El arte del hambre



Soy de las personas que siempre anda a la caza del abuso de una sentencia. Hoy me compromete: “Hay que comer”. El hecho de tener estómago ha prestado color, por decirlo de alguna manera, a toda la historia humana. Y es tan ineludible, que no hay noticia ni de los mismos santos ascetas apartados de la comida y la bebida, pero ¿puede el hambre justificarlo todo?.

Por eso admiro a estos dos jóvenes: Josué Lamorú Bolaños (J. LAB, 21 años) y Onassis Chamizo (DJ, 17 años), compañeros, amigos y cultivadores del hip hop, que desde los 13 años hacen música no solicitada, reggaetón consciente a veces, trabajos abortivos, fallidos, pero nunca están más que un paso lejos de sus sueños.

Ellos se arreglan para hacer su música con pocos recursos, las oportunidades son tan escasas y los obstáculos tantos que pocas veces no llegan más lejos que lo que su imaginación puede llevarlos. El proceso es ineludible: ellos deben comer para poder hacer música, pero si no hacen música, no podrán comer. Esto es una paradoja, el juego de la lógica circular. ¿Cómo salir fuera?.

Las soluciones existen, pero a veces, escogemos traicionar nuestros mejores intereses. No obstante, el hambre afecta el arte en la misma forma que afecta la vida. Aunque se esté dispuesto a sacrificar todo por el arte, incluso bajo las peores condiciones de miseria, lo que pasa en realidad es que se hace imposible continuar.

No se puede cantar con el estómago vacío, no importa cuán duro tratemos. El pensamiento que proponemos sobre la naturaleza del arte es que ante todo, el arte no puede diferenciarse de la vida del artista que lo hace. Esto no quiere decir que el arte sea un exceso autobiográfico, sino que es un esfuerzo para expresarse a sí mismo. En otras palabras: el arte del hambre es un arte de necesidad, de limitaciones, de deseos.

Ciertamente, produce dudas, las formas dirigen el proceso. Es un arte que comienza con el conocimiento de que no hay respuestas correctas, por esta razón admite el caos y se convierte en esencial hacerse las interrogantes adecuadas. Encontrar una forma que acomode el caos, es la tarea del artista. Ahí tiene el underground.

J. LAB: “Comencé en el género del reggaetón no hace mucho, hace muy poco tiempo. Entonces incluí a Onasi conmigo para que trabaje de DJ en vivo y otras cosas más, pero lo que llevo haciendo es un reggaetón medio que latino. Ahora trato de darle promoción en la calle a un mixtape que estoy trabajando que se llama ‘El simulacro’. Además, estamos trabajando mucho en las peñas de nosotros de allá de El Cotorro (segundos sábados de cada mes de 8:00 p.m. a 12:00 p.m.). Caminando las peñas, todos los lados donde nos puedan invitar para dar promoción al proyecto. También estamos tratando de dar promoción a través de los paquetes semanales y vamos a empezar a hacer una serie de vídeos. Te cobran según el material y el tiempo que quiere que aparezca. El reggaetón que hago es un estilo que no se hace ya, una mezcla de rap con reggaetón como el que se hacía en Puerto Rico hace unos años atrás”.

“Yo vengo desde niño en esto porque mi abuelo era músico (de la orquesta de Celia Cruz), me crié con eso de cantar y bailar. Empecé bailando en Regla, y luego comencé a cantar, y todo lo que he aprendido ha sido autodidacta, empíricamente. Canto baladas, sones, boleros, e incluso lírico, pero no me interesó tanto como lo underground”.

“Tenemos un proyecto con artistas que hacen reggaetón callejero, ese que suena en la calle, en Mantilla, uno con papeles une a los demás y los ayuda a salir a flote. Yo voy allí cuando me llaman. Trabajan en Holguín, Matanzas y aquí en La Habana. Yo abro los conciertos, hago una especie de cortina. En la comunidad lo que hacemos es alquilar un equipo de audio, micrófonos, consolas y para la calle. Claro, lo hacemos cuando haya la posibilidad, lo económico, los permisos. Todo es de nuestros bolsillos, pero la gente lo agradece porque no hay lugares buenos a donde ir y lo que hace es distraerse, a veces, no muy sanamente. Nosotros mostramos lo que hacemos y ellos nos agradecen con una bulla, un aplauso o con su descarga bailando. La gente nos llama ‘los músicos’”.

Onassis: “He tratado de incursionar en la electrónica, pero lo que más me gusta es mezclar en vivo. La música que usamos es del estilo de los 90. También hago filmaciones. El nombre del proyecto es LRR (anagrama de La Reencarnación del Ritmo). Queremos hacer un proyecto que incluya a varios DJs. Primero vamos a ir a las peñas y hacer unos ensayos a ver cómo va saliendo, hasta que podamos ir incluyendo un poco más de DJs, porque mientras más cabezas hayan, va a ser mejor. Los DJs los encontraríamos en la calle, caminando la calle. También tenemos pensado hacer un estudio de producción musical”.

“Yo llegué escuchando mucha música, de cualquier tipo, rock, hip hop, reggaetón. Lo importante es escuchar mucha música para que nadie te haga un cuento, pero nosotros somos fieles admiradores del reggaetón de Puerto Rico. También quiero pasar un curso de sonidista que va a complementar mi formación en Telecomunicaciones”.

Estos artistas están en sus primeras etapas. Deben encontrar su camino, pero en sus respuestas siguen apareciendo palabras y frases conocidas dentro de lo alternativo: permiso para…, la gente no tiene muchos lugares…, paquete semanal, peñas… consciente, underground.

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