Crudo con azufre y pimienta
12 de enero de 2015
Desde hace algún tiempo varios amigos me comentaron la buena impresión que les había causado la primera presentación en La Habana de un joven dúo santiaguero que se hacen llamar Los Petroleros, pero no había tenido la oportunidad de verlos actuar y mucho menos escucharlos.
Confieso que entre las cosas que más me llamaron la atención en la música alternativa cubana durante el año que recién concluyó fue la invitación que me hicieran los muchachos de los estudios independientes El Cupet para que asistiera a una sesión de grabaciones del segundo álbum de Los Petroleros.
Me trasladé hasta el municipio habanero de San Miguel del Padrón, donde finalmente pude conocer a Franchesco Delás Tamayo y Ramón “Pocholo” Rodríguez Inibarry, quienes desde hace casi un lustro integran este dúo. Tras los habituales saludos, Pocholo puso en mis manos un sobre con las letras de las canciones del disco y me dijo: “…periodista, échele un vistazo a eso y díganos qué le parece”.
Luego de una lectura a primera vista, no me dejé llevar por el interés y la tentación de encontrar un producto intenso, depurado, limpio y de altos quilates, que por su madurez no parecía salido del intelecto de los muchachos que tenía frente a mí. Entre comentario y comentario, entablamos una conversación que más allá de los detalles generales, me permitió conocer a dos artistas que de seguro darán mucho que hablar en el mundo alternativo cubano y mucho más allá.
“Lo primero que tenemos claro, -dijo Pocholo-, es que no queremos parecernos a nadie. cuando algo, un verso o una nota, creemos que no pueda ser identificado como nuestra, de inmediato la cambiamos y eso a veces nos lleva mucho más tiempo que componer, lo cual hacemos a dos manos y consume la mayor parte de nuestro tiempo”.
“Tenemos dos discos grabados en estudios independientes, uno en Santiago y otro en La Habana, y ahora estamos en el tercero. El primero no tuvo muy buena suerte, pero algunas de sus canciones las pensamos integrar a un proyecto recopilatorio que de seguro haremos en el segundo semestre del actual año”, sigue argumentando.
“Pensamos mucho la decisión de trasladarnos para la capital porque eso cambiaría por completo nuestras vidas, pero estábamos de acuerdo de que en Santiago se multiplicaban los problemas y cada vez era más difícil avanzar, por lo que triunfó la idea del cambio”, dice Franchesco.
“Ahora vivimos en la casa de algunos parientes cercanos y tenemos que hacer malabares para sobrevivir materialmente, pero estamos muy cerca de lo que queremos, del corazón de la cultura underground cubana y eso nos reconforta más que todo”, continuó diciendo.
“Al principio nadie quería saber de nosotros, pero luego de varias presentaciones en los barrios nuestra música se regó. Llegamos a vender hasta algunos discos gracias a la ayuda de René, un santiaguero amigo de varios chóferes de las principales rutas de metrobús, quienes nos hicieron el favor de reproducirlos durante los viajes, para que las personas los escucharan”, afirma Franchesco.
“Todas esas vivencias están reflejadas en las canciones de este nuevo álbum que es como el petróleo cubano, con mucho azufre, pero al que le hemos añadido también nuestra pimienta para poner el dedo en la llaga y cotizarnos mejor, ahora que estamos en alza como suele estar siempre el mercado de los hidrocarburos”, sigue enfatizando entusiasmado.
“Es un pequeño, pero enriquecedor viaje musical que tiene cosas desgarradoras extraídas de la sociedad en que vivimos, pero otras muy gratificantes y edificantes, como la solidaridad entre los artistas underground, y sobre todo deja un saldo esperanzador y de fe en que las cosas pueden cambiar para bien de todos los cubanos”, concluye.
Las horas que siguieron estuvieron llenas de música, chistes, y sobre todo mucho profesionalismo en aquellas pequeñas habitaciones de los estudios El Cupet que parecen salidos del medioevo tecnológico y constructivo, pero que dejan una sensación carpenteriana de lo real-maravilloso que resulta poner el ingenio y la voluntad en función de la creación artística.
Por lo pronto conservo como un pequeño tesoro los discos de Los Petroleros, los cuales pondré a disposición de los lectores de PMU para su disfrute en próximas ediciones, porque realmente aquel día me despedí de Franchesco y Ramón con la alegría de haber descubierto un tesoro.
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12 de enero de 2015
Desde hace algún tiempo varios amigos me comentaron la buena impresión que les había causado la primera presentación en La Habana de un joven dúo santiaguero que se hacen llamar Los Petroleros, pero no había tenido la oportunidad de verlos actuar y mucho menos escucharlos.
Confieso que entre las cosas que más me llamaron la atención en la música alternativa cubana durante el año que recién concluyó fue la invitación que me hicieran los muchachos de los estudios independientes El Cupet para que asistiera a una sesión de grabaciones del segundo álbum de Los Petroleros.
Me trasladé hasta el municipio habanero de San Miguel del Padrón, donde finalmente pude conocer a Franchesco Delás Tamayo y Ramón “Pocholo” Rodríguez Inibarry, quienes desde hace casi un lustro integran este dúo. Tras los habituales saludos, Pocholo puso en mis manos un sobre con las letras de las canciones del disco y me dijo: “…periodista, échele un vistazo a eso y díganos qué le parece”.
Luego de una lectura a primera vista, no me dejé llevar por el interés y la tentación de encontrar un producto intenso, depurado, limpio y de altos quilates, que por su madurez no parecía salido del intelecto de los muchachos que tenía frente a mí. Entre comentario y comentario, entablamos una conversación que más allá de los detalles generales, me permitió conocer a dos artistas que de seguro darán mucho que hablar en el mundo alternativo cubano y mucho más allá.
“Lo primero que tenemos claro, -dijo Pocholo-, es que no queremos parecernos a nadie. cuando algo, un verso o una nota, creemos que no pueda ser identificado como nuestra, de inmediato la cambiamos y eso a veces nos lleva mucho más tiempo que componer, lo cual hacemos a dos manos y consume la mayor parte de nuestro tiempo”.
“Tenemos dos discos grabados en estudios independientes, uno en Santiago y otro en La Habana, y ahora estamos en el tercero. El primero no tuvo muy buena suerte, pero algunas de sus canciones las pensamos integrar a un proyecto recopilatorio que de seguro haremos en el segundo semestre del actual año”, sigue argumentando.
“Pensamos mucho la decisión de trasladarnos para la capital porque eso cambiaría por completo nuestras vidas, pero estábamos de acuerdo de que en Santiago se multiplicaban los problemas y cada vez era más difícil avanzar, por lo que triunfó la idea del cambio”, dice Franchesco.
“Ahora vivimos en la casa de algunos parientes cercanos y tenemos que hacer malabares para sobrevivir materialmente, pero estamos muy cerca de lo que queremos, del corazón de la cultura underground cubana y eso nos reconforta más que todo”, continuó diciendo.
“Al principio nadie quería saber de nosotros, pero luego de varias presentaciones en los barrios nuestra música se regó. Llegamos a vender hasta algunos discos gracias a la ayuda de René, un santiaguero amigo de varios chóferes de las principales rutas de metrobús, quienes nos hicieron el favor de reproducirlos durante los viajes, para que las personas los escucharan”, afirma Franchesco.
“Todas esas vivencias están reflejadas en las canciones de este nuevo álbum que es como el petróleo cubano, con mucho azufre, pero al que le hemos añadido también nuestra pimienta para poner el dedo en la llaga y cotizarnos mejor, ahora que estamos en alza como suele estar siempre el mercado de los hidrocarburos”, sigue enfatizando entusiasmado.
“Es un pequeño, pero enriquecedor viaje musical que tiene cosas desgarradoras extraídas de la sociedad en que vivimos, pero otras muy gratificantes y edificantes, como la solidaridad entre los artistas underground, y sobre todo deja un saldo esperanzador y de fe en que las cosas pueden cambiar para bien de todos los cubanos”, concluye.
Las horas que siguieron estuvieron llenas de música, chistes, y sobre todo mucho profesionalismo en aquellas pequeñas habitaciones de los estudios El Cupet que parecen salidos del medioevo tecnológico y constructivo, pero que dejan una sensación carpenteriana de lo real-maravilloso que resulta poner el ingenio y la voluntad en función de la creación artística.
Por lo pronto conservo como un pequeño tesoro los discos de Los Petroleros, los cuales pondré a disposición de los lectores de PMU para su disfrute en próximas ediciones, porque realmente aquel día me despedí de Franchesco y Ramón con la alegría de haber descubierto un tesoro.
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