ha andado por mil caminos, “me invitan en casi todos los lados, pero el dinero no se ve, no hay apoyo económico, las cosas son más difíciles de lo que imaginamos”. Aunque realmente a Vladimir me lo encuentro por muchos lugares porque el apoyo se lo dan sus amigos que lo invitan y que sólo hacen eso: invitarlo, porque administrativamente la cuenta no da, como dicen ahora los salseros cubanos. “Mantener una casa hoy día es complicado, yo tengo que luchar diariamente para conseguir el sostenimiento de mi vida y los que me rodean, también uno se da algunos traguitos, vive la vida como se pueda”.
Vladimir en sus interpretaciones muestra su vida, sus avatares y sus penas porque la música y la canción son como un reflejo de las almas de la gente y de los pueblos. Es como un fresco de la vida cotidiana, como una fotografía. “Yo en mis canciones expreso muchas cosas, me inspiro en la vida cotidiana, la vida del día a día dice mucho, es como una crónica de lo que va pasando en la gente. Eso lo reflejamos nosotros, la oleada de intérpretes jóvenes. Cuando los años pasen, nosotros habremos contado parte de la vida de nuestro tiempo. Hay otros jovencitos que van más a lo entretenido, al escape de los temas más directos, están en la venta de lo que hacen, son más comerciales. Nosotros somos más directos, más agudos, decimos lo que sentimos de verdad, lo que hacemos no es en colores, es auténtico, es lo que vivimos, en vivo y en directo, como en la TV”.
A esta juventud hay que seguirlos de cerca, hay que ver qué hacen, que expresan, qué dicen de su tiempo. Esa es la mejor forma de captar el momento. El arte tiene dos caras: una amable y la otra con su dramatismo diario. Temas se sobran y eso lo captan estos muchachos que están en todas partes y en todas, como dicen los cubanos. Son artistas naturales, salidos de la calle, de la misma calle en que salieron los Chano Pozo, Tata Güines, Miguelito Valdés, Pepe Olmo, Abelardo Barroso. Es el arte de las masas, el arte de las multitudes.
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