De sueños y llagas. (Elogio a Cuando arden ciertas llagas)



He buscado minuciosamente en el recién publicado artículo “Cuando arden ciertas llagas” un punto que me dé pie a la confrontación de ideas con el autor del mismo y juro por todos los dioses del Olimpo que no hallé ninguno.

Y es que, por encima de sus “ánimos de confrontación”, creo categóricamente que no existe desentono de esencia alguno entre los planteamientos vertidos por mi colega en su trabajo y los que, por mi parte, plasmé en el mío titulado “Los sueños, sueños son”.

Tal vez en este caso ocurrió lo advertido en el mismo primer párrafo de mi artículo, y me cito: “El tema que trataré puede ser escabroso y propenso al riesgo de que su esencia fundamental no alcance el propósito deseado”. Pero mea culpa aparte, y como yo también pertenezco a la tropa de entusiastas corresponsales (que nada de ofensiva tiene la denominación), me confiero el derecho a clarificar enfoques que desvirtúen lo que dije en contraposición a lo interpretado.

En su “respuesta” a mi artículo, el autor de “Cuando…” rebate algunas de mis consideraciones, sobre todo aquella que plantea: “Para muchos de los que exponen sus vivencias en PMU, el Estado y sus instituciones son los grandes molinos de viento contra los que hay que batallar. A mi juicio esta es una visión que no por verdadera, debe convertirse en esquema”. Acto seguido mi colega extrae del contexto el término esquema y lo pone en función de auto-preguntas y auto-respuestas que parecen salir de un acta acusatoria por pura herejía.

Aunque al parecer, mi fraterno polemista no hilvanó para nada esas dos frases con lo expuesto anterior y posteriormente, le asevero que jamás he juzgado a través de un prisma idílico la realidad que enfrenta y soporta un infinito número de músicos alternativos en cualquier punto geográfico de nuestro país. Independientemente de la carga metafórica que contengan las frases en cuestión, en ellas simplemente expuse la necesidad de abrir el diapasón con el fin de analizar otra profusión de obstáculos y trabas que inciden en el desarrollo del underground cubano. Bajo ningún concepto pedí abandonar la batalla, tampoco solicitar una tregua que no sea digna y beneficiosa, sino lo contrario, abrir nuevos frentes. Pero hay algo más, en ningún momento inculpé o enjuicié a ese músico honesto que combate en primera línea, únicamente solicité de nosotros los comunicadores y encargados de llevar sus valores, inquietudes, desvelos y batallar a esta página de PMU, no convertirlo en modelo único. No afirmo que en todos los cas os ocurra igual, pero que sí debemos de estar alerta para que no suceda.

Debo confesar que no siempre pensé así. Mucho le debo a PMU que con el tiempo y la confrontación con tantos jóvenes y viejos valores, hoy mismo mis puntos de vista hayan llegados hasta los actuales.

Una corta anécdota. A mis inicios de colaborar con PMU, un amigo conocedor de mis trajines, me pidió entrevistar a un joven pariente. Se preparó una audición personal a la que asistí con escepticismo. De rapero, aquel joven malamente vestía la ropa. No rapeaba, no cantaba, no improvisaba. Comprometido ya, accedí a conversar con él. Me circunscribí a aspectos musicales desentendiendo los humanos. Aunque nada prometí, aquel joven me colmó de agradecimientos. Por supuesto, no escribí nada tampoco. Tiempo después, sorpresivamente volvimos a encontrarnos en una peña en La Habana Vieja donde él actuaría. Me persigné pensando a lo que se enfrentaría el público, pero el que quedó boquiabierto fui yo, ya rapeaba, ya cantaba, ya improvisaba. Después de su presentación volvimos a conversar. Me sentía ansioso de conocer cómo ocurrió el cambio, pero él se me adelantó: “Me volvieron a entrevistar para PMU y todo esto se lo debo agradecer a usted”. ¿A mí?, pregunté tontamente. “A usted. Cuando nos conocimos yo atravesaba por una depresión muy fuerte. Me debatía si tenía o no posibilidades para la música. Algunos hasta se burlaban cuando hacía cualquier demostración. Sólo mi madre, tal vez por piedad, se encargaba de mi vestuario. Llegué a tener pensamientos suicidas. Pero su entrevista me infló la autoestima y salí del bache. Me empeciné hasta el fondo y con la ayuda de un profesor corregí un millón de defectos, y aquí estoy, ahora ya no se burlan y hasta me aplauden”. En aquel momento hubiera querido que la tierra se abriera. Esta vez quien salió defraudado de su persona fui yo.

Por eso y muchas cosas más, respetado polemista, estoy convencido que artista y persona conforman un todo y así hay que verlo. Algo quiero dejarle en claro, soy polémico de naturaleza, pero siempre que la polémica no rompa la unidad de los que estamos dentro de la misma causa. Y recuerde, todos tenemos llagas y a todos también nos arden.

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