El reggae de Cuba en la Raspadura



En cualquier lugar de Cuba, organizar un concierto, garantizar la logística, incluyendo un audio capaz de funcionar aunque sea a media potencia en una explanada donde confluyen cuatro calles, reunir a 13 músicos entre ellos dos invitados de La Habana con sus instrumentos como: teclado, bajo, congas y misceláneas, y drums junto a guitarra eléctrica, más 16 líneas de micrófonos, y de paso lograr que unas 1.600 personas sean el público, parece casi imposible. Pero eso se logró el 7 de noviembre de 2014, en la Rotonda de la Raspadura, del Reparto Portuondo, en Santiago de Cuba y gracias a PMU, la banda Sangre de Reggae y el dúo Siete Sellos de la capital pudieron presentarse allí.

Para una persona que no conozca Santiago, sabe que aquí sucede cualquier cosa y como dice el poema: “no os asombréis de nada”. Por eso, con tarima de madera puesta en tiempo en una de las bocacalles cerca de la farmacia y cuando estaban bajando el audio del camión, arrancó a llover en un torrencial aguacero que mojó todo, y lo que más preocupaba: ¡la consola! Hacía demasiado calor, así que la naturaleza quiso refrescar la tarde noche de ese viernes. Por esta razón, el evento pensado para después de las 6 de la noche, sólo pudo comenzar pasadas las 10.

Como si fuera una prueba para el público, toda la ambientación fue con música reggae: mucho Bob, sus hijos Stephen, Ziggy y Damian, Alpha Blondy, Gentleman, Sizzla, Alba Rossie y Etana, entre otros. La prueba de sonido parecía anunciar el inicio del concierto, pero no, algo más pasó y de nuevo a escuchar más música mientras unas pantallas animaban la escena. Sin embargo, lo peculiar es que la gente permanecía allí, en la rotonda. Incluso, había niños y niñas de meses de nacidos con sus familias, porque el entorno así lo era, de familia.

¡Hasta que arrancó el concierto! Sangre de Reggae estrenó un Intro: Rock n’Ska, mezcla de AC/DC y ska jamaiquino para darle paso a Siete Sellos, directamente desde La Habana.

Omí Ará y Ras Salem, con background como están acostumbrados, estrenaron dos temas: “Vamos todos” y “El amor”, dejando además, escuchar dos del repertorio más conocido: “Somos místicos” y “Digan no”. Nadie se movió de su sitio, al contrario, fueron muy bien escuchados y bailados.

Cuando Sangre de Reggae subió a la pequeña tarima donde casi no cabían, ya los ánimos estaban preparados para lo que vendría a ser otra inolvidable descarga de la banda santiaguera. “Afrika”, una de sus interpretaciones más solicitadas junto a “Babilon”, “Chongo en Reggae” y “Se llama Daniel” (por cierto esta es un tributo a los años 90 y al reggae panameño que trajo La Pesadilla), estuvieron en el catálogo presentado para el gusto de sus seguidores.

Y como es habitual, estrenaron a pesar de pocos días de ensayo y caras nuevas. Una nueva voz femenina, Rosy, trajo su propio tema: “Pensando en tus palabras”. “Candelazo” siguió, valorando lo que hace Rupert, hoy cantante y ayer utilero, y recordó que Rayner antes era rapero. Mientras, “No entregues tu corazón” demostró que el reggae santiaguero es único en el país.

Rayner Palacios Elers “El Prof3”, el director, siempre estuvo nervioso hasta el final cuando recogieron el audio y los instrumentos: “Realmente después de la lluvia llegó un momento que pensamos que no se iba a dar el concierto. Le cayó agua al audio, pero por lo menos superamos las expectativas. Para la gente que son de la zona que siempre nos ven ensayando, ahora pudieron vernos trabajando fuera del local. Creo que se sintieron bien, hubo retroalimentación con el público”.

Omí Ará y Ras Salem, el dúo Siete Sellos, seguro que no se esperaron tanta gente, pues llegaron al lugar cuando estaba escampando y casi no había nadie. “A pesar de que estábamos cansados del viaje, con catarro, todo estuvo con tremenda armonía. El público reaccionó bastante bien, no esperábamos tanto así, parece que les gustó. Y nos gustó la acogida de Santiago de Cuba. Para nosotros fue un honor trabajar con Sangre de Reggae aquí en su tierra”.

Y nada, con lluvia y consola mojada se dio el concierto. Terminó felizmente después de una hora de mucha vibración y armonía. Las opiniones fueron positivas, hasta macho asado en púa en directo y a todo color hubo. Las familias sacaron a sus niños, los subieron a la tarima, bailaron y lo mejor: escucharon. Porque la música reggae tiene esa peculiaridad, además de ser danza, es mensaje y quizás por eso su público se diferencia de otros. La gente escucha lo que se canta, corea estribillos e interactúa con los músicos en forma de descarga. Así llegó un día el reggae cubano a la Raspadura santiaguera.

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