El Capo underground



Quisieron la suerte y la magia de la televisión que el joven Yoandry Marín Lobaina fuera bautizado, sin proponérselo, con el sobrenombre de El Capo, gracias a su parecido físico con uno de los protagonistas de la homónima serie televisiva colombiana.

Cuando El Capo estaba en su apogeo en los hogares cubanos, un buen día salió a la calle y en cuestión de minutos varias personas le llamaron así, por lo que entendió la coincidencia como un presagio y decidió adoptar ese sobrenombre como identificador para su carrera artística que recién había empezado en solitario.

“Estudié Técnico en Computación y tuve que dedicarme a la docencia para ganarme la vida mientras me adentraba en el mundo de la música, que en realidad es lo que me gusta”, dice mientras da vueltas a una partitura entre sus manos.

Su apego por la música viene de su bisabuela materna, puertorriqueña que se radicó en Cuba por amor y lo acunó con las melodías tradicionales de las dos islas, notas que desde pequeño lo hicieron inclinarse por géneros como la salsa, el son, el bolero, y la conga, que ahora fusiona con un rap muy melódico, diferente, y elementos de la timba, el techno merengue y el reggae.

El Capo descubrió el mundo underground en el barrio Fraternidad, del municipio habanero de Arroyo Naranjo, cuna de algunos de los mejores raperos cubanos de la actualidad y donde tuvo la oportunidad de conocer y presentarse junto a El Micha, Adonis MC o el desaparecido Elvis Manuel, de quienes recibió numerosos consejos y mucha influencia artística. “Los inicios de mi carrera –cuenta- fueron en 2006, haciendo los coros de rap en el grupo Los Petroleros, con quienes realicé muchas actuaciones, tanto en el barrio como en diversos centros culturales y recreativos de la capital, entre ellos la Rumba o en el centro cultural de Arroyo Naranjo (conocido como Menocal)”.

El año 2009 marca una nueva etapa en su carrera, pues decide “independizarse”, y reemprender el camino en solitario. Graba varios de sus temas y funda una pequeña peña con amigos raperos del barrio en la casa de su novia “porque nos cerraron todas las puertas en los establecimientos estatales a los cuales acudí”.

“Para quienes hacemos rap en Cuba, las cosas cada día se ponen más difíciles –afirma- aunque parezca lo contrario. Es verdad que se abrieron espacios como La Madriguera y algunos programas de televisión muy esporádicos, pero no todos tenemos acceso y ni pensar en la divulgación abierta de nuestra obra en la radio y en la misma televisión. Las casas de la cultura tampoco ayudan mucho, pero es que no tienen con qué, ni siquiera equipos de audio y se están cayendo a pedazos”.

“Parte del problema –agrega- son las presentaciones y las grabaciones. Hay que improvisar mucho para conseguir espacios y cuando lo logras, tienes que tener dinero en mano para alquilar luces, audio, escenario, promoción y eso no siempre está al alcance de todos”.

“Otra cosa es cuando decides arriesgarte y hacer un disco –reflexiona mientras abre los brazos como si quisiera enseñarnos la magnitud del problema-. Desde el año pasado estoy grabando en el estudio independiente El Cupet, pero tengo que dedicar gran parte del salario para ello y eso que recibo la ayuda de mi familia, los amigos y muy en especial de la peña de La Alianza, que se ha convertido en una especie de promotor de nuevos raperos y se van a encargar del diseño, la promoción y la distribución”.

El disco de El Capo, todavía sin nombre definido, tendrá diez temas y un vídeo clip promocional, centrados en la descripción de la vida en los barrios de La Habana, y será una especie de crónica citadina en rap.

“Creo que el quehacer de los raperos cubanos en general está muy subvalorado –subraya alzando la cabeza-, sin embargo, yo lo sigo viendo como los narradores o historiadores populares de la época en que nos tocó vivir. Nadie ha hecho eso como nosotros y cuando las generaciones futuras quieran saber las verdades, tendrán que acudir a nuestra obra. Es verdad que solemos ser agresivos, irreverentes, cáusticos, pero nos atenemos a la verdad y eso no siempre suele gustar”.

“Si la gente no se interesara por lo que hacemos, no fuera a los conciertos, o no nos escuchara en sus casas, entonces no valdría la pena insistir, –concluye- pero lo hacen, piden más y se preocupan por lo que hacemos, eso estimula más y nos impulsa a seguir enfrentando y venciendo las dificultades. Ese es el gran reto y a la vez el gran premio de los artistas alternativos, es por eso que se mantiene y crece el movimiento underground en Cuba”.

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