Cuando hay ley no hay comprensión



Laura Ezz es una talentosa intérprete que lucha por imponerse en la escena underground cubana. Desde los 16 años de edad ha cantado en diversos escenarios para ganarse la vida. Hace más de 2 años fundó su agrupación Doble Blanco y ha tenido más tropiezos que aciertos. Esta es su historia.

“Mis padres son los directores del grupo La Década y desde muy pequeña los seguía dondequiera que se presentasen. Cuando tenía 15 años comencé a estudiar canto de manera constante. Matriculé en la Escuela de Instructores de Arte, pero me decepcioné y asistí al Conservatorio Alejandro García Caturla. Después pasé a la Félix Varela y me gradué de intérprete de bajo en el Nivel Medio. Ese instrumento me abrió el diapasón a la hora de componer mis canciones, pues no es lo mismo la proyección como cantante solamente, a ya dominar un instrumento tan complejo e importante. Soy músico de escuela aunque he aprendido más en la calle con mis progenitores”.

“Con La Década interpreté canciones en inglés y en español de los 60 y 70. Me fascina el rock anglosajón. Me costó trabajo agregar otros ritmos y géneros a mi repertorio, pero con el tiempo fui cambiando mi manera de pensar. Trabajé con ellos del 2006 al 2008”.

“Estuve cantando salsa un tiempo, pero no me sentía a gusto, no era mi medio. Me gusta la música cubana tradicional, pero no la timba. El virtuosismo está bien, pero no puedes estar cargando la música todo el tiempo porque pasa de ser un entretenimiento sano a una batalla entre los instrumentistas para ver quién toca mejor. Por eso creo que no me llega y no sólo a mí, sino a un grupo de artistas amigos. Mucha gente de mi generación prefiere la música foránea porque la que se hace hoy en día en Cuba carece de valores artísticos profundos, rondan lo popular, pero lo vulgar también”.

“Escucho mucho el conjunto de Arsenio Rodríguez, el trío Matamoros y Elena Burke. He estado en muchos proyectos, pero nunca llegan a nada. No sé por qué no fructificaban, se ensayaba, se montaban los temas y después los directores dejaban de llamar a los músicos. Me cansé de eso. Es bien difícil trabajar porque todo cuesta muy caro: la promoción, los instrumentos, y nadie paga bien. Nadie se une a un grupo por afinidad sino por cuánto dinero reciba, somos obreros mercantiles de la música, no creadores artísticos”.

“Poco a poco me enfoqué a realizar mi propio proyecto Doble Blanco. Siempre me ha costado trabajo integrarme a las ideas de otras personas. Desde mis inicios he querido dar rienda suelta a mi arte”.

“Hacemos cualquier género, depende del lugar donde nos presentemos. Aunque te confieso que prefiero las plazas grandes y las giras por provincias antes de trabajar en un cabaret. Hemos tocado en la calle, en la esquina de las calles 29 y 30 en Playa, y en el barrio La Timba donde pensé nos iban a tirar piedras, pero por el contrario, la gente bailó y gozó de lo lindo”.

“Me agrada fusionar el bolero con la salsa romántica y los sonidos electrónicos. Hago hincapié en mis textos. Por mi forma de ser y mi crianza nunca interpretaré algo chabacano. Me enfrento a la cotidianidad y amo el concepto del buen arte en sí”.

“He tenido problemas con Doble Blanco pues la alineación de músicos ha sido muy inestable. Desde el principio me han apoyado el percusionista Carlos Bravo y Ariel Carnesolta en la trompeta. Pero carezco de bajista y pianista fijos. Cristian Light compartió las responsabilidades vocales conmigo, pero hace un mes decidió tomar otro camino. La disciplina es muy importante y los músicos jóvenes de hoy carecen de ella. No soy una dictadora, intento ser flexible, pero cuando hay ley no hay comprensión”.

“Estamos grabando un demo con el productor David en el estudio independiente My Music Records, ubicado en 23 entre B y C, en el Vedado. Ya tenemos 6 canciones y creo que podremos convertirlo en un larga duración. Los temas que más se destacan son ‘Ven a mí’, ‘Taka para’ y ‘La guagua’, que se basa en un epigrama del Indio Naborí”.

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