El regreso acertado



Dicen que lo bueno siempre llega cuando dejas de buscar y quizás haya un poco de certeza en eso. Aunque sigo buscando el origen del dicho, de una cosa estoy segura, si a quien se le ocurrió estuviera en El Mejunje, seguro llegaría a la misma afirmación.

Era mi primera vez en el hogar de trovadores y jóvenes cantautores que transforman el silencio en corcheas y fusas. Tenía varias referencias del lugar, ya fuera por artículos leídos, comentarios o amistades que habían pasado tardes o noches bohemias en el lugar. De lo que sí estaba segura era que la calidad de la música que allí se ofrecería iba a ser sin duda alguna de excelente calidad.

Atravesé la puerta y ocupé un rinconcito cerca del escenario, me gusta disfrutarlo todo de primera mano, aparte de siempre prevenir un posible apagón o fallo del audio -esas cosas se dan y ya es inevitable no pensar en ellas-. Entonces comenzó el festín de una noche que con pocos invitados pareció habérsele escapado a uno de los míticos clubes de la ya muy lejana Nueva Orleans.

El anfitrión fue presentándolos uno a uno y compartiendo voces, acoples y sonidos. Para mí nada nuevo, pero magistral, sobre todo por tratarse de músicos muy jóvenes. “Algunos aún estudian en el conservatorio, otros son aficionados y bueno, Ernestico y yo somos los más veteranos, que tenemos conocimientos de música, pero nos perfeccionamos estando en el Movimiento de Artistas Aficionados en la universidad”, me cuenta Ángel Zamora, un joven al cual presentaron con particular emoción, pero bajo el cartel “el regreso”.

El motivo de dicha expresión se convirtió en incógnita, pero Ángel estuvo más que dispuesto de contarnos. “Estuve muy activo durante mi etapa de estudiante e incluso un tiempo después de graduado, pero me desvinculé. La vida del músico es muy difícil y ya tenía que pensar en más de uno”. Le pude ver la mirada perdida en el pasado, algo extraño para la personalidad que lo representa: jovial, siempre con una sonrisa, atento y carismático. Me di cuenta que había tocado una parte sensible y continué indagando por mera curiosidad. Para Ángel, quien es graduado de Estudios Socioculturales en la Universidad Central de Las Villas, la vida le tenía guardada la sorpresa de ser padre inesperadamente. Hacerse cargo de una familia prematura fue su principal reto y estar frente a la disyuntiva de escoger entre un trabajo u otro, fue el primer paso. “No me alejé del todo de la música. Trabajaba en lo que aparecía, haciendo arreglos, componiendo, como músico en alguna grabación incidental, pero también hice pinturas y figuras de yeso que se vendían en la feria. Trabajaba de día en el museo donde me ubicaron para hacer el servicio social y todo lo demás era en horario extra-laboral”.

Ahora, me aseguró que volvió para quedarse. Continúa “luchando”, pero con su sueño también por delante. Las canciones que ya tiene compuestas son suficientes como para grabar un demo “aunque sea con esfuerzo propio” y tratar de hacer su primer disco. Sabe que esto le va a llevar tiempo, esfuerzo y una voluntad de hierro, pero dice que eso no lo va a detener.

Yo me voy contenta, no sólo por conocer un poco de su historia, o por ser testigo del regreso de una promesa de la canción cubana. Me voy orgullosa porque al salir -cosa de la que no me había percatado-, había una pequeña pero bella exposición de artes plásticas. ¿El pintor?, lo acababa de conocer, y lo primero que me pasó por la cabeza fue: aquí hay talento... y del bueno.

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