¿Qué es ser underground en Cuba? (I Parte)



A pesar de que mucho se ha escrito acerca del movimiento underground cubano, la mayoría de los autores, sean especialistas o no, todavía no terminan de ponerse de acuerdo en lo que se refiere a la extensión y profundidad de esas manifestaciones en la Isla, y de si han creado o no una manera sui géneris de expresarse, convivir o coexistir, nótese la diferencia, con la política cultural vigente en el país.

Los academicistas a ultranza se apegan al concepto general histórico de la llamada cultura subterránea que en el mundo entero, desde su surgimiento, sirvió para designar a los movimientos alternativos, paralelos, contrarios, o ajenos a la cultura oficial, pero dejando a un lado las aristas políticas del asunto, como si todo el proceso de gestación, nacimiento y desarrollo subsistiera al margen de la realidad.

Tal aproximación trajo como consecuencia que la tendencia en todos estos años ha sido la simplificación del concepto que intenta agrupar e identificar como artistas underground a aquellos que no forman parte o no están apoyados de forma jurídica y comercial por las empresas, sin profundizar mucho en las causas históricas, sociales, económicas y hasta burocráticas del asunto.

Otros, que gozan de bondades y privilegios en materia de comunicación, aupados por las instituciones oficiales, intentan promover la idea de que en la medida en que aumente el acceso de la población a las nuevas tecnologías desaparecerá por su propio peso el movimiento underground cubano porque los artistas tendrán la posibilidad de difundir su quehacer sin tener que rendir cuenta o respetar los cánones gubernamentales establecidos.

Algunos más, en investigaciones socio-culturales de dudosa factura histórico-social se han atrevido a situar los orígenes del movimiento underground en Cuba en los albores del pasado siglo, denominando como tal a determinados artistas o tendencias, transpolando conceptos e intentando desvirtuar sus verdaderas esencias y contenidos.

A diferencia de lo que ocurrió en la mayor parte del mundo en los inicios de la década del sesenta del pasado siglo, los fenómenos contraculturales y underground en Cuba no tuvieron igual origen y causas, como tampoco se desarrollaron con las mismas características, lo que trajo como consecuencia una acumulación de hechos y experiencias que marcaron a jóvenes de varias generaciones, cuyos síntomas y signos se exacerbaron a partir de la crisis de los noventa, dada en llamar Período Especial.

Desde entonces y hasta hoy, lo que antes pudo ser cuestión de minorías, de mimetismo cultural o de amenaza ideológica contenible por cualquier vía, comenzó a identificarse con los males generales y las imperfecciones de la sociedad, que implicaban el reclamo de transformaciones, la aparición de denuncias abiertas y la búsqueda de nuevos espacios y formas de expresión no siempre a tono con el oficialismo.

Ante tales realidades no faltaron aproximaciones simplistas que calificaron al movimiento underground como una expresión de la marginalidad, de la banalidad, de la falta de ética y de la copia burda de tendencias artísticas provenientes en su mayoría de los Estados Unidos.

A pesar de todo, los más ilustres y mejores pensadores oficialistas no dejaron de reconocer que a pesar de los intentos por construir una sociedad más justa y equitativa ella en su conjunto a lo largo de todos estos años, no escapó de tendencias negativas como la corrupción, la doble moral y la ineficiencia económica que hizo sitio a la consolidación y perfeccionamiento del movimiento underground dentro de la cultura cubana, que sí abrió espacios a nuevas formas de hacer, pensar y transmitir ideas y conceptos desde el más bajo de los barrios, hasta los más selectos cotos residenciales, porque en todos encontró el denominador común de una juventud necesitada de ampliar sus fronteras socio-económicas y culturales.

Entonces la gesta de lo underground en Cuba se remonta a los años sesenta del pasado siglo y tiene su período de esplendor en las últimas dos décadas. A lo largo de todos esos años muchos jóvenes vivieron disímiles experiencias en ese sentido. Para unos fueron extraordinarias y edificadoras, para otros frustrantes y malas, pero en todas las ocasiones tuvieron un papel protagónico que no siempre fue reconocido por la sociedad.

Para explicar o tratar de entender el verdadero significado de qué es ser underground en Cuba, sería necesario dividir el análisis en al menos dos etapas, sin que ello constituya verdad absoluta o camisa de fuerza, y mucho menos patrón académico, sino sólo una manera de viabilizar los análisis y dar cabida a la mayor cantidad posible de hechos e información que permitan aclarar los juicios al respecto.

La primera abarcaría las décadas del sesenta hasta finales de los ochenta del pasado siglo, y la segunda a partir de esa última fecha hasta la actualidad, pues a todas luces ambos períodos poseen más diferencias que similitudes, pero forman parte del singular todo que es el movimiento underground cubano.

Razones lógicas de espacio y de normas de redacción de PMU impiden que todo se trate en un solo trabajo, lo que requerirá de los lectores un poco de paciencia, pero al mismo tiempo les permitirá interactuar con los autores y retroalimentarlos con sus criterios y opiniones acerca del tema. Nos encontraremos en las próximas entregas.

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