¿Qué es ser underground en Cuba? (II Parte)



Las primeras referencias de cubanos haciendo rock datan de principios de la década de los cincuenta, según historiadores y musicólogos eran versiones en español de temas de Fats Domino, Elvis Presley, Paul Anka, Neil Sedaka y otros, que increíblemente tuvieron gran éxito y llegaron a vender miles de copias entre una población que en materia de gustos musicales prefería el son, los boleros, las baladas, las guarachas, rancheras y el punto guajiro.

Sin embargo, ya desde entonces los habituales circuitos artísticos y las estaciones de radio y televisión no les abrieron muchas puertas, obligándolos a circunscribirse a actuaciones en centros nocturnos y algunos teatros de barrio.

Varios especialistas coinciden en afirmar que esa fue la época de oro del género en Cuba por la cantidad de agrupaciones, su calidad artística y la posibilidad de dar a conocer entre los cubanos un género musical que marcaría las pautas de la cultura de masas en las próximas décadas.

Con la llegada del año 1959, Cuba comenzó a vivir un período de masificación de la cultura que auguraba un buen futuro para estos artistas y sus seguidores, de hecho se formaron numerosas bandas en casi todas las provincias. Sin embargo, no todo fue color de rosa, de golpe y porrazo se cortaron los lazos con los referentes norteamericanos y de otras partes del mundo, desapareció la posibilidad de contrataciones, viajes, intercambios y al mismo tiempo la ola de nacionalizaciones clausuró los escenarios habituales para las presentaciones de esos artistas.

Por si fuera poco, a ello se unió la falta de instrumentos, de apoyo y reconocimiento por parte de las instituciones oficiales, y lo peor de todo fue la negación y la prohibición de todas las tendencias y variantes artísticas relacionadas con esa cultura por considerarlas extranjerizantes, ideológicamente opuestas al sistema y casi se llegó a su prohibición total.

A pesar de la campaña de exterminio, el movimiento underground subsistió. Las fiestas familiares y de amigos pasaron a convertirse en escenarios donde las bandas tocaban rodeadas de sus admiradores, los pocos acetatos que lograban pasar los controles de fronteras y los que gentilmente prestaban o cedían diplomáticos y artistas de otras naciones que visitaban Cuba pasaban de mano en mano como ocultos tesoros y los jóvenes casi de forma clandestina se reunían para escucharlos en tocadiscos antidiluvianos.

De esa época los que ya peinan canas en Cuba recuerdan bandas como Los Dada, Los Barbas, Los Bucaneros, Los Mensajeros, Los Peniques, Los Espontáneos, Los Kents, Los Jets, Los Hanks, Los Gallos, Los Apaches, Los Soberbios, Los Magnéticos de Bauta, Los Diatónicos, Almas Vertiginosas, Los Signos, Los Gnomos y Dimensión Vertical, entre otros.

Muchos de los integrantes de esas agrupaciones y sus seguidores sufrieron en carne propia la marginación y el rechazo oficialistas por el sólo hecho de cantar en inglés, vestirse, peinarse y expresarse como la mayoría de los jóvenes de su época en cualquier parte del mundo.

Esas realidades llevaron a la formación de un rock netamente nacional y al surgimiento del verdadero movimiento underground cubano, que desde entonces no sólo tiene que ver con los artistas, sino también con las miles de personas que se identifican con esas tendencias, sin distinciones de edades, géneros, razas, extracción social y niveles de instrucción, y que se mantienen fieles a esas posiciones sociales y filosóficas.

Aunque otros autores pueden tener opiniones diferentes, esta tortuosa etapa comprendida entre los años 60 y 80 del pasado siglo, fue testigo del verdadero nacimiento del movimiento underground cubano, y el rock y otros géneros afines como sus progenitores.

La polémica está abierta, pero los que de una u otra forma se sienten parte integrante de ese proceso no dejan de reclamar un lugar para el movimiento underground en el abanico de la cultura cubana, y remarcan su capacidad de subsistencia que le ha permitido sobrevivir durante todos estos años a pesar de sus insuficiencias y de la desidia oficial que siempre lo ha visto como un potencial enemigo.

Todavía hoy, muchas personas en la Isla, a pesar de que los tiempos no son los mismos, se reconocen a sí mismos, o a partes importantes de su vida, cuando escuchan determinada canción, miran un cuadro, leen un libro, o miran una película, y de pronto les parece raro pero familiar que unos los cataloguen de underground y los acepten como tales, mientras otros los sigan viendo como “pervertidos ideológicamente”.

En Cuba desde 1960 hasta la fecha no hace falta ser artista para ser underground, esa condición es parte de miles de personas que sin percatarse de ello lo han transmitido a las sucesivas generaciones.

¿Qué es ser underground en Cuba? No termina aquí, la otra etapa del trabajo prometido les llegará en la próxima edición de PMU, y aunque muchos de los aspectos antes mencionados pudieran ser objeto de mayores y más exhaustivos análisis, preferiríamos que fueran nuestros lectores quienes nos sugirieran a cuáles en específico referirnos.

Para resumir este material, no encontramos mejores palabras que las pronunciadas por Guille Vilar, reconocido investigador y director de programas de radio y televisión, durante la presentación del libro del periodista Joao Fariñas: “…muchos cubanos conocen sobre lo que hablamos porque hemos vivido más con esa música en nuestro corazones que en nuestros oídos”.

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